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sábado, septiembre 30, 2023

Cómo mueren las democracias

Armando Moreno Sandoval

Si te interesa qué está pasando en el mundo y en Colombia con la política y la democracia, lo mejor será leer el libro Cómo mueren las democracias, de los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, de la Universidad de Harvard. 

Aunque el hilo que amarra todos los capítulos es la democracia estadounidense, los autores la toman como referente para que el lector entienda como en ese país en este siglo XXI la democracia y la filosofía liberal está siendo apuñalada por la espalda.

Sorprende, a mi entender, cómo termina uno desengañándose de una verdad que nos han vendido e imponiendo desde hace décadas de que la democracia estadounidense ha sido la más estable y perfecta, independiente de que sea la más  longeva en el mundo y que una gran mayoría de países la hayan tomado como referente.

Es sino pasar las páginas para quedar uno estupefacto de cómo la democracia estadounidense ha sido desde sus orígenes vilipendiada por autócratas, populistas y charlatanes de la política y la democracia. Un ejemplo reciente fue Donald Trump que con sus delirios menospreció las reglas de juego del Estado de Derecho. Sujetos como este aparecen en la escena política para patear la democracia y sus instituciones. Y lo que es peor alterar los pesos y los contrapesos con que cuenta la democracia para protegerse de quienes quieren convertirse en tiranos, dictadores o autócratas.

Lo que más causa rasquiña es que estos tiranos, dictadores y autócratas todos son iguales, así sean de derecha o izquierda. Desde que existe la democracia siempre han estado ahí, llegan y se van. Lo preocupante es que sean los sectores educados y con cierta posición social los que mejor quedan encantados y atrapados con estos cantos de sirena.

En el libro los autores analizan cómo líderes disfrazados de ovejas llegan al poder por medios democráticos y luego socavan las instituciones y las normas que sustentan la democracia para convertirse en tiranos, autócratas. A través de ejemplos históricos y actuales, desde Nicaragua y Venezuela hasta Turquía y Hungría, los autores muestran los patrones comunes que siguen estos líderes para erosionar la democracia y consolidar su poder. También proponen una serie de indicadores para identificar a los posibles autócratas antes de que sea demasiado tarde, así como estrategias para defender la democracia de sus amenazas.

Aunque a Colombia la cita dos veces, el ejemplo que nos trae es el de Álvaro Uribe Vélez, cuando en la segunda presidencia quiso cambiar la constitución para eternizarse en el poder. Utilizó todas las marrullas como el de comprar congresistas, no obstante, gracias a los pesos y los contrapesos que hemos aludido, y a pesar de que la reelección la habían aprobado en el Congreso, la Corte Constitucional como guardiana del Estado de Derecho declaraba inconstitucional la reelección que aspiraba el señor Uribe. Este es un caso de populismo de derecha.

Ahora estamos ante un populismo de izquierda en el nombre de Gustavo Petro como presidente.  Aunque Colombia tiene instituciones fuertes, lo que los autores demuestran es que estas sucumben ante el populismo y el apoyo incondicional de la gente para destruir las instituciones.

Valga decir que el libro es una obra rigurosa y bien documentada, pero también accesible y amena. Los autores combinan el análisis político con el relato de casos concretos, lo que hace que sea ilustrativo y didáctico.

Además, el libro tiene una relevancia especial en el contexto actual, donde la democracia se enfrenta a desafíos globales y locales, y donde el surgimiento de líderes populistas y nacionalistas pone en riesgo los valores y las instituciones democráticas. El libro nos invita a reflexionar sobre la importancia de preservar la democracia, así como sobre el papel que tenemos como ciudadanos y como actores políticos para hacerlo.

Cómo mueren las democracias es un libro imprescindible para entender los procesos políticos que vivimos hoy en día, y para prevenir los riesgos que acechan a la democracia.

A lo largo del libro, y de una manera muy sutil, nos recalca la diferencia entre la democracia y el autoritarismo como dos formas de gobierno que son opuestos.

Mientras la democracia se basa en la participación ciudadana, la transparencia gubernamental y la protección de los derechos humanos, el autoritarismo limita o suprime estos elementos en favor de la concentración de poder en manos de una sola persona o un grupo pequeño.

Mientras la democracia reconoce la legitimidad de los adversarios políticos, respeta las reglas del juego democrático y limita el uso del poder para no abusar de él, el autoritarismo rechaza o reprime a los opositores, viola las normas constitucionales y ejerce un poder arbitrario y opresivo.

Mientras la democracia permite la libertad de expresión, de asociación, de credo y de elección, el autoritarismo controla o censura la información, la educación, la cultura y la religión, e impone una ideología o una visión única.

Mientras la democracia se basa en el principio de la soberanía popular, es decir, que el pueblo es el que elige a sus representantes y los controla, lo que se ha dado en llamar democracia representativa, el autoritarismo se basa en el principio de la soberanía estatal, es decir, que el Estado es el que decide por el pueblo y lo somete.

Estas diferencias entre la democracia y el autoritarismo es solo un abrebocas, pero hay muchas más y solo podrá encontrarlas si se atreve a cuestionar los populismos sean de derecha o de izquierda. Dos conceptos que están en desuso pero que aún funcionan para atrapar incautos con el fin de que desprecien y destrocen la democracia.