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viernes, enero 14, 2022

Petro y la Izquierda light y cool

 Armando Moreno Sandoval

En Colombia el bipartidismo (liberal-conservador) siempre fue atacado desde sus mismos partidos. En la primera mitad del siglo XX hubo rebeliones sin fracturas como el de Jorge Eliecer Gaitán y de Laureano Gómez. Otras como las de Alfonso López Michelsen y su Movimiento Revolucionario Liberal, y, la de Luis Carlos Galán con su Nuevo Liberalismo que surgieron dentro del Partido Liberal durante la segunda mitad del siglo XX fueron eso: rebeliones sin opciones de poder. En cambio, en el Partido Conservador sí dieron sus frutos. Basta recordar a Andrés Pastrana y a Belisario Bentacourt. El único que no logró llegar al poder fue Álvaro Gómez a pesar de sus intentos.

Con la izquierda pasó algo parecido. Las capillas izquierdistas arrancan con María Cano a comienzos del siglo XX. Con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 las capillas se multiplicaron por mil, situación que llega hasta nuestros días.

Las explicaciones del por qué la izquierda electoral nunca llegó al poder son múltiples. Ni hablar del por qué la izquierda armada nunca logró la revolución.

Ahora en el siglo XXI existe la probabilidad que un heredero de un movimiento armado como fue el M-19 llegue al poder. El M-19 en su esencia ideológica en nada se pareció a los demás grupos guerrilleros que existieron en Colombia. Estos eran matones. El M-19 fue un grupo chabacano que se caracterizó por imprimirle espectacularidad a sus acciones guerrilleras. Esta es la explicación del por qué se ganó la simpatía de millones de colombianos y de ahí el respaldo que tuvieron en la Asamblea Constituyente de 1991.

En caso de ganar Gustavo Petro una pregunta que surgiría es si su triunfo obedeció al empuje de la izquierda o si fue el cansancio de la gente frente a una derecha reaccionaria y retardataria que la obligó a experimentar con algo nuevo.

En torno a la pregunta formulada, y para empezar, es necesario señalar que una constante en la izquierda colombiana es que siempre ha estado en una permanente garrotera. Sus divisiones han sido persistentes y viscerales. Hay quienes afirman que estas peleas impidieron la creación de un partido político con diferentes matices ideológicos para que fuera opción de poder.

Mientras esto pasaba en Colombia, en Europa y Estados Unidos muchos fueron los cambios sociales y culturales que se dieron durante la segunda mitad del siglo XX. Hay quienes plantean que estos cambios llevaron a la izquierda a una muerte anunciada que comenzó en la década del 60 con el mayo del 68 parisino, y que de ahí para adelante no ha sabido enchufarse con la sociedad.

Además del mayo del 68, otros ítems a la hecatombe de la izquierda fueron el modelo neoliberal que no supo como combatirlo, las alianzas con minorías étnicas y el de echarse al hombro las identidades sexuales como el LGTB como si con ellos fueran a lograr la revolución, el abandono del universalismo (la revolución), el abandono a la clase obrera, el haber abrazado el postmodernismo y los estudios culturales y post coloniales y, para rematar, el apego al relativismo cultural.

El otro cambio, fue que algunos que lucharon por la tierra, el pan, el techo, la educación y la salud se murieron y otros abandonaron la causa sin que la izquierda se enterara. Esta generación conocida como la del Estado de Bienestar, o la generación de la postguerra, y que también libró grandes luchas reivindicativas, tuvieron el decoro de dejarles a las generaciones posteriores todo servido en bandeja de plata.

Esta es la razón del por qué la generación de finales del siglo XX y las del siglo XXI están envejeciendo con otros discursos ideológicos más apegados a los cambios culturales heredados del mayo del 68 parisino del siglo XX.

Es por ello que esta generación al tener resueltas las necesidades básicas sus luchas son otras, y que la izquierda tradicional aún no ha entendido. El rollo mental es el rechazo a la guerra, el medio ambiente, la ecología, la crítica al consumo, la realización personal, la libertad, el gusto sexual por volverse gay, trans, lesbiana o bisexual, el derecho de andar abrazado a un perro por la calle, llorar sin motivo alguno, etc. Los remoquetes para referirse a esta generación son diversos: Sociedad liquida, Generación de Cristal, etc., etc.

Esta realidad cultural y social que en Europa surgió después del mayo del 68 llega a Latinoamérica como “moda in" de la mano de sectores sociales de estratos cinco y seis, y de los profesores universitarios de los programas de Humanidades dados al whisky y al caviar. A pesar de que aquí las necesidades básicas aún no han sido satisfechas, las generaciones de los estratos uno, dos y tres las  abrazaron sin reparo alguno. Se las apropiaron como causas propias.

No obstante, pese a estos cambios, en Colombia siguió persistiendo una izquierda reaccionaria, ortodoxa y goda. Entretanto las generaciones más jóvenes apoyadas por los medios de comunicación masivos abrazaban los nuevos cambios culturales dándole la espalda a la izquierda.

Aunque la moda llegó la izquierda tradicional no entendió qué estaba pasando. Entretanto los intelectuales y académicos latinoamericanos seguían despistados, no obstante, de repetir como loros las modas teóricas gringas y europeas.


Pero a los intelectuales y académicos de los países pobres se les pasó por alto el libro pionero de Ronald Inglehart, The Silent Revolution (1977) donde da cuenta de los cambios culturales post mayo del 68 parisino y que seguramente le hubiera servido a la izquierda para salir de la ceguera ideológica.

Inglehart considera que después del mayo del 68 parisino surgió la generación de la “sociedad de los valores post materialistas" (y que luego se llamaría la de los “valores auto-expresivos") empeñada en la defensa de la libertad individual (como la feminización del hombre —léase mariconería en el lenguaje popular—), la identidad étnica, sexual y social, y los estilos de vida libre (como tatuajes, piercing ya sean en el coño, nariz, boca, pezón, ombligo, etc). Valores estos que pululan este siglo XXI.

Estos valores post materialistas o auto-expresivos, dice Inglehart, se contraponen a los valores de la generación de la postguerra que él llamó “materialistas”. Es decir, a la generación del Estado de Bienestar.

Estas dos generaciones están presentes en los países pobres latinoamericanos. Son dos mentalidades diferentes y los choques generacionales continúan sin que las diversas izquierdas sepan qué hacer.

No obstante,  la izquierda goda sigue hablando de salarios, de la lucha por la tierra, explotación, expropiación, reparto de riquezas. Temas que a la generación de los “valores auto-expresivos” poco les importa. Se les olvida que las  nuevas generaciones andan en otro cuento.

Pero lo más triste es que la clase obrera, los desposeídos, los desarraigados, el populacho, la guacherna ya no miran a la izquierda porque esta hace rato les dio la espalda. Hace rato se olvidó de ellos. Ahora estos sectores son atraídos por otros movimientos e incluso se dejan tentar por movimientos ya sean religosos, xenófobos, de ultraderecha o neofacistas como sucede en Europa y en Latinoamérica con Bolsonaro en Brasil y en Colombia con Álvaro Uribe. Amén de la izquierda populista.

En Colombia, algunas décadas de la segunda mitad del siglo XX, la izquierda fue abrazada por sectores populares. Aunque había intelectuales y académicos que se identificaban con ella, lo hacían más por dárselas de modernos. Eran izquierdistas de corazón. Estaban con la clase obrera de lengua, más no al lado de ellos en sus luchas.

En este siglo XXI la militancia y los simpatizantes de la izquierda son otros. Aunque sigue existiendo una izquierda reaccionaria y ortodoxa que sigue suspirando por una clase obrera que ya no existe; la nueva izquierda que dice llamarse progresista es light, cool,  elitista, neoliberal y postmoderna. Viven en una burbuja y tienen el vicio asquiento de pontificar desde una superioridad moral. Esta izquierda no ve la realidad social pues su gran defecto es que se mueve en un plano ideológico.

La composición social de esta izquierda progre no está en las fábricas, ni en las barriadas, ni en las zonas marginales, como tampoco en los analfabetos, etc, pero, quien lo creyera, de ella hace parte son sectores educados sobretodo profesores que viven enjaulados en aulas que van desde el pre kinder hasta la universidad; y los llamados profesionales socioculturales que trabajan en el campo de la cultura: periodismo, educación, televisión, arte, etc. También están los profesionales que se sienten marginados de haber sido relegados, pisoteados. Es decir, los que andan por fuera de la rosca con un titulo bajo el brazo  recorriendo calles como cualquier desocupado.

En resumen, la izquierda progre, es una izquierda cuya característica principal es vivir a costa del sector productivo. Incapaces de producir y vender cualquier chuchería.

Muerto el bipartidismo en Colombia lo que hay es un multipartidismo con varias tendencias ideológicas y que se refleja en la composición del Congreso. Es en el Congreso donde está el verdadero poder y no en la presidencia como cree la gente. Los congresistas son los dueños del poder, no el presidente.

El multipartidismo tiene la particularidad de reflejar como está una sociedad, y la colombiana es una sociedad dividida hasta los tuétanos. Esta es la razón del por qué los congresistas ya electos hacen poco por alinearse con los candidatos a la presidencia. La elección del presidente se la dejan al pueblo, a la montonera, a la guacherna, a los despistados, a los profesores enjaulados, ¡a los que no tienen futuro!

Y, es en este mundillo mediocre de la política donde posiblemente Gustavo Petro tenga el chance de ser presidente.

De todos los candidatos Petro es el que mejor ha sabido engancharse con la “generación de los valores materialistas” y de los llamados “valores postmaterialistas o auto-expresivos”. Si bien el plebiscito dejó una sociedad dividida en partes iguales, en las próximas elecciones el sector social que le votó a la derecha ya hastiada de las mentiras y de los engaños querrá ver en la presidencia alguien diferente a la tradición.

Si la democracia se entiende como el juego de la alternancia en el poder, lo más seguro es que si en el pasado las izquierdas reaccionarias y armadas treparon a los candidatos de la derecha al poder; esta vez la derecha con su corrupción e inmovilismo ideológico treparan a Gustavo Petro a la presidencia.

Cierto es que la izquierda light y cool ayudará con sus voticos a elegir a Petro; ¡pero la presidencia de Petro, si gana, no obedecerá a ella, sino al pueblo!

Lo triste es que nada va a cambiar.

El congreso seguirá en manos de empresas electorales, empantanando todo lo que huela a cambio. ¡Y un presidente que para que no le hagan la vida imposible tendrá que acomodarse con mucho tino a un Congreso clientelista, corrupto e inmoral!

 

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