En septiembre
de 1995, la Universidad del Tolima, le concedió a Álvaro Mutis, el Honoris
Causa en Literatura.
Las palabras que dijo la noche del Honoris Causa, tienen para mí un
tono nostálgico. Y es comprensible porque se remonta a su niñez. He leído casi todo lo de Mutis y lo que se ha
escrito sobre Mutis. De esas lecturas he llegado a la conclusión, y diría que casi en todos, que cuando hablan de Mutis, lo hacen a manera de circunloquios: ya que lo que dicen no es porque lo hayan leído, sino porque la han oído.
Y respecto a los críticos tienen un tufillo que personalmente no me gusta: tienen algo que les hace falta cuando hablan
de su obra: no conocen a Coello, como tampoco la tierra caliente del Tolima. Si la conocieran estoy seguro que entenderían
mejor su obra. En esas críticas veo disquisiciones mentales y superfluas.
Meses después de haberse ganado el Premio Reina Sofía tuve
la oportunidad de charlar con él, tras dar una conferencia en la Universidad de
Barcelona, la sede que queda en la Plaza
de la Universitat en la Gran Vía.
Esa noche de otoño, acompañada por una ligera llovizna, al
intercambiar palabras con los asistentes, me le acerque y le dije: maestro su obra tiene un sabor a
clima caliente. Como lo sabes, me dijo, soy tolimense de tierra caliente.
Esa noche le hable del escritor tolimense ya olvidado por quienes leen literatura: Nicanor Velásquez Ortíz y su obra Río y Pampa. Le dije
que esta obra, también, a su manera literaria, tenía un sabor a tierra
caliente.
Transcribo las palabras que diera Mutis esa noche de
septiembre de 1995:
Estoy profundamente emocionado. Se
me confunden las nostalgias, las certezas,
el cariño, la falta que me hace esa tierra tolimense y me cuesta mucho trabajo
decir lo que en este momento estoy sintiendo.
Quería,
sí, anotarles algo: Hay una amorosa, una cordial ironía en todos estos
homenajes que se me hacen y sobre todo en este doctorado Honoris Causa. Les voy
a contar por qué.
La hacienda de tierra caliente de los abuelo de Mutis |
Es al
paisaje del Tolima, al ámbito tolimense, a mis largas sesiones de lectura en la
terraza donde se secaba el café en la finca de Coello, a esa fiebre por entrar
en el mundo de la poesía, de la historia, que no pude terminar mi
bachillerato... Y que entonces ahora, precisamente el Tolima sea el que me de
un doctorado Honoris Causa, cierra un anillo más de esos anillos que yo siempre
he imaginado que son la vida del hombre y que a veces los dioses permitan que los más preciados y los más
importantes se cierren para formar parte de nuestro ser.
Yo
hubiera esperado, desde luego, de muchas universidades muestras de afecto, no
doctorados Honoris Causa, pero sí de solidaridad con mi obra. Pero que
precisamente la Universidad del Tolima me haga doctor en Literatura es algo que
me emociona y al mismo tiempo, por fin, después de tantos años, justifica todas
esas horas de lectura que mencioné y sobre todo una trampa que le hacía al Instituto
Politécnico y después al Colegio del Rosario, quedándome a veces hasta un mes
en la hacienda contándole historias a mi madre, que no las creía, desde luego y
que me permitían seguir leyendo la historia de Francia, la biografía de Felipe
II, la obra de Balzac, la obra de Gerardo de Nerval, de Carlos Baudelaire y en
ese transcurso y en esas horas robadas al colegio acabé, junto con el billar,
con mi cartón de bachiller.
Álvaro Mutis |
Pero la
vida da otros premios también maravillosos. Tengo dos testigos de cuál es la
maravilla de ese paisaje del Tolima y ellos me han acompañado amorosamente
hasta hoy. El primero, mi hermano Leopoldo, ya ausente, cuyas cenizas deposité
en el río Coello. El otro, mi entrañable amigo Álvaro Castaño Castillo, con
quien hemos recorrido los caminos secretos de la finca, con esa intuición
amorosa de quienes todavía podemos recordar el árbol de guamo doblado sobre el
charco donde jugábamos de niño y donde nadábamos ya en plena adolescencia.
Ellos han sabido mantener a mi lado intacto ese milagro prodigioso ese paraíso
que es para mi Coello y el Tolima.
Muchas
gracias, señor gobernador, muchas gracias señor Rector, muchas gracias señor
alcalde de Ibagué y mil gracias, Álvaro, por acompañarme.
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