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miércoles, agosto 11, 2021

Mariquita: resignificar el pasado

 Armando Moreno Sandoval

A las mentes rancias el derrumbe de estatuas, el cambio de calles y plazoletas, o echarles pintura a los llamados próceres de la patria no les gusta ni cinco. Lo que no entienden estos sujetos es que el mundo cambia. Lo bueno de la resignificación del pasado es que se está cagando en todo aquello que en décadas pasadas algunas elites —creyéndose portadores de la verdad—señalaban en magnánimas leyes quienes deberían ser homenajeados.

No sé si por fortuna, o no, pero lo que va del siglo XXI todo lo que ayer era venerado hoy parece que está siendo aborrecido. Odiado. En Cali en días pasados bajaron del pedestal a Sebastián de Belalcázar. En Ibagué igual suerte corrió la cabeza de López de Galarza. En Bogotá, ni hablar. Los Reyes Católicos los bajaron del pedestal y en un cerrar de ojos fueron a parar a un cuarto de San Alejo.

Cristóbal Colón el que la Historia dice que descubrió…. Bueno, volvámonos serios, ¿descubrió qué? Todos sabemos que cuando llegó Colón estás tierras que luego llamarían América no estaban deshabitadas. Estaban pobladas, había gente. Sí, así como se lee, gente de carne y hueso. Ante la evidencia de que él no descubrió absolutamente nada, en muchos países de occidente sus estatuas están siendo derribadas y en su lugar están erigiendo las de los aborígenes que por defender sus territorios, creencias, costumbres, pagaron con sus vidas.

Quienes se metieron de lambones a gobernar a Colombia desde 1810 hasta nuestros días, creyeron que quienes debían ser homenajeados eran los mismísimos que habían regado las tierras de este país con sangre y fuego.

Este movimiento social de resignificar el pasado se está dando hace bastante rato en muchas ciudades europeas y estadounidenses. Colombia no se ha quedado atrás. Aunque se ha dado en las ciudades capitales, en los pueblos pequeños no hay noticia de que se esté resignificando el pasado.

Pese a ello, hay un pueblo pequeño en el centro de Colombia llamado Mariquita que, bajo la iniciativa de los concejales Carlos Geovany Gómez Betancur y Juan Carlos Castañeda Saldaña, quieren cambiar el himno porque, según ellos, no es representativo.

Para entender la iniciativa de estos concejales, es bueno señalar que el himno de Mariquita es la Rumba criolla llamada Mariquiteña. En la década de los 40 del siglo XX fue una canción popular. Se bailaba y se tatareaba en las calles. También en las cantinas y bares donde el cuchillo hacía de las suyas. Su compositor fue Milcíades Garavito y en sus estrofas evoca a la mujer Mariquiteña.

Si bien la iniciativa de los concejales es loable, valdría preguntarse, si solo habría que resignificar la Mariquiteña. Si la Historia de antaño solo da cuenta de quienes vencieron, en el caso de Mariquita —como en muchos otros pueblos— habría que preguntarse qué otros pasados podrían ser sujetos de resignificación.

Veamos:

Con el surgimiento de la República en 1810, y como una afirmación de independencia ante España, todo lo que oliera a colonialismo español fue borrado. Mariquita que se llamó durante los siglos XVI, XVII y XVIII San Sebastián de Mariquita, el San Sebastián le fue borrado en el siglo XIX. A finales del siglo XX sin saberse muy bien cuál fue el arrebato, el gobierno municipal de ese entonces resolvió colgarle de nuevo el San Sebastián. Por tanto, para hacerle honor al Estado laico que está consagrado en la Constitución de 1991, y si los concejales y el alcalde la han leído, lo más lógico es que le borren el San Sebastián.

Es más, el San Sebastián era el santo al que se encomendaban los conquistadores españoles para que les ayudara a cortar las cabezas a los aborígenes que habitaron estas tierras.

Jiménez de Quesada
Otro personaje que habría que resignificar es a Gonzalo Jiménez de Quesada. Su estatua está yacente en la torre de la iglesia San Sebastián.  El historiador Juan Friede quien en la segunda mitad del siglo XX trascribió casi todas las fuentes documentales que tienen que ver con Jiménez de Quesada, da cuenta cómo este conquistador fue un genocida. Aniquiló toda la población aborigen que habitaba lo que hoy se conoce como el norte del Tolima.

Un símbolo que habría que resignificar es el Escudo de Armas de Mariquita. El chisme que ha pasado de generación en generación da cuenta que fue donado por otro genocida, el rey de ese entonces llamado Carlos V. En el escudo, las flechas hacia abajo significan que los aborígenes fueron dominados, subyugados. Pero la pregunta es y ¿cómo? La respuesta es sencilla: matándolos.

En Mariquita, ese pequeño pueblo de 30 mil y pucho de habitantes, su pasado no siempre fue teñido de sangre y fuego. Su bandera que engalana el salón del concejo municipal y el despacho del alcalde tiene un origen popular. Sus colores: amarillo, blanco y verde fue la inspiración de una noche de tragos en una casa de citas. Con las prostitutas a horcajadas, y a medida que iban libando los tragos de cerveza y aguardiente, y entre trago y trago un pitazo de marihuana, la inspiración de los colores de la bandera fue dando sus frutos.

Bandera tricolor

Como me dijeron sus inspiradores —pues con todos ellos tuve el honor de dialogar— el  amarillo de la bandera representa el oro que alberga sus alrededores, el blanco que es tierra de paz y el verde representa los bosques de Mariquita y de que hubiese sido la cuna de la Expedición Botánica. 

Quienes debían dar fe de este hecho histórico todos han muerto. No dejaron un testimonio escrito y por respeto a su memoria, ya que no pueden corroborar lo dicho, obviare sus nombres. Ojalá el concejo municipal en un acto de gallardía les diera por rendirle tributo a estos prohombres.

Algunos se preguntarán a qué viene ¡tanto bochinche! ¡tanto enredo! La respuesta es fácil de entender. Lo que pasa es que el mundo le está dando nuevos significados al pasado. Es decir, están revisando la Historia. Aquí no importa preguntarnos cómo fue el pasado. O si la Historia que se escribió es verdadera o falsa. Lo que importa entender es que en vez de creer que existió un solo pasado, mejor pensar que existieron otros pasados que fueron callados, anulados, escondidos, odiados, vilipendiados.

¡Estos pasados son los que están siendo reivindicados!

 

 

 

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