Armando Moreno
Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 121, julio de 2009
La dinámica de seres humanos yendo y viniendo es lo que hace que el norte del Tolima sea un interesante laboratorio social. Este deambular permitió que desde del siglo XIX algunas familias que llegaron probando “suerte” amasaran grandes fortunas.
El perfil del individuo que llegó a estas tierras fue por lo general pobre, miserable, y sin nada que perder. Al llegar con una mano adelante y otra atrás, la única alternativa que tuvo fue lanzarse a explorar el mundo de las oportunidades.
Algunos lo consiguieron y otros fracasaron. Los que lo lograron hacerse ricos lo hicieron de diferentes maneras: algunos como comerciantes, empresarios o negociantes. Otros robando, secuestrando, contrabandeando, apropiándose de los ejidos y jalándole al abigeato.
De estos primeros inmigrantes — o sea la primera generación—, algunos, alternaron su poder económico con la política. Pero sus hijos y nietos poco les importaron. Prefirieron, en algunos casos, saborear las mieles que deja el poder y la influencia de sus progenitores: puestos burocráticos y la fama que dejó su antepasado pero con la desgracia de ir en camino a ser pobre.
De esos individuos o familias que lograron hacer fortuna, algunos de sus hijos —o sea la segunda generación— pudieron educarse y otros se quedaron viviendo del cuento del apellido y de la fortuna. De esta segunda generación, los que se educaron no volvieron. Y si llegan, vienen de paseo que no es lo mismo que regresar. Se olvidan del oficio y del entorno donde amasó la fortuna su antepasado. Otros fracasan en el intento de querer imitarlos y algunos medianamente triunfan. Y los que se quedan son unos inútiles, por lo general pobres con un titulo universitario debajo del brazo y sin la fortuna de su antepasado. Algunos de estos inútiles le ladran a la luna, soñando que la sociedad le reconozcan lo que ellos creen que son. En este esfuerzo de reconocimiento se olvidan que el norte del Tolima es y será una tierra de constante inmigración.
La tercera generación, o sea los nietos, no hay nada de qué hablar. Sobreviven.
Por lo general, estas familias que fueron ricas, lo fue la primera generación. La segunda —que son los hijos— trataron de medio conservarla o la despilfarraron; y la tercera generación —que son los nietos— terminaron acabando con la riqueza.
Un problema con los descendientes de la segunda y tercera generación es que se creen “raizales”, con raíces vernáculas, con identidad. Se creen que son los “puros”. La antropología social ha demostrado que los individuos que se encierran argumentado “pureza raizal” terminan mirando de reojo y con desconfianza a quienes quieren impulsar los ideales del progreso. Pues sueñan todavía con el burro atravesando la plaza. Les fastidia que lleguen inmigrantes, o como algunos suelen decir, que lleguen “aparecidos”, que hagan dinero y se vuelvan ricos.
Un ejemplo de una sociedad que ha cambiado aceleradamente es Mariquita. El poeta Rafael Pombo a finales del siglo XIX la describió como una “miserable aldea”. Si Mariquita era miserable ¿cómo explicamos su cambio desde finales del siglo XX? La respuesta es sencilla: la migración.
Con Honda a pasado algo parecido pero al revés. De aquella élite comercial y adinerada solo tenemos razón de ella a través de la nostalgia y en los libros. Algunos hondanos creen que a Honda les falta una nueva élite comercial y adinerada como aquella que floreció a comienzos del siglo XX. Lo que aun no entienden algunos hondanos es que esa elite no era raizal sino inmigrante: árabes, alemanes, ingleses, antioqueños, costeños y cundiboyacenses.
Para saber quienes son los pobres de hoy, solo tenemos que preguntarnos por los ricos de ayer. Veremos que sus descendientes de la segunda y tercera generación algunos sobreviven con una mediana riqueza, otros van a ser pobres o están en la miseria.
La sociología norteamericana ha desentrañado que parte de la pobreza en América Latina radica en que no se supo conservar y multiplicar la riqueza de la primera generación. Estos sociólogos han demostrado que las riquezas se evaporaron porque la segunda y tercera generación desconoce el esfuerzo que hizo la primera generación para amasar la fortuna.
Esta es la explicación del por qué en estas sociedades llamadas del Tercer Mundo se da la paradoja de que los ricos de ayer son los pobres de hoy. Pero también es la explicación del por qué, los pobres de hoy pueden ser los ricos del mañana.
Hoy día no podemos hablar de una colonización dirigida como lo fue la española entre los siglos XVI y XVIII, o la antioqueña y cundiboyacense a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Lo que existe ahora es un proceso de inmigración proveniente de todas partes del país. El norte del Tolima debe abrirse y acoger a la gente que trae riqueza.
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