Armando Moreno Sandoval
Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 115, noviembre-diciembre de 2008, p. 3
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convertiría en la primera potencia del mundo. En 1949, Harry Truman, en aquel entonces presidente de los Estados Unidos, en una conferencia en las Naciones Unidades invitaba al mundo a seguir la senda del desarrollo y el progreso.
Un año después a Colombia llegaría el profesor norteamericano Lauchin Currie. Traía consigo la idea de que el país debía industrializarse. Para ese entonces, el profesor Currie había pensado que para no despoblar totalmente el campo era necesario crear enclaves agroindustriales encaminados a generar un equilibrio entre los polos industriales y las pequeñas regiones. En el Tolima sólo Espinal y Armero fueron las llamadas a cumplir dicha labor.
Aunque Armero desde comienzos del siglo XX había tenido un desarrollo agroindustrial incipiente, es a partir de la segunda mitad del siglo XX que se convierte en la fuerza centrífuga que jalonaría la región del norte del Tolima. Tan así que el mismísimo James Carter, expresidente de Estados Unidos, en un periplo por las tierras de Armero le vaticinaba un futuro agroindustrial sin precedentes. Y no se equivocó.
La importancia de Armero es tal que, al igual que la Inglaterra del siglo XIX, logró crear clases sociales bien diferenciadas. Así como había clase obrera también desarrolló una elite económica y política que enfilaba todos los esfuerzos para que la región fuera cada día más próspera.
Con la tragedia del 13 de noviembre de 1985 y al desaparecer Armero, la fuerza centrífuga desaparecería sumiendo la región en el caos. Hoy 23 años después el norte del Tolima no encuentra la brújula. La razón consiste en que la elite social y económica que tenían los ideales del progreso y el cambio ha desaparecido. Si la región no ha podido forjar una nueva elite económica y social es porque quienes están llamados a trazar las directrices del cambio y del progreso —como es la clase política— han sido inferiores a los retos de la región.
Es por ello que casi un cuarto de siglo después, lo que se ha acentuado en la región es una dirigencia política con vocación al subdesarrollo, a la miseria y al atraso. Si no es así cómo explicar que las exenciones tributarias y arancelarias que había dispuesto el Estado para reactivar económicamente la zona afectada por la erupción del volcán del Ruiz no hayan sido aprovechadas. Una dirigencia política que fue incapaz de aprovechar el paternalismo del Estado para sacar adelante la región.
Triste señalar que de esa dirigencia política que tuvo Armero, la que existe hoy en día en el norte del Tolima es una fría caricatura carente de ideas y de propuestas. El ex político Ramiro Halima Peña, quien por más de treinta y cinco años le sirvió a la región y a su gente, argumentaba que más que ser concejal, alcalde, diputado o senador se necesitaba el don de la vocación.
No obstante, existe cierta unanimidad en señalar que de todos los municipios que conforman el norte del Tolima, Mariquita es el que ha tenido mayores cambios sociales y económicos. Quien mejor sintetiza este cambio es un amigo mío culto y adinerado que llegó a Mariquita hace más de cincuenta años. Decía él que si Mariquita ha visto prosperar a su gente económicamente la misma suerte no la ha tenido como municipio. Pues los negocios prósperos, los y las amantes, las casas lujosas, los buenos carros, el buen whisky y el derroche de dinero por doquier contrastan con los cinturones de miseria, la falta de un buen acueducto y alcantarillado, la ausencia de campos deportivos, de parques recreativos y, ante todo, la falta de una política agenciada desde la alcaldía para generar más empleo y desarrollo.
Este contraste entre una administración adormilada y un sector privado que avanza a zancadas, explica que lo que se está necesitando es una dirigencia política que esté a la altura de lo que es Mariquita hoy en día. Si en el norte del Tolima hay un municipio que en el futuro quiera convertirse en la fuerza centrifuga de lo que fue Armero hace 23 años, la gente debe pensar en relevar a quienes han hecho uso de los dineros públicos en los últimos quince años.
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jueves, diciembre 11, 2008
El bicentenario de Mutis y la industria cultural
Armando Moreno Sandoval
Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 114, octubre de 2008. p. 4
En 1983, hace veinticinco años, con ocasión del lanzamiento de la Segunda Expedición Botánica se dio un evento muy parecido a lo que aconteció el pasado 11 de septiembre con el bicentenario de la muerte de Mutis. ¿Qué quedó de ese acontecimiento ya bastante lejano y que la memoria de los habitantes del norte del Tolima empieza a olvidar? ¿Se benefició en algo el norte del Tolima? Creo que la respuesta es unánime: nada.
A excepción de Honda, los demás municipios del norte del Tolima poca idea tienen de lo que significa un legado histórico. En Falán han sido incapaces de explotar el legado de la minería de la plata; Ambalema ya nadie recuerda el legado tabacalero que la hizo famosa en Inglaterra y Alemania; Mariquita ni se diga, no saben qué tienen; esta es la explicación del por qué en la efemérides de Mutis la administración municipal fue una convidada de piedra.
En el diario de Mutís, y lo que se ha dicho sobre Mutis que es mucho, se puede deducir que las actividades botánicas no sólo fueron en los alrededores de Mariquita, sino en una comarca bastante extensa que iba hasta San Luis. El caserío de Mariquita solo era el centro de operaciones. Y es explicable que ello fuera así. Para finales del siglo XVIII, Honda era un centro comercial de primer orden igual que Mompox y Cartagena, y lo que buscó el botánico fue un
sitio estratégico y equidistante para emprender sus caminatas científicas.
Valga recordar que en Mariquita, pensando en el bicentenario, algunos propusieron crear un comité para hacer un evento a la altura de la efemérides. Quien más impulsó esa idea fue Hernando López, golpeó las puertas de las diversas administraciones sin ser escuchado. La idea de López era sencilla pero eficaz: desarrollar un proyecto científico, académico y de industria cultural.
Años más recientes con Hernán Cuartas en la alcaldía, aprovechando una reunión de burócratas que llegaron a Mariquita para hablar de Mutis, Armando Salcedo le entregó a él y al presidente de la Fundación Mariano Ospina Pérez unos lineamientos generales de lo que se podía hacer y mostrar con ocasión del bicentenario de Mutis. Se recibió respuesta de Mariano Ospina Hernández presidente de la Fundación acogiendo las ideas, pero del señor Cuartas solo fue el silencio y la displicencia.
Esta es la explicación del por qué con ocasión de la efemérides, la actual administración no le pudo mostrar a quienes vinieron un Mutis mariquiteño. Ese Mutis hay que hacerlo. Y no existe por la sencilla de razón de que esta alcaldía, y las anteriores, fueron incapaces de estructurar un equipo de académicos e investigadores para que dieran cuenta del legado histórico de Mutis.
Aún hay tiempo para que Mariquita le muestre al ciudadano común y corriente que la visita un Mutis mariquiteño. Lo mismo deberá hacer Honda, Ambalema y Falán, y todos aquellos sitios donde estuvo Mutis.
No sé qué pensarán los alcaldes del norte del Tolima. ¿Será que se van a contentar solamente con el evento mediático del pasado 11 de septiembre? Bien que el presidente Uribe haya ofrecido dinero para reubicar a los habitantes del bosque. Ese es un problema social que toca darle solución, pero ese no es el legado de Mutis.
El presidente Uribe pensando en la Ruta Mutis, en su discurso dio a entender que el norte del Tolima poseía un legado histórico que estaba siendo desaprovechado. Era menester que los alcaldes fueran pensando en cómo desarrollar la industrial cultural. ¿Qué tanto saben los alcaldes y los concejales de la industria cultural? Quizás un ejemplo, los ponga a tono. Todos saben que Simón Bolívar meses antes de morir estuvo en Honda en una de sus casonas coloniales y lo que hace la industria cultural es cómo convertir ese hecho histórico en una industria que genere empleo, desarrollo y progreso. Así de fácil.
Ojalá no volvamos a repetir la historia de hace veinticinco años.
Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 114, octubre de 2008. p. 4
En 1983, hace veinticinco años, con ocasión del lanzamiento de la Segunda Expedición Botánica se dio un evento muy parecido a lo que aconteció el pasado 11 de septiembre con el bicentenario de la muerte de Mutis. ¿Qué quedó de ese acontecimiento ya bastante lejano y que la memoria de los habitantes del norte del Tolima empieza a olvidar? ¿Se benefició en algo el norte del Tolima? Creo que la respuesta es unánime: nada.
A excepción de Honda, los demás municipios del norte del Tolima poca idea tienen de lo que significa un legado histórico. En Falán han sido incapaces de explotar el legado de la minería de la plata; Ambalema ya nadie recuerda el legado tabacalero que la hizo famosa en Inglaterra y Alemania; Mariquita ni se diga, no saben qué tienen; esta es la explicación del por qué en la efemérides de Mutis la administración municipal fue una convidada de piedra.
En el diario de Mutís, y lo que se ha dicho sobre Mutis que es mucho, se puede deducir que las actividades botánicas no sólo fueron en los alrededores de Mariquita, sino en una comarca bastante extensa que iba hasta San Luis. El caserío de Mariquita solo era el centro de operaciones. Y es explicable que ello fuera así. Para finales del siglo XVIII, Honda era un centro comercial de primer orden igual que Mompox y Cartagena, y lo que buscó el botánico fue un
sitio estratégico y equidistante para emprender sus caminatas científicas.
Valga recordar que en Mariquita, pensando en el bicentenario, algunos propusieron crear un comité para hacer un evento a la altura de la efemérides. Quien más impulsó esa idea fue Hernando López, golpeó las puertas de las diversas administraciones sin ser escuchado. La idea de López era sencilla pero eficaz: desarrollar un proyecto científico, académico y de industria cultural.
Años más recientes con Hernán Cuartas en la alcaldía, aprovechando una reunión de burócratas que llegaron a Mariquita para hablar de Mutis, Armando Salcedo le entregó a él y al presidente de la Fundación Mariano Ospina Pérez unos lineamientos generales de lo que se podía hacer y mostrar con ocasión del bicentenario de Mutis. Se recibió respuesta de Mariano Ospina Hernández presidente de la Fundación acogiendo las ideas, pero del señor Cuartas solo fue el silencio y la displicencia.
Esta es la explicación del por qué con ocasión de la efemérides, la actual administración no le pudo mostrar a quienes vinieron un Mutis mariquiteño. Ese Mutis hay que hacerlo. Y no existe por la sencilla de razón de que esta alcaldía, y las anteriores, fueron incapaces de estructurar un equipo de académicos e investigadores para que dieran cuenta del legado histórico de Mutis.
Aún hay tiempo para que Mariquita le muestre al ciudadano común y corriente que la visita un Mutis mariquiteño. Lo mismo deberá hacer Honda, Ambalema y Falán, y todos aquellos sitios donde estuvo Mutis.
No sé qué pensarán los alcaldes del norte del Tolima. ¿Será que se van a contentar solamente con el evento mediático del pasado 11 de septiembre? Bien que el presidente Uribe haya ofrecido dinero para reubicar a los habitantes del bosque. Ese es un problema social que toca darle solución, pero ese no es el legado de Mutis.
El presidente Uribe pensando en la Ruta Mutis, en su discurso dio a entender que el norte del Tolima poseía un legado histórico que estaba siendo desaprovechado. Era menester que los alcaldes fueran pensando en cómo desarrollar la industrial cultural. ¿Qué tanto saben los alcaldes y los concejales de la industria cultural? Quizás un ejemplo, los ponga a tono. Todos saben que Simón Bolívar meses antes de morir estuvo en Honda en una de sus casonas coloniales y lo que hace la industria cultural es cómo convertir ese hecho histórico en una industria que genere empleo, desarrollo y progreso. Así de fácil.
Ojalá no volvamos a repetir la historia de hace veinticinco años.
Mariquita, en las garras de la oclocracia
Armando Moreno Sandoval
Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 113, agosto-septiembre de 2008, p. 4
Es posible que algunos actores de la política no tengan idea de lo que significó para el desarrollo de la democracia el filósofo italiano Norberto Bobbio. Esta anotación valga señalarla porque un estudio reciente que indagaba cómo era la formación intelectual de los políticos concluía que algunos no sabían para qué habían sido elegidos. Este vacío intelectual de quienes ejercen la política ha llevado en los últimos años a las instituciones del Estado a estar en manos de los menos idóneos. Esta situación ocurre porque los ciudadanos tampoco entienden para qué sirve la democracia, situación ésta que permite elegir al que más prebendas y demagogia ofrece.
Lastimosamente donde más se observa esta situación es en los municipios donde la abstención es visible. A pesar de que la mayoría no participa electoralmente, esta misma ciudadanía está cansada que los encargados de manejar los dineros de los contribuyentes (léase alcaldes, concejales y funcionarios) no sean los más indicados y sean individuos que llegan a los puestos a pelechar del erario público y no a servirle a la comunidad.
En sociedades donde la democracia ha alcanzado una mayoría de edad, como en Europa o en Estados Unidos, existe un empleado que es visto con malos ojos y ese es el funcionario público. La bronca tiene una explicación: pues los ciudadanos consideran que es un “vago” que vive a la expensa del trabajo de los otros, es decir, del dinero de quienes pagan impuestos.
Esta bronca que aun no ha llegado a estas sociedades que llaman subdesarrolladas o del Tercer Mundo tiene una explicación: los ciudadanos creen que los funcionarios se ganan el sueldo con los dineros que les gira el Estado. Lo que no saben los ciudadanos es que los sueldos y los viáticos que se ganan los funcionarios es el resultado de los diversos impuestos que se deben pagar con el sudor del trabajo.
Esta ineficiencia de algunos funcionarios públicos es la responsable que un alcalde con buenas intenciones de servirle a la comunidad termine gastando su popularidad en menos de que cante un gallo. Tan así que a unos cuantos meses del ejercicio del poder la popularidad que tuvieron para ganarse la alcaldía comienza a quedar en entredicho.
Si hay un funcionario en el norte del Tolima que sus amiguetes le están desgastando su popularidad, sin lugar a dudas, es al alcalde Juan Carlos Acero del municipio de Mariquita. Sintomático que no sean sus detractores políticos quienes lo estén desgastando, sino quienes estuvieron en la misma tolda de campaña.
Aunque no tengo pena en confesarlo, vote por Juan Carlos Acero y aun no estoy arrepentido. Vote por él porque me pareció interesante la visión que tenía sobre la administración pública: cual era de hacerla eficiente, desburocratizada y ajena de todo clientelismo. Entre las críticas que le hacen a la administración es la excesiva burocracia, amén de un equipo de trabajo que según los entendidos está dando mucho de que hablar por ser bastante nulo en el manejo de lo público.
El oráculo de la democracia como lo fue Norberto Bobbio, concebía la política como una ola. Señalaba Bobbio que el deber de un líder era permanecer en lo posible en la cresta de la ola y que cuando iba en picada lo mejor era cambiar de colaboradores para enfrentar nuevos retos.
Cuando le preguntaron al matemático inglés Isaac Newton cómo había concebido la ley de la gravedad, solo atinó a sugerir con humildad que se había parado sobre los hombros de los hombres de mentes más gigantes que la de él. Este consejo de Newton deberían de seguirlo los alcaldes. En vez de rodearse de individuos carentes de ideas, deberían de rodarse de individuos con mentes más gigantes que la de ellos mismos. No obstante, el miedo de un alcalde o de un político de enfrentarse a sus colaboradores cuando su propia popularidad va en picada es la razón por la cual termina, para desgracia de los pueblos, entregando la administración pública a las garras de la oclocracia.
Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 113, agosto-septiembre de 2008, p. 4
Es posible que algunos actores de la política no tengan idea de lo que significó para el desarrollo de la democracia el filósofo italiano Norberto Bobbio. Esta anotación valga señalarla porque un estudio reciente que indagaba cómo era la formación intelectual de los políticos concluía que algunos no sabían para qué habían sido elegidos. Este vacío intelectual de quienes ejercen la política ha llevado en los últimos años a las instituciones del Estado a estar en manos de los menos idóneos. Esta situación ocurre porque los ciudadanos tampoco entienden para qué sirve la democracia, situación ésta que permite elegir al que más prebendas y demagogia ofrece.
Lastimosamente donde más se observa esta situación es en los municipios donde la abstención es visible. A pesar de que la mayoría no participa electoralmente, esta misma ciudadanía está cansada que los encargados de manejar los dineros de los contribuyentes (léase alcaldes, concejales y funcionarios) no sean los más indicados y sean individuos que llegan a los puestos a pelechar del erario público y no a servirle a la comunidad.
En sociedades donde la democracia ha alcanzado una mayoría de edad, como en Europa o en Estados Unidos, existe un empleado que es visto con malos ojos y ese es el funcionario público. La bronca tiene una explicación: pues los ciudadanos consideran que es un “vago” que vive a la expensa del trabajo de los otros, es decir, del dinero de quienes pagan impuestos.
Esta bronca que aun no ha llegado a estas sociedades que llaman subdesarrolladas o del Tercer Mundo tiene una explicación: los ciudadanos creen que los funcionarios se ganan el sueldo con los dineros que les gira el Estado. Lo que no saben los ciudadanos es que los sueldos y los viáticos que se ganan los funcionarios es el resultado de los diversos impuestos que se deben pagar con el sudor del trabajo.
Esta ineficiencia de algunos funcionarios públicos es la responsable que un alcalde con buenas intenciones de servirle a la comunidad termine gastando su popularidad en menos de que cante un gallo. Tan así que a unos cuantos meses del ejercicio del poder la popularidad que tuvieron para ganarse la alcaldía comienza a quedar en entredicho.
Si hay un funcionario en el norte del Tolima que sus amiguetes le están desgastando su popularidad, sin lugar a dudas, es al alcalde Juan Carlos Acero del municipio de Mariquita. Sintomático que no sean sus detractores políticos quienes lo estén desgastando, sino quienes estuvieron en la misma tolda de campaña.
Aunque no tengo pena en confesarlo, vote por Juan Carlos Acero y aun no estoy arrepentido. Vote por él porque me pareció interesante la visión que tenía sobre la administración pública: cual era de hacerla eficiente, desburocratizada y ajena de todo clientelismo. Entre las críticas que le hacen a la administración es la excesiva burocracia, amén de un equipo de trabajo que según los entendidos está dando mucho de que hablar por ser bastante nulo en el manejo de lo público.
El oráculo de la democracia como lo fue Norberto Bobbio, concebía la política como una ola. Señalaba Bobbio que el deber de un líder era permanecer en lo posible en la cresta de la ola y que cuando iba en picada lo mejor era cambiar de colaboradores para enfrentar nuevos retos.
Cuando le preguntaron al matemático inglés Isaac Newton cómo había concebido la ley de la gravedad, solo atinó a sugerir con humildad que se había parado sobre los hombros de los hombres de mentes más gigantes que la de él. Este consejo de Newton deberían de seguirlo los alcaldes. En vez de rodearse de individuos carentes de ideas, deberían de rodarse de individuos con mentes más gigantes que la de ellos mismos. No obstante, el miedo de un alcalde o de un político de enfrentarse a sus colaboradores cuando su propia popularidad va en picada es la razón por la cual termina, para desgracia de los pueblos, entregando la administración pública a las garras de la oclocracia.
Honda milenario
Armando Moreno Sandoval
Publicado en El Puente, Honda, año 10. No 112, julio de 2008, p. 4
La idea de que solo tenemos Historia a partir de la llegada de los españoles es, además de equivocada, un sentimiento de querer seguir siendo conquistados y dominados. Es aceptar que quienes llegaron antes de los españoles no hicieron Historia. Es creer que nuestros primeros antepasados carecen de registros históricos.
Esta equivocación histórica es lo que ha llevado a muchos pueblos, entre ellos a Honda y a Mariquita, a creer que su Historia comienza con los españoles. Es por eso que en Mariquita se ufanan en creer, y con fechas aun no comprobadas en registros históricos de la época, de que la historia de Mariquita tiene menos de 500 años.
Algo parecido le pasa también a Honda. En este pueblo de pescadores la élite de historiadores locales aún no se ha puesto de acuerdo sobre la fecha española de su fundación.
La pregunta que surge es para qué desgastarnos con fechas qué poco o nada dicen, cuando, en verdad, la Historia de estos pueblos es mucho más antigua.
El antropólogo y arqueólogo Arturo Cifuentes por fechas de radiocarbono 14 demostró que hace cerca de 2.100 años ya había gente viviendo en los ardedores del Salto de Onda (la escribo sin H porque así se escribía hace cerca de 450 años). Cuentan sus investigaciones que además de pescadores eran agricultores y cazadores.
Pero, la investigación que más sorprende es la del antropólogo y arqueozoólogo Germán Peña, profesor e investigador del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia. Lo interesante de sus investigaciones es que partiendo de la arqueoictiología, —la ciencia que investiga cuáles eran las especies de agua más vulnerables para el consumo humano— nos indica que el poblamiento alrededor del Salto de Onda no data de hace 2.100 años, sino que comienza entre 2.400 y 2.450 años, es decir, 850 y 900 años antes de que llegaran los españoles.
Lo que más sorprende de sus investigaciones es que hace más de 2.400 años —como lo hacen hoy en día muchas familias en sus casas— los habitantes del Salto de Onda acompañaban los viudos de bocachico, nicuro, capaz o bagre con aguacates y mazorcas de maíz que cultivaban en los alrededores de sus casas, y con papa traída del altiplano cundiboyacense. Sus investigaciones también dicen que cuando no había subienda su dieta alimenticia estaba acompañada —dependiendo de la época— por carne de guatín, venado, anfibios, reptiles y aves.
Lo que quiero insinuar con estas investigaciones es que no tiene sentido que celebremos con alboroto el poblamiento de estas tierras a partir de la conquista española, sino que debemos comenzar a preguntarnos cuándo fue que llegaron los primeros pobladores.
Para abandonar este exabrupto histórico es bueno recordar que la conquista española fue despiadada, brutal y sanguinaria, amén de quienes llegaron. Algunos documentos del Archivo General de la Nación en Bogotá señalan que Francisco Núñez Pedroso fue un personaje que además de haber intentando matar con otros compinches a Francisco Pizarro, huía del Perú por asesino y ladrón. También señalan los documentos que cuando la Real Audiencia a mediados del siglo XVI le concedió la capitulación para que viniera a recorrer las tierras de lo que hoy en día se conoce como Mariquita y Honda, llegó con otros malhechores matando niños, degollando y cortando cabezas, abriéndoles los vientres a las mujeres embarazadas y empalando a cuanto aborigen le viniera en gana.
Los Hondanos ya no tienen por qué preocuparse por la fundación de Honda a partir de la conquista española. Pues, su verdadera fundación comienza con los primeros asentamientos y hasta que no se demuestre lo contrario con nuevas investigaciones esta fue hace más de 2.450 años.
No sé de qué se ufanan aquellos que quieren seguir pensando la Historia de estos pueblos a partir de la conquista española, que de por sí además de reciente tuvo gran dosis de violencia.
Valdría la pena que los alcaldes, concejales y profesores de colegios la repensaran.
martes, noviembre 25, 2008
Jesse James, Gran Bandido. Sus proezas, su fama y su muerte
Por: José Martí
(Esta crónica fue publicada por el poeta, cronista y ensayista cubano en “La Opinión Nacional” en Caracas en 1882).
Estos días que para Nueva York fueron de fiesta, han sido de agitación grande en Missouri, donde había un bandido de frente alta, hermoso rostro y mano hecha a matar, que no robaba bolsas sino bancos; ni casas sino pueblos; ni asaltaba balcones sino trenes. Era héroe de la selva. Su bravura era tan grande, que las gentes de su tierra se la estimaban por sobre sus crímenes. Y no nació de padre ruin, sino de clérigo, ni parecía villano, sino caballero, ni casó con mala mujer, sino con maestra de escuela. Y hay quien dice que fue cacique político, en una de sus estaciones de reposo, o que vivía amparado de nombre falso, y vino como cacique a elegir Presidente a la última convención de los demócratas. Están las tierras de Missouri y las de Kansas llenas de recio monte y de cerradas arboledas. Jesse James y los suyos conocían los recodos de la selva, los escondrijos de los caminos, los vados de los pantanos, los árboles huecos. Su casa era armería, y su cinto otra, porque llevaba a la cintura dos grandes fajas, cargadas de revólveres. Empezó a vivir cuando había guerra, y arrancó la vida a mucho hombre barbado, cuando el aun no tenía barba. En tiempo de Alba, hubiera sido capitán de tercio en Flandes. En tiempos de Pizarro, buen teniente suyo. En estos tiempos, fue soldado, y luego fue bandido. No fue de aquellos soldados magníficos de Sheridan, que lucharon porque fuera toda esta tierra una, y el esclavo libre, y alzaron el pabellón del Norte en las tenaces fortalezas confederadas. Ni de aquellos otros soldados pacientes, de Grant silencioso, que acorraló a los rebeldes aterrados, como sereno cazador a jabalí hambriento. Fue de los guerrilleros del Sur, para quienes era la bandera de la guerra, escudo de rapiña. Su mano fue instrumento de matar. Dejaba en tierra al muerto, y cargado de botín, iba a hacer reparto generoso con sus compañeros de proezas, que eran tigres menores que lamían la mano de aquel magno tigre.
Y acabó la guerra, y empezó un formidable duelo. De un lado eran los jóvenes bandidos, que se entraban a caballo en las ciudades, llamaban a las puertas de los bancos, sacaban de ellos en pleno día todos los dineros, y ebrios de peligro, que como el vino embriaga, huían lanzando vítores entre las poblaciones consternadas, que se apercibían del crimen cuando ya estaba rematado, y perseguían a los criminales flojamente, y volvían a las puertas del banco vacío, donde parecían aun verse, como figuras de oro que vuelan, las de los bravos jinetes, a los ojos fantásticos del vulgo, embellecidos con la hermosura del atrevimiento. Y de otro lado eran los jueces inhábiles, en aquellas comarcas de ciudades pequeñas y de bosques grandes; los soldados de la comarca, que volvían siempre heridos, o quedaban muertos; los pueblos inquietos, que, ciegos a veces por ese resplandor que tras de sí deja la bravura, veían en el ladrón osado a un caballero del robo, y dejaban latir los corazones conmovidos, cual se conmueven siempre, cuando la buena doctrina del alma no los purifica, ante todo acto extraordinario, aunque sea vil. Así, ante los toros que mueren a mano de los hombres en el circo enrojecido, suelen las damas de España lanzar al aire los grandes abanicos, y descalzarse del pie breve, para arrojarlo al matador, el chapín de seda, y enviarle la rosa roja que prende su mantilla, y batir palmas! Una vez estaba Missouri en feria, y no menos de treinta millares de hombres en la inmensa villa, todos de apuesta y de almuerzo, todos de juegos y de carreras de caballos. Y de súbito, corre miedo pánico. Era que Jesse James había sabido de la fiesta, y cuando tenían las gentes puestos los ojos en las cañas ligeras de los caballeros corredores, cayo con los suyos sobre la casilla de la feria, dio en tierra con los guardianes, y huyo con los copiosos dineros de la entrada. Lo que pareció a los de Missouri crimen que debía ser perdonado por lo hazañoso y gigantesco. Y otras veces esos malvados hundían los codos en sangre. Alzaban en una curva del camino, los hierros de la vía. Ocultábanse, montados en sus veloces caballos, en el soto. Y el tren venía y caía. Y allí era matar a cuantos hiciesen frente al robo inicuo. Allí el llevarse a raudales los dineros. Allí el cargar a sus caballos de grandes barras de oro. Allí el clavar en tierra a cuantos podían mover el tren. Si había taberna rica, y bravo del lugar, a la taberna del lugar iban, a armar guerra los bandidos, porque no se dijese que fatigaba caballo ni manejaba armas, hombre más bravo que los de James. Si se danzaba en las villas Texanas con las hermosas del partido, con el cabo de sus pistolas llamaba Jesse James a la casa de la fiesta, y como de él era la mayor bravura, de él había de ser la más hermosa. Enviaron a cazarle espía famoso, y con un cartel sobre el pecho, atravesado de balazos, hallaron al espía; el cual cartel decía que así habían de morir los que enviaran a la caza. Es aquella de las apartadas comarcas de esta tierra, vida singularísima que desenvuelve en los hombres, en la selva libre, todos los apetitos, todas las suntuosidades, todos los impulsos y todas las elegancias de la fiera! Bien es que el cazador de búfalos, hecho a retar al animal pujante, y a sentarse, como en su propio asiento, en los hijares de la gran res vencida, deje crecer y colgar por los hombros su cabello largo, y tenga el pie robusto hecho a hollar troncos, y la mano a doblarlos, y el corazón a la tempestad, y los ojos empapados de esa mirada solemne y triste de quien mira mucho a la naturaleza y a lo desconocido.
Mas, ¿dónde hallan, cómo quieren hallar diarios y cronistas, hazañas de caballero manchego en ese ensangrentador de los caminos? Bien es que le mató un amigo suyo por la espalda, y por dineros que le ofreció para que le matase, el Gobernador. Bien es que merezca ser echado de la casa de Gobierno, quien para gobernar haya de menester, en vez de vara de justicia, de puñal de asesino. Bien es que da miedo y vergüenza que allá en la casa de la ley, cerca de puerta excusada y en noche oscura, ajustaran el jefe del Estado y un salteador mozo el precio de la vida de un bandido. ¿Pues, que respeto merece el juez, si comete el mismo crimen que el criminal? Sombra era la del soto en que aguardaban a los trenes que habían de robar los de la banda de James, y sombra la del gabinete de gobierno, en que el guardador de la ley ajustó el precio del caudillo de la banda. Y los corregidores que le persiguieron en vida, le sepultaron en féretro suntuosísimo, que de su bolsa pagarán, o de la del Estado: el cadáver fue a ser puesto en tierra de la heredad materna, en tren especial, y no en tren diario: llevaban los cordones del féretro del bandolero los corregidores del lugar y millares de personas, con los ojos húmedos de llanto, acudieron a ver caer en la fosa a aquel que rompió tantas veces con la bala de su pistola el cráneo de los hombres, con la misma quietud serena con que una ardilla quiebra una avellana. Y los empleados de la policía del lugar quedaron arrebatándose la yegua veloz en que montó el bandido.
(Esta crónica fue publicada por el poeta, cronista y ensayista cubano en “La Opinión Nacional” en Caracas en 1882).
Estos días que para Nueva York fueron de fiesta, han sido de agitación grande en Missouri, donde había un bandido de frente alta, hermoso rostro y mano hecha a matar, que no robaba bolsas sino bancos; ni casas sino pueblos; ni asaltaba balcones sino trenes. Era héroe de la selva. Su bravura era tan grande, que las gentes de su tierra se la estimaban por sobre sus crímenes. Y no nació de padre ruin, sino de clérigo, ni parecía villano, sino caballero, ni casó con mala mujer, sino con maestra de escuela. Y hay quien dice que fue cacique político, en una de sus estaciones de reposo, o que vivía amparado de nombre falso, y vino como cacique a elegir Presidente a la última convención de los demócratas. Están las tierras de Missouri y las de Kansas llenas de recio monte y de cerradas arboledas. Jesse James y los suyos conocían los recodos de la selva, los escondrijos de los caminos, los vados de los pantanos, los árboles huecos. Su casa era armería, y su cinto otra, porque llevaba a la cintura dos grandes fajas, cargadas de revólveres. Empezó a vivir cuando había guerra, y arrancó la vida a mucho hombre barbado, cuando el aun no tenía barba. En tiempo de Alba, hubiera sido capitán de tercio en Flandes. En tiempos de Pizarro, buen teniente suyo. En estos tiempos, fue soldado, y luego fue bandido. No fue de aquellos soldados magníficos de Sheridan, que lucharon porque fuera toda esta tierra una, y el esclavo libre, y alzaron el pabellón del Norte en las tenaces fortalezas confederadas. Ni de aquellos otros soldados pacientes, de Grant silencioso, que acorraló a los rebeldes aterrados, como sereno cazador a jabalí hambriento. Fue de los guerrilleros del Sur, para quienes era la bandera de la guerra, escudo de rapiña. Su mano fue instrumento de matar. Dejaba en tierra al muerto, y cargado de botín, iba a hacer reparto generoso con sus compañeros de proezas, que eran tigres menores que lamían la mano de aquel magno tigre.
Y acabó la guerra, y empezó un formidable duelo. De un lado eran los jóvenes bandidos, que se entraban a caballo en las ciudades, llamaban a las puertas de los bancos, sacaban de ellos en pleno día todos los dineros, y ebrios de peligro, que como el vino embriaga, huían lanzando vítores entre las poblaciones consternadas, que se apercibían del crimen cuando ya estaba rematado, y perseguían a los criminales flojamente, y volvían a las puertas del banco vacío, donde parecían aun verse, como figuras de oro que vuelan, las de los bravos jinetes, a los ojos fantásticos del vulgo, embellecidos con la hermosura del atrevimiento. Y de otro lado eran los jueces inhábiles, en aquellas comarcas de ciudades pequeñas y de bosques grandes; los soldados de la comarca, que volvían siempre heridos, o quedaban muertos; los pueblos inquietos, que, ciegos a veces por ese resplandor que tras de sí deja la bravura, veían en el ladrón osado a un caballero del robo, y dejaban latir los corazones conmovidos, cual se conmueven siempre, cuando la buena doctrina del alma no los purifica, ante todo acto extraordinario, aunque sea vil. Así, ante los toros que mueren a mano de los hombres en el circo enrojecido, suelen las damas de España lanzar al aire los grandes abanicos, y descalzarse del pie breve, para arrojarlo al matador, el chapín de seda, y enviarle la rosa roja que prende su mantilla, y batir palmas! Una vez estaba Missouri en feria, y no menos de treinta millares de hombres en la inmensa villa, todos de apuesta y de almuerzo, todos de juegos y de carreras de caballos. Y de súbito, corre miedo pánico. Era que Jesse James había sabido de la fiesta, y cuando tenían las gentes puestos los ojos en las cañas ligeras de los caballeros corredores, cayo con los suyos sobre la casilla de la feria, dio en tierra con los guardianes, y huyo con los copiosos dineros de la entrada. Lo que pareció a los de Missouri crimen que debía ser perdonado por lo hazañoso y gigantesco. Y otras veces esos malvados hundían los codos en sangre. Alzaban en una curva del camino, los hierros de la vía. Ocultábanse, montados en sus veloces caballos, en el soto. Y el tren venía y caía. Y allí era matar a cuantos hiciesen frente al robo inicuo. Allí el llevarse a raudales los dineros. Allí el cargar a sus caballos de grandes barras de oro. Allí el clavar en tierra a cuantos podían mover el tren. Si había taberna rica, y bravo del lugar, a la taberna del lugar iban, a armar guerra los bandidos, porque no se dijese que fatigaba caballo ni manejaba armas, hombre más bravo que los de James. Si se danzaba en las villas Texanas con las hermosas del partido, con el cabo de sus pistolas llamaba Jesse James a la casa de la fiesta, y como de él era la mayor bravura, de él había de ser la más hermosa. Enviaron a cazarle espía famoso, y con un cartel sobre el pecho, atravesado de balazos, hallaron al espía; el cual cartel decía que así habían de morir los que enviaran a la caza. Es aquella de las apartadas comarcas de esta tierra, vida singularísima que desenvuelve en los hombres, en la selva libre, todos los apetitos, todas las suntuosidades, todos los impulsos y todas las elegancias de la fiera! Bien es que el cazador de búfalos, hecho a retar al animal pujante, y a sentarse, como en su propio asiento, en los hijares de la gran res vencida, deje crecer y colgar por los hombros su cabello largo, y tenga el pie robusto hecho a hollar troncos, y la mano a doblarlos, y el corazón a la tempestad, y los ojos empapados de esa mirada solemne y triste de quien mira mucho a la naturaleza y a lo desconocido.
Mas, ¿dónde hallan, cómo quieren hallar diarios y cronistas, hazañas de caballero manchego en ese ensangrentador de los caminos? Bien es que le mató un amigo suyo por la espalda, y por dineros que le ofreció para que le matase, el Gobernador. Bien es que merezca ser echado de la casa de Gobierno, quien para gobernar haya de menester, en vez de vara de justicia, de puñal de asesino. Bien es que da miedo y vergüenza que allá en la casa de la ley, cerca de puerta excusada y en noche oscura, ajustaran el jefe del Estado y un salteador mozo el precio de la vida de un bandido. ¿Pues, que respeto merece el juez, si comete el mismo crimen que el criminal? Sombra era la del soto en que aguardaban a los trenes que habían de robar los de la banda de James, y sombra la del gabinete de gobierno, en que el guardador de la ley ajustó el precio del caudillo de la banda. Y los corregidores que le persiguieron en vida, le sepultaron en féretro suntuosísimo, que de su bolsa pagarán, o de la del Estado: el cadáver fue a ser puesto en tierra de la heredad materna, en tren especial, y no en tren diario: llevaban los cordones del féretro del bandolero los corregidores del lugar y millares de personas, con los ojos húmedos de llanto, acudieron a ver caer en la fosa a aquel que rompió tantas veces con la bala de su pistola el cráneo de los hombres, con la misma quietud serena con que una ardilla quiebra una avellana. Y los empleados de la policía del lugar quedaron arrebatándose la yegua veloz en que montó el bandido.
miércoles, septiembre 17, 2008
James Carter en la Universidad de la Habana
(Discurso del Ex presidente de los Estados Unidos de América, James Carter. Universidad de la Habana. La Habana, Cuba. Mayo 14 de 2001)
Señor
Presidente Castro;
Ministros del Gobierno;
Otros distinguidos invitados;
Señor Rector;
Profesores y estudiantes:
Aprecio debidamente la invitación extendida por el señor Presidente Castro para que yo visite Cuba, y estoy encantado con la hospitalidad que hemos recibido desde nuestra llegada.
Es un gran honor tener la oportunidad de dirigirme al pueblo cubano.
Hace un siglo, y después de una larga y agonizante gesta, Cuba alcanzó su independencia, y comenzó a desarrollarse una compleja relación entre nuestros dos países. Las grandes potencias de Europa y Asia consideraban al "imperialismo" como un orden natural de la época y esperaban que los Estados Unidos colonizara a Cuba, en la forma en que los europeos lo habían hecho en el África. Sin embargo, Estados Unidos prefirió apoyar para que Cuba fuera independiente, pero no totalmente. La Enmienda Platt le dio a mi país el derecho de intervenir en los asuntos internos de Cuba, hasta que, en mayo de 1934, el presidente Franklin Roosevelt tuvo la sabiduría de revocar esta enmienda.
Hace más de 43 años se derrocó al dictador Fulgencio Batista, y unos pocos años después, durante la guerra fría, la Revolución cubana se alineó con la Unión Soviética. Desde entonces, nuestros dos pueblos vecinos han seguido rutas filosóficas y políticas distintas.
La dura realidad es que ni los Estados Unidos ni Cuba han logrado definir una relación que sea positiva y beneficiosa. ¿Será posible que este nuevo siglo pueda encontrar a dos pueblos vecinos que vivan en paz y armonía? He venido aquí en busca de una respuesta a esta pregunta.
Hay algunos en Cuba que piensan que la respuesta sencilla es que los Estados Unidos termine el embargo, y hay otros en mi país que creen que la respuesta es que el Presidente de Cuba deje el poder y permita elecciones libres. No hay duda que este asunto merece una evaluación más profunda.
He vuelto a revisar la compleja historia (preparándome para mis conversaciones con el Presidente Castro) y he comprendido que no hay respuestas sencillas. No he venido acá a interferir en los asuntos internos de Cuba, sino a extender una mano de amistad hacia el pueblo cubano y ofrecer una visión del futuro para nuestros dos países y para las Américas.
Esta es una visión que incluye a una Cuba totalmente integrada en un hemisferio democrático, que participa en el Área de Libre Comercio de las Américas y, con ciudadanos que viajan sin restricciones, para visitarse entre sí. Quiero ver un programa masivo de intercambio estudiantil entre nuestras universidades. Quiero que los pueblos de los Estados Unidos y Cuba compartan mucho más que su afición por el juego de pelota (béisbol) —esta noche, más tarde, vamos a un juego de pelota (Risas), y espero que pueda lanzar en el béisbol primero— y la maravillosa música. Quiero que lleguemos a ser amigos y nos respetemos unos a otros.
Durante 42 años, nuestras dos naciones se han encontrado atrapadas en un dañino estado de beligerancia. Ha llegado la hora en la que debemos cambiar nuestras relaciones y la forma en la que pensamos y hablamos uno del otro. Debido a que los Estados Unidos es la nación más poderosa, somos nosotros quienes debemos dar el primer paso.
En primer lugar, tengo la esperanza de que el Congreso de los Estados Unidos pronto actuará para permitir viajar sin restricción entre los Estados Unidos y Cuba, establecer relaciones de comercio abiertas y revocar el embargo. Debo también añadir, que este tipo de restricciones no son la causa de los problemas económicos de Cuba. Cuba tiene intercambio comercial con más de 100 naciones, y, por ejemplo, puede comprar medicinas a mejor precio en México que en los Estados Unidos. Pero el embargo congela el presente impasse, induce a la ira y al resentimiento, restringe la libertad de los ciudadanos de los Estados Unidos y dificulta el que podamos intercambiar ideas y mostrar respeto.
En segundo lugar, tengo la esperanza de que Cuba y los Estados Unidos puedan resolver, con alguna creatividad, las disputas relativas a derechos de propiedades antiguas, que han durado cuarenta años. En muchos casos estamos debatiendo reclamos sobre ingenios azucareros decrépitos, una empresa de teléfonos que es una antigüedad y muchas otras pertenencias obsoletas. La mayor parte de las compañías norteamericanas, ya han absorbido sus pérdidas, pero hay otras compañías que todavía quieren ser compensadas, y muchos cubanos que huyeron de la Revolución mantienen un apego sentimental por sus casas.
En 1979, cuando, como presidente, normalicé las relaciones con China, resolvimos un problema similar. Yo propongo que nuestros dos países establezcan una comisión de ciudadanos notables para examinar, en una forma positiva y constructiva, las preocupaciones legítimas de todas las partes involucradas.
Tercero, algunos de aquellos que abandonaron esta hermosa isla han demostrado claramente que la clave para alcanzar una economía boyante es el uso de las capacidades empresariales individuales. Pero hay unos cubanos en el sur de la Florida, que siguen molestos en relación a su salida y a sus familias divididas. Tenemos que definir un futuro que pueda servir como un puente de reconciliación entre Cuba y los Estados Unidos.
¿Es posible establecer este tipo de relaciones normales? Yo creo que sí. Con la excepción de la estancada relación entre Cuba y Estados Unidos, el mundo ha cambiado mucho, especialmente en América Latina y el Caribe. Hace relativamente poco tiempo, en el año 1977, cuando yo asumí la presidencia, en América del Sur había solamente dos democracias y en América Central apenas una. En la actualidad, casi todos los países en las Américas son democracias.
No uso la definición de "democracia" de los Estados Unidos. El término se halla consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que Cuba firmó en 1948 y este ha sido definido muy precisamente por los demás países de las Américas en la Carta Democrática Inter-Americana en el pasado mes de septiembre. Se basa sobre premisas muy sencillas: todos los ciudadanos nacen con el derecho de escoger sus propios líderes, de definir su propio destino, de hablar libremente, de organizar partidos, sindicatos y grupos no gubernamentales, y de tener procesos legales abiertos y justos.
Solamente esos gobiernos pueden ser miembros de la OEA, pueden ingresar en el Área de Libre Comercio de las Américas o participar en las cumbres de las Américas. En la actualidad, cualquier régimen que tome el poder en forma inconstitucional estará sujeto al ostracismo. Esto fue demostrado con el rechazo al golpe de estado suscitado en Venezuela el mes pasado.
La democracia es un marco que permite a las personas acomodarse a los tiempos cambiantes y corregir los errores del pasado. Desde nuestra independencia, Estados Unidos se ha librado de la esclavitud, ha otorgado el derecho de voto a la mujer, ha concluido con casi un siglo de discriminación racial legal, y justamente en este año ha reformado sus leyes electorales, para corregir los problemas que enfrentamos en la Florida hace dieciocho meses.
Cuba ha adoptado un gobierno socialista donde no se permite que su pueblo organice ningún tipo de movimientos de oposición. Su constitución reconoce la libertad de expresión y de asociación, pero otras leyes niegan estas libertades a aquellos que no están de acuerdo con el gobierno.
En cuanto a los derechos humanos, tampoco podemos decir que mi nación es perfecta. Un número de nuestros ciudadanos se halla encarcelado en prisiones, y hay poca duda que la pena de muerte se impone más duramente sobre aquellos que son pobres, negros o se encuentran mentalmente enfermos. Durante más de un cuarto de siglo, no hemos logrado garantizar para nuestro pueblo el derecho básico al cuidado universal de la salud. Sin embargo, las garantías de las libertades civiles ofrecen a todo ciudadano la oportunidad de cambiar estas leyes.
Este derecho fundamental también ha sido garantizado para los cubanos. Es grato ver que los artículos 63 y 88 de su Constitución, facultan a los ciudadanos para presentar una petición ante la Asamblea Nacional para autorizar un referéndum que cambie las leyes si 10 000 o más ciudadanos la firman. He sido informado que tal esfuerzo, conocido bajo el nombre del Proyecto Varela, ha logrado suficientes firmas y ha presentado una petición de esta naturaleza ante la Asamblea Nacional. Cuando los cubanos ejerzan este derecho para pacíficamente cambiar sus leyes mediante un voto directo, el mundo verá cómo son los cubanos y no los extranjeros, quienes decidirán el futuro de este país.
Cuba tiene un extraordinario sistema de cuidado de la salud y de educación universal, pero el mes pasado, la mayor parte de los gobiernos de América Latina se unieron a la mayoría de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para solicitar a Cuba que cumpla con las normas universalmente aceptadas, referentes a las libertades civiles. Quisiera pedir que ustedes permitan al Comité Internacional de la Cruz Roja que visite las prisiones y que reciban al Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para que examine temas como el de los prisioneros de conciencia y el trato a los reclusos. Estas visitas podrían ayudar a refutar una serie de críticas injustificadas.
Las encuestas de opinión pública indican que la mayoría de las personas en los Estados Unidos quisiera ver que el embargo económico termine, que los viajes entre nuestros dos países sean normales, que exista amistad entre nuestros pueblos, y que Cuba sea bienvenida dentro de la comunidad de democracias en las Américas. Al mismo tiempo, la mayor parte de mis conciudadanos considera que los asuntos relativos a la libertad económica y política tienen que ser definidos por el pueblo de Cuba.
Después de 43 años de sentimientos llenos de animosidad, esperamos que en el futuro cercano, ustedes puedan extender su mano sobre esta gran división que separa a nuestros dos países y digan: "estamos listos para unirnos a la comunidad de democracias", y espero que pronto, el pueblo de los Estados Unidos, también pueda abrir sus brazos y decir: "les damos la bienvenida como nuestros amigos".
Muchas gracias (Aplausos).
martes, septiembre 16, 2008
¿Sobreviviremos sin sexo?
Armando Moreno Sandoval
Cuando los científicos Ian Wilmut y Keith Campbell del Instituto Roslin de Escocía dieron al mundo, el 23 de febrero de 1997, la noticia de que habían clonado una oveja llamada Dolly más de medio mundo pegó el grito en el cielo.
Aunque el avance científico es de admirar, el impacto fue otro en la mentalidad popular. La gente se preguntaba —y con razón— cómo era posible que una oveja no tuviera papá y mamá, y cómo así que en vez de haber necesitado un par de ovejas —un macho y una hembra— para su procreación, la famosa oveja clonada había sido el resultado de una técnica de reproducción desarrollada en un laboratorio. Otros se preguntaban qué iba a pasar con el sexo. Algunos que estaban perplejos y escandalizados con la noticia llegaron a vaticinar que así como iba la ciencia era muy posible que en un futuro la humanidad para reproducirse el sexo fuera cosa del pasado.
Meses después, quien mejor recogió las inquietudes de la mentalidad popular fue el Premio Nóbel de Medicina y biólogo francés Francois Jacob. Este científico reflexionaba, pensando en el avance de la ciencia, que si con la aparición de la píldora anticonceptiva la humanidad se daba el lujo de tener sexo pero no hijos y que con la fertilización in vitro se podía tener hijos pero no sexo, no había lugar a dudas que con la clonación la humanidad para reproducirse no necesitaría ni del sexo, ni de hijos.
Sin embargo, el avance científico de que la humanidad puede prescindir de algunos de los dos para reproducirse — ya sea el hombre o la mujer—parece no ser una estrategia exclusiva del ser humano, ni tan nueva como parece.
La comunidad científica anglosajona cuenta en sus últimas noticias que hay especies vivientes que no se reproducen sexualmente. El pez amazónico hembra llamado molly es un ejemplo de ello, pues, por más de 70.000 años ha logrado sobrevivir sin sexo para reproducirse.
En términos científicos molly es una especie ginogenética, es decir, que su especie solo está formada por hembras. Los científicos han considerado que si molly ha logrado sobrevivir todos esos miles de años, es gracias a que interactúa con machos de otras especies para desencadenar el proceso de reproducción.
Pero, lo interesante del juego de molly es que el uso de los machos es solo un truco, pues solo emplean a los machos para activar sus óvulos sin hacer uso ni del esperma, ni de su material genético.
Lo que sorprende del pez molly es que el grito que pegó la humanidad con la clonación de Dolly, era eso, un simple grito, pues la naturaleza lo estaba haciendo bastante miles de años atrás.
Sin tanto aspaviento, lo que hace molly y otras especies asexuales es poner en práctica una técnica de reproducción llamada ginogénesis. Es decir, que sus descendientes al ser clones de su madre no heredan ningún material del ADN del padre.
La pregunta que se hacen los científicos es por qué estas especies no se extinguen. El interrogante lo hacen porque para los científicos está claro que una especie que se reproduce asexualmente experimenta cambios genéticos que tarde o temprano conducen a su extinción.
Si bien esta es la preocupación —y con razón porque es el futuro de la humanidad— la naturaleza tiene respuestas sabias que aún la ciencia no le ha encontrado su explicación. Ahí está la salamandra que, al igual que el pez molly, se reproduce también por ginogénesis y ha logrado sobrevivir por más de un millón de años.
Si la humanidad parece ir por el camino de la clonación, bien valdría preguntarnos qué pasará hacia el futuro: ¿se extinguirá? ¿Aprenderá del pez molly, de la salamandra? Aun no lo sabemos.
Cuando los científicos Ian Wilmut y Keith Campbell del Instituto Roslin de Escocía dieron al mundo, el 23 de febrero de 1997, la noticia de que habían clonado una oveja llamada Dolly más de medio mundo pegó el grito en el cielo.
Aunque el avance científico es de admirar, el impacto fue otro en la mentalidad popular. La gente se preguntaba —y con razón— cómo era posible que una oveja no tuviera papá y mamá, y cómo así que en vez de haber necesitado un par de ovejas —un macho y una hembra— para su procreación, la famosa oveja clonada había sido el resultado de una técnica de reproducción desarrollada en un laboratorio. Otros se preguntaban qué iba a pasar con el sexo. Algunos que estaban perplejos y escandalizados con la noticia llegaron a vaticinar que así como iba la ciencia era muy posible que en un futuro la humanidad para reproducirse el sexo fuera cosa del pasado.
Meses después, quien mejor recogió las inquietudes de la mentalidad popular fue el Premio Nóbel de Medicina y biólogo francés Francois Jacob. Este científico reflexionaba, pensando en el avance de la ciencia, que si con la aparición de la píldora anticonceptiva la humanidad se daba el lujo de tener sexo pero no hijos y que con la fertilización in vitro se podía tener hijos pero no sexo, no había lugar a dudas que con la clonación la humanidad para reproducirse no necesitaría ni del sexo, ni de hijos.
Sin embargo, el avance científico de que la humanidad puede prescindir de algunos de los dos para reproducirse — ya sea el hombre o la mujer—parece no ser una estrategia exclusiva del ser humano, ni tan nueva como parece.
La comunidad científica anglosajona cuenta en sus últimas noticias que hay especies vivientes que no se reproducen sexualmente. El pez amazónico hembra llamado molly es un ejemplo de ello, pues, por más de 70.000 años ha logrado sobrevivir sin sexo para reproducirse.
En términos científicos molly es una especie ginogenética, es decir, que su especie solo está formada por hembras. Los científicos han considerado que si molly ha logrado sobrevivir todos esos miles de años, es gracias a que interactúa con machos de otras especies para desencadenar el proceso de reproducción.
Pero, lo interesante del juego de molly es que el uso de los machos es solo un truco, pues solo emplean a los machos para activar sus óvulos sin hacer uso ni del esperma, ni de su material genético.
Lo que sorprende del pez molly es que el grito que pegó la humanidad con la clonación de Dolly, era eso, un simple grito, pues la naturaleza lo estaba haciendo bastante miles de años atrás.
Sin tanto aspaviento, lo que hace molly y otras especies asexuales es poner en práctica una técnica de reproducción llamada ginogénesis. Es decir, que sus descendientes al ser clones de su madre no heredan ningún material del ADN del padre.
La pregunta que se hacen los científicos es por qué estas especies no se extinguen. El interrogante lo hacen porque para los científicos está claro que una especie que se reproduce asexualmente experimenta cambios genéticos que tarde o temprano conducen a su extinción.
Si bien esta es la preocupación —y con razón porque es el futuro de la humanidad— la naturaleza tiene respuestas sabias que aún la ciencia no le ha encontrado su explicación. Ahí está la salamandra que, al igual que el pez molly, se reproduce también por ginogénesis y ha logrado sobrevivir por más de un millón de años.
Si la humanidad parece ir por el camino de la clonación, bien valdría preguntarnos qué pasará hacia el futuro: ¿se extinguirá? ¿Aprenderá del pez molly, de la salamandra? Aun no lo sabemos.
lunes, septiembre 15, 2008
Henry Patiño Murillo: hoy todo es recuerdo
Armando Moreno Sandoval
[Henry Patiño Murillo y Alfonso López Michelsen, año 1964. Club del Comercio en Ibagué]
Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 110, abril de 2008, p. 4
Hace unas pocas semanas timbró el teléfono. Lo tomé y le activé el altavoz.
—Alo… lo escucho.
—Soy yo, Henry, estoy en Mariquita. Escriba la dirección. Lo espero.
Era un sábado a mediodía. Hacía bochorno. A las seis y media de la tarde llegué a su casa. Los nudillos de los dedos hicieron un sonido seco: toc! toc!. Segundos después un hombre enjuto abría la puerta. No lo creía, era Henry.
—Alo… lo escucho.
—Soy yo, Henry, estoy en Mariquita. Escriba la dirección. Lo espero.
Era un sábado a mediodía. Hacía bochorno. A las seis y media de la tarde llegué a su casa. Los nudillos de los dedos hicieron un sonido seco: toc! toc!. Segundos después un hombre enjuto abría la puerta. No lo creía, era Henry.
Aunque a las generaciones actuales, seguramente su nombre pase desapercibido, bueno recordar que hasta que apareció Alberto Santofimio Botero, Henry Patiño estuvo al frente del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) dominando con sus ideas el escenario político del norte del Tolima.
Cuenta Henry Patiño que si militó en el MRL, no cabe duda que su rebeldía política fue heredada seguramente de su abuelo Pacho Patiño, aquel viejo liberal radical de la Guerra de los Mil Días. Recuerda que le dijo su abuelo que con la soga en el cuello y a punto de ser colgado de una de las ramas de la entonces ceiba de Mariquita un conservador en voz alta y firme, dijo: “Yo lo fío”. Así se salvaba de morir en la plaza principal de Mariquita.
Cuenta Henry Patiño que si militó en el MRL, no cabe duda que su rebeldía política fue heredada seguramente de su abuelo Pacho Patiño, aquel viejo liberal radical de la Guerra de los Mil Días. Recuerda que le dijo su abuelo que con la soga en el cuello y a punto de ser colgado de una de las ramas de la entonces ceiba de Mariquita un conservador en voz alta y firme, dijo: “Yo lo fío”. Así se salvaba de morir en la plaza principal de Mariquita.
El hondano Hugo Viana, amigo y compañero de muchas batallas y luchas ideológicas, lo recuerda como modesto, pobre y autodidacta. De los ingleses escuchó decir “que de lo que se gana era necesario guardar algo para la vejez y los tiempos difíciles”. Sin embargo, una tarde ibaguereña, de aquellas que oscurecen al compás de las brisas que bajan del cañón del río Combeima, me decía lo desentendido que había sido con aquel consejo sabio y práctico.
De su padre, el hondano Guillermo Patiño, carpintero de profesión, heredó el gusto por la pipa y el apetito voraz por la lectura, lo que le permitió en su juventud beber en las fuentes del liberalismo radical. Tan así que como un gesto de lealtad a sus ideas liberales, no tuvo empacho en marchar a la fría Bogotá para asistir al sepelio del más grande estadista que dio el siglo XX: el hondano Alfonso López Pumarejo.
De la mano de Cristóbal de la Roche y Ricardo Gálviz, liberales oficialistas de traca mandaca, empieza una veloz carrera política dejando una estela de recuerdos de nunca acabar. Lo que nunca imaginaron estos patriarcas del liberalismo es que el mozalbete de aquel entonces, y luego de un fugaz paso como directivo de las juventudes liberales, terminaría liderando la disidencia Liberal en el Tolima durante el Frente Nacional. Una meteórica carrera política que lo llevó a permanecer por diez años en la Asamblea Departamental y dos periodos consecutivos en la Cámara como representante de Movimiento Revolucionario Liberal de Alfonso López Michelsen.
Pero, lo que más recuerda con ahínco fueron sus días en la caribeña isla del bolero, del cha-cha-cha, del son, la guaracha y el merensón. La isla del poeta José Martí. En La Habana, en la famosa Bodeguita del Medio saboreó un puro Cohiba y suspiró de amor con los boleros de Benny More. No contento con ello se entregó a la bebida de los dioses: el inigualable daiquiri.
Pero, lo que más recuerda con ahínco fueron sus días en la caribeña isla del bolero, del cha-cha-cha, del son, la guaracha y el merensón. La isla del poeta José Martí. En La Habana, en la famosa Bodeguita del Medio saboreó un puro Cohiba y suspiró de amor con los boleros de Benny More. No contento con ello se entregó a la bebida de los dioses: el inigualable daiquiri.
Lo que no tuvo en estatura, lo tuvo en oratoria. Quienes lo conocieron, lo recuerdan como una de las voces que dominó el congreso de la república. Hoy todo es recuerdo. Hay que verlo merodear por las calles de Honda y Mariquita. La gente pasa desapercibida. De su brazo pende un bastón y de la comisura de los labios una pipa; su cuerpo lo envuelve la aroma de la picadura “Captain Black”.
viernes, mayo 16, 2008
Honda, cuna de la literatura tolimense
Armando Moreno Sandoval
Si en algo se ha caracterizado el Norte del Tolima es por la palabra escrita. Pensar que tal o cual municipio es la cuna de la intelectualidad es, sin lugar a dudas, cosa de tontos. Todos los municipios a su manera, y de acuerdo a su tiempo social e histórico, han aportado su grano de arena. Recordar, por ejemplo, al poeta Diego Fallón, oriundo de Falán, es algo que nos llena de orgullo. Los críticos literarios coinciden en señalarlo como uno de los grandes poetas que dado la nación colombiana.
Ni que decir de los escritores, historiadores y poetas que dado el municipio cafetero de El Líbano. El escritor Carlos Orlando Pardo, entre chiste y verdad, decía que el municipio que tenía más escritores por metro cuadro era El Líbano. Para tener una idea de lo que ha dado esa tierra en materia de hombres de letras, basta recordar al intelectual, historiador y escritor Eduardo Santa y darnos así una idea de su grandeza.
No obstante, si nos preguntáramos por el inicio de la literatura tolimense no cabe duda que más de un individuo pensaría que podría estar en el mismo Líbano. Desafortunadamente no es así. El Líbano es un municipio demasiado joven. El Tolima tiene otros centros urbanos cuya ocupación española datan casi desde hace medio milenio de años como son Honda y Mariquita.
Esa temporalidad y ese estatus de pueblos mayores que da el peso del tiempo fue lo que permitió que Honda en el siglo XIX fuese un hervidero de ideas. Sorprende, y duele decirlo, que en el siglo XIX en el puerto de Honda circularan y se publicaran más periódicos que hoy en día. Una mirada desprevenida en la sala Anselmo Pineda de la Biblioteca Nacional nos lleva a corroborar que en Honda en el año de 1857 se imprimía y editaba “El Vapor”; que entre 1878-1879 existía el quincenal “La Voz del Tolima”; en 1879 “El Día” y que en 1899 se leían “El Gualí”, “El Salto” y “La Voz del Pueblo”. Tradición que por supuesto no se perdería con la llegada del siglo XX, pues para ese siglo, a comienzos de el, encontramos “El Motor”, un periódico que tenía la particularidad de difundir las huelgas que se llevaban en el Ferrocarril de La Dorada y en los buques a vapor que surcaban el río Magdalena. Pero, lo que más sorprende es que ese periódico lo hacían circular por todos los rincones del norte del Tolima bien sea a través del ferrocarril o el cable aéreo, o, a lomo de mula para los rincones más apartados.
Esta tradición periodística e intelectual fue lo que permitió que en Honda, por cosas del destino, se diera luz a la primera novela que tenga noticia la narrativa tolimense. El profesor, escritor e intelectual Libardo Vargas —experto en historiografía literaria—señala que no bastó que allí se engendrara la novela sino que fuese también un hondano quien la escribiera. Se trata de José Antonio de Plaza, un personaje que además de haber sido escritor pudo intercalar este oficio con la de historiador y político. Pues, en 1829 ejerciendo el cargo de gobernador de Honda lo encontramos dando la orden para levantar de nuevo el puente sobre el río Gualí que había sido derribado por el terremoto de 1805.
Para honrar su memoria sólo nos queda recordar que su novela “El oídor, romance del siglo XVI”, editada en 1850 y siete años antes de su muerte, es, hasta que no se demuestre lo contrario, la primera novela tolimense. Si bien, lo que hace Antonio de Plaza es recrear un triángulo amoroso entre el marido, la mujer y el enamorado, el merito está en que este escritor había hallado en la novela “El Carnero” de Rodríguez Freyle el filón que le sirvió para sacar el tema de su novela y que muchos años después los escritores colombianos tendrían en cuenta para desarrollar su narrativa. O, para decirlo sin tanto rodeos, que con el hondano José Antonio de Plaza se inicia la moderna narrativa colombiana.
Si en algo se ha caracterizado el Norte del Tolima es por la palabra escrita. Pensar que tal o cual municipio es la cuna de la intelectualidad es, sin lugar a dudas, cosa de tontos. Todos los municipios a su manera, y de acuerdo a su tiempo social e histórico, han aportado su grano de arena. Recordar, por ejemplo, al poeta Diego Fallón, oriundo de Falán, es algo que nos llena de orgullo. Los críticos literarios coinciden en señalarlo como uno de los grandes poetas que dado la nación colombiana.
Ni que decir de los escritores, historiadores y poetas que dado el municipio cafetero de El Líbano. El escritor Carlos Orlando Pardo, entre chiste y verdad, decía que el municipio que tenía más escritores por metro cuadro era El Líbano. Para tener una idea de lo que ha dado esa tierra en materia de hombres de letras, basta recordar al intelectual, historiador y escritor Eduardo Santa y darnos así una idea de su grandeza.
No obstante, si nos preguntáramos por el inicio de la literatura tolimense no cabe duda que más de un individuo pensaría que podría estar en el mismo Líbano. Desafortunadamente no es así. El Líbano es un municipio demasiado joven. El Tolima tiene otros centros urbanos cuya ocupación española datan casi desde hace medio milenio de años como son Honda y Mariquita.
Esa temporalidad y ese estatus de pueblos mayores que da el peso del tiempo fue lo que permitió que Honda en el siglo XIX fuese un hervidero de ideas. Sorprende, y duele decirlo, que en el siglo XIX en el puerto de Honda circularan y se publicaran más periódicos que hoy en día. Una mirada desprevenida en la sala Anselmo Pineda de la Biblioteca Nacional nos lleva a corroborar que en Honda en el año de 1857 se imprimía y editaba “El Vapor”; que entre 1878-1879 existía el quincenal “La Voz del Tolima”; en 1879 “El Día” y que en 1899 se leían “El Gualí”, “El Salto” y “La Voz del Pueblo”. Tradición que por supuesto no se perdería con la llegada del siglo XX, pues para ese siglo, a comienzos de el, encontramos “El Motor”, un periódico que tenía la particularidad de difundir las huelgas que se llevaban en el Ferrocarril de La Dorada y en los buques a vapor que surcaban el río Magdalena. Pero, lo que más sorprende es que ese periódico lo hacían circular por todos los rincones del norte del Tolima bien sea a través del ferrocarril o el cable aéreo, o, a lomo de mula para los rincones más apartados.
Esta tradición periodística e intelectual fue lo que permitió que en Honda, por cosas del destino, se diera luz a la primera novela que tenga noticia la narrativa tolimense. El profesor, escritor e intelectual Libardo Vargas —experto en historiografía literaria—señala que no bastó que allí se engendrara la novela sino que fuese también un hondano quien la escribiera. Se trata de José Antonio de Plaza, un personaje que además de haber sido escritor pudo intercalar este oficio con la de historiador y político. Pues, en 1829 ejerciendo el cargo de gobernador de Honda lo encontramos dando la orden para levantar de nuevo el puente sobre el río Gualí que había sido derribado por el terremoto de 1805.
Para honrar su memoria sólo nos queda recordar que su novela “El oídor, romance del siglo XVI”, editada en 1850 y siete años antes de su muerte, es, hasta que no se demuestre lo contrario, la primera novela tolimense. Si bien, lo que hace Antonio de Plaza es recrear un triángulo amoroso entre el marido, la mujer y el enamorado, el merito está en que este escritor había hallado en la novela “El Carnero” de Rodríguez Freyle el filón que le sirvió para sacar el tema de su novela y que muchos años después los escritores colombianos tendrían en cuenta para desarrollar su narrativa. O, para decirlo sin tanto rodeos, que con el hondano José Antonio de Plaza se inicia la moderna narrativa colombiana.
viernes, enero 18, 2008
Reinaldo Aguirre Palomo: el bandido social
Armando Moreno Sandoval
En 1929 la bolsa de New York colapsaba y el mundo durante los próximos 10 años entraría en un desconcierto social y económico: hambre, miseria y desempleo. Sin haber sido comunista —pues para luchar por los necesitados no se requiere serlo como algunos creen— en ese mismo año en el mes de junio, el joven veintiañero mariquiteño Reinaldo Aguirre Palomo, según fuentes judiciales, se encontraría participando en la primera revuelta de corte socialista que presenciaría América Latina como la que aconteció en el municipio cafetero del Líbano, Tolima.
Derrotado el movimiento de “Los Bolcheviques”, como se le llamó al alzamiento popular que tuvo lugar en el Líbano, dirigentes e integrantes se dispersarían a lo largo y ancho del territorio colombiano. El “Palomo” Aguirre, como se le conoció a Reinaldo Aguirre Palomo, se quedaría merodeando los pliegues de la cordillera central entre la estaciones del cable aéreo de Mariquita y San Diego.
Algunos al “Palomo” Aguirre lo acusaban de ser un delincuente común que robaba y asaltaba la caja de los caudales del cable aéreo, y que boleteaba a los ganaderos más prestantes de la región. No obstante, —y en contra de unas pocas voces que se alzan con el cuchillo entre los dientes para denigrarlo— las fuentes judiciales, orales, escritas y la mentalidad popular construyeron una imagen muy diferente a la de sus detractores: la de ser un bandolero bueno.
Si alguien quiere dudar de su carácter social que mejor que los libros y los poemas que le han escrito relatando sus acciones a favor de quienes el “Palomo” Aguirre defendía, protegía y ayudaba como fueron los campesinos, pobres, ciegos y mendigos.
Ese halo que ha envuelto su figura, ese mito que se ha negado a desaparecer, lo encontramos en los versos “Romance de Reynaldo Aguirre Palomo” del poeta y abogado Ernesto Polanco Urueña, descendiente de una de las familias hondanas de la primera mitad del siglo XX.
Si alguien quiere sorprenderse de lo que significó este poema para las generaciones de mediados del siglo XX, solo basta ojear el libro “7 Poemas”. El lector, para su sorpresa, hallará que los versos de este poema singular fueron ambientados por unos de los pinceles más brillantes que haya dado la plástica tolimense: el pintor Jorge Elías Triana.
Pero, no bastó que el pintor Triana le hubiera dedicado parte de su tiempo para el ilustrar el poema sobre el “Palomo” Aguirre sino que, años después, un connotado político como lo fue Alberto Santofimio Botero en una antología poética tolimense lo seleccionara para honrar la memoria del legendario bandolero.
Otra pluma que quiso honrar y homenajear el nombre del “Palomo” Aguirre para la posteridad fue la escritora, intelectual y ex-diplomática Flor Romero de Nohra. Aunque con otros nombres, ella recrearía en su novela “Triquitraques del Trópico”, además de las hazañas y aventuras del “Palomo”, la zaga familiar de los Aguirre: sus progenitores María de la Cruz Palomo y Jacobo Aguirre, al igual que sus hermanos y hermanas: Manuel, Julio, Jacobo, Josefina y Eloisa, como también el de Ricardo Palomo hermano medio por madre.
Otro escritor, José Juan Salgado, editaría en una de las imprentas del desaparecido Armero una crónica novelada titulada “Reinaldo Aguirre, el famoso bandido tolimense”. Crónica que da rienda suelta a un protagonista que se mueve en una serie de aventuras donde algunas veces hace énfasis en la vivacidad y el engaño para burlar las autoridades y, en otras, donde enseña la mano generosa y dadivosa al anciano, al enfermo o al mendigo noctámbulo.
El historiador e intelectual Eduardo Santa quien nació en el Líbano y dice haber conocido al “Palomo” Aguirre a la edad de diez o doce años, evoca a través de su “Crónica de un bandido legendario” la vida de un bandido generoso que hizo justicia por su propia mano. Según él, un hombre que no secuestró, ni cometió crimenes pero que, también, fue temido, admirado y, con el correr de los años, recordado por la sociedad.
Alguien podría preguntarse cómo es que un individuo que había participado en una revuelta popular como la llamada “Revolución de los Bolcheviques” en el Líbano, que escuchó y presenció paros de obreros como los del ferrocarril y la navegación a vapor en Honda y La Dorada terminara convertido en un bandido. La respuesta a este interrogante solo es entendible si aceptamos que fue un bandido que en vez de carecer de ideologías o de haber desconocido las luchas sindicales y sociales —como le sucede a los delincuentes comunes— se nutría de ellas para ejercer su propia justicia social pensando en el necesitado.
Aunque es poco probable que el “Palomo” Aguirre en sus actuaciones se presentara como alguien que había participado en la revuelta del Líbano, lo cierto es que con un prontuario delincuencial de por lo menos 10 años y, sea lo que haya sido, cuatrero, ladrón, asaltador de vagonetas del cable aéreo, o, bandolero como suele llamarlo la tradición oral del norte del Tolima, lo cierto es que el recuerdo que más se impone es el de un individuo que robaba para repartir el botín entre los pobres.
Cierto es que desde la noche del sábado 24 de febrero de 1940, que decidió suicidarse dándose un disparo dentro de la boca en la casa del ganadero Gregorio Fajardo, las versiones sobre su vida, bien sean escritas u orales, no han parado de césar.
Si bien, en este 2017 se cumple 77 años del suicidio, por fortuna, hasta hace unos días, quedaban unos pocos que podían decir “yo lo vi”. Uno de ellos fue Ismael Osorio, quien murió nonagenario. Nació en Falán en 1911, dos años después del “Palomo” Aguirre. Testigo de la aureola que ya tenía, lo saludaba en sus encuentros esporádicos entre Falán y Mariquita.
En la memoria de don Ismael se conservaron varios versos que le compusieron el mismo día del suicidio. Aunque no existe una versión escrita de la época que de fe quién las hizo, su autoría aun genera celos y rivalidades. Un domingo en la tarde, un noviembre del año 2003, don Ismael con su voz desgastada por el tiempo evocó unos versos que eran tarareados y recitados en los tertuliadores y cafetines de la época:
“Reinaldo Aguirre murió
y el mundo está conmovido
a los ricos les volvió
la calma que habían perdido
Este hombre era aventurero
como todos en la vida
y por eso el mundo entero
hoy le da la despedida
Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 108, febrero de 2008, p. 7
El hombre que asaltaba la compañía inglesa del cable aéreo cumple 100 años en el 2009 de haber nacido. Investigación reciente basada en fuentes judiciales, orales y escritas da nuevas pistas sobre la figura del bandolero legendario
En 1929 la bolsa de New York colapsaba y el mundo durante los próximos 10 años entraría en un desconcierto social y económico: hambre, miseria y desempleo. Sin haber sido comunista —pues para luchar por los necesitados no se requiere serlo como algunos creen— en ese mismo año en el mes de junio, el joven veintiañero mariquiteño Reinaldo Aguirre Palomo, según fuentes judiciales, se encontraría participando en la primera revuelta de corte socialista que presenciaría América Latina como la que aconteció en el municipio cafetero del Líbano, Tolima.
El "Palomo" Aguirre |
Algunos al “Palomo” Aguirre lo acusaban de ser un delincuente común que robaba y asaltaba la caja de los caudales del cable aéreo, y que boleteaba a los ganaderos más prestantes de la región. No obstante, —y en contra de unas pocas voces que se alzan con el cuchillo entre los dientes para denigrarlo— las fuentes judiciales, orales, escritas y la mentalidad popular construyeron una imagen muy diferente a la de sus detractores: la de ser un bandolero bueno.
Si alguien quiere dudar de su carácter social que mejor que los libros y los poemas que le han escrito relatando sus acciones a favor de quienes el “Palomo” Aguirre defendía, protegía y ayudaba como fueron los campesinos, pobres, ciegos y mendigos.
Ese halo que ha envuelto su figura, ese mito que se ha negado a desaparecer, lo encontramos en los versos “Romance de Reynaldo Aguirre Palomo” del poeta y abogado Ernesto Polanco Urueña, descendiente de una de las familias hondanas de la primera mitad del siglo XX.
Si alguien quiere sorprenderse de lo que significó este poema para las generaciones de mediados del siglo XX, solo basta ojear el libro “7 Poemas”. El lector, para su sorpresa, hallará que los versos de este poema singular fueron ambientados por unos de los pinceles más brillantes que haya dado la plástica tolimense: el pintor Jorge Elías Triana.
Pero, no bastó que el pintor Triana le hubiera dedicado parte de su tiempo para el ilustrar el poema sobre el “Palomo” Aguirre sino que, años después, un connotado político como lo fue Alberto Santofimio Botero en una antología poética tolimense lo seleccionara para honrar la memoria del legendario bandolero.
Otra pluma que quiso honrar y homenajear el nombre del “Palomo” Aguirre para la posteridad fue la escritora, intelectual y ex-diplomática Flor Romero de Nohra. Aunque con otros nombres, ella recrearía en su novela “Triquitraques del Trópico”, además de las hazañas y aventuras del “Palomo”, la zaga familiar de los Aguirre: sus progenitores María de la Cruz Palomo y Jacobo Aguirre, al igual que sus hermanos y hermanas: Manuel, Julio, Jacobo, Josefina y Eloisa, como también el de Ricardo Palomo hermano medio por madre.
Otro escritor, José Juan Salgado, editaría en una de las imprentas del desaparecido Armero una crónica novelada titulada “Reinaldo Aguirre, el famoso bandido tolimense”. Crónica que da rienda suelta a un protagonista que se mueve en una serie de aventuras donde algunas veces hace énfasis en la vivacidad y el engaño para burlar las autoridades y, en otras, donde enseña la mano generosa y dadivosa al anciano, al enfermo o al mendigo noctámbulo.
El historiador e intelectual Eduardo Santa quien nació en el Líbano y dice haber conocido al “Palomo” Aguirre a la edad de diez o doce años, evoca a través de su “Crónica de un bandido legendario” la vida de un bandido generoso que hizo justicia por su propia mano. Según él, un hombre que no secuestró, ni cometió crimenes pero que, también, fue temido, admirado y, con el correr de los años, recordado por la sociedad.
Alguien podría preguntarse cómo es que un individuo que había participado en una revuelta popular como la llamada “Revolución de los Bolcheviques” en el Líbano, que escuchó y presenció paros de obreros como los del ferrocarril y la navegación a vapor en Honda y La Dorada terminara convertido en un bandido. La respuesta a este interrogante solo es entendible si aceptamos que fue un bandido que en vez de carecer de ideologías o de haber desconocido las luchas sindicales y sociales —como le sucede a los delincuentes comunes— se nutría de ellas para ejercer su propia justicia social pensando en el necesitado.
Aunque es poco probable que el “Palomo” Aguirre en sus actuaciones se presentara como alguien que había participado en la revuelta del Líbano, lo cierto es que con un prontuario delincuencial de por lo menos 10 años y, sea lo que haya sido, cuatrero, ladrón, asaltador de vagonetas del cable aéreo, o, bandolero como suele llamarlo la tradición oral del norte del Tolima, lo cierto es que el recuerdo que más se impone es el de un individuo que robaba para repartir el botín entre los pobres.
Cierto es que desde la noche del sábado 24 de febrero de 1940, que decidió suicidarse dándose un disparo dentro de la boca en la casa del ganadero Gregorio Fajardo, las versiones sobre su vida, bien sean escritas u orales, no han parado de césar.
Si bien, en este 2017 se cumple 77 años del suicidio, por fortuna, hasta hace unos días, quedaban unos pocos que podían decir “yo lo vi”. Uno de ellos fue Ismael Osorio, quien murió nonagenario. Nació en Falán en 1911, dos años después del “Palomo” Aguirre. Testigo de la aureola que ya tenía, lo saludaba en sus encuentros esporádicos entre Falán y Mariquita.
En la memoria de don Ismael se conservaron varios versos que le compusieron el mismo día del suicidio. Aunque no existe una versión escrita de la época que de fe quién las hizo, su autoría aun genera celos y rivalidades. Un domingo en la tarde, un noviembre del año 2003, don Ismael con su voz desgastada por el tiempo evocó unos versos que eran tarareados y recitados en los tertuliadores y cafetines de la época:
“Reinaldo Aguirre murió
y el mundo está conmovido
a los ricos les volvió
la calma que habían perdido
Este hombre era aventurero
como todos en la vida
y por eso el mundo entero
hoy le da la despedida
Dicen que cartas mandaba
a los ricos por dinero
pero el hambre le quitaba
a ciegos y lismoneros
Pues dicen que era caudillo
y que obra sin conciencia
pero la plata al bolsillo
iba por correspondencia”
Si alguien preguntara —así algunos mordiéndose de envidia digan que fue un vulgar ladrón, cuatrero o delincuente— cuál sería el personaje más importante que dio la Mariquita del siglo XX, no cabe duda que fue el “Palomo” Aguirre. A ningún raizal mariquiteño le han dedicado tantos kilómetros de palabras para relatarle sus leyendas y hazañas. Si el sentimiento popular borra de su memoria a quién no quiere recordar —pensemos en los alcaldes y dirigentes políticos que ha tenido Mariquita— es porque poco o nada hicieron por comprender las necesidades del pueblo.
No obstante, quedan unos pocos individuos que en vez de reconocerle su carácter social, prefieren blasfemar en torno al “Palomo” Aguirre. Ahí están sus libros y poemas para que los lean. Este legado
escrito es seguramente el referente más fehaciente de lo que significó este personaje en la memoria de las generaciones coterráneas y contemporáneas a él. Solo le falta una estatua, un parque y una película para honrar su memoria tal como han hecho con otros bandoleros de otras latitudes: Joan Salas alias Serrallonga en la Cataluña del siglo XVII, Juliano en el sur de Italia, Maté Cosido en los años treinta en el Chaco Argentino, Jesse James, Butch Cassidy y Sundance Kid en Estados Unidos, Lampiao en el Brasil y, por supuesto, el tradicional Robin Hood inglés medieval.
Gústenos o no, lo cierto es que la mentalidad popular le ha puesto al “Palomo” Aguirre la aureola de que goza el mito.
El historiador inglés Eric Hobsbawm, el investigador más importante sobre bandidos, considera que este tipo de personajes y de actuaciones encajan en una categoría llamada bandido social. Es decir, que estando por fuera de la ley hace el bien. En todo caso, el “Palomo” Aguirre es un personaje que se pasea todavía por los rincones del Tolima y de Colombia: un mito que se niega a desaparecer de la faz de la tierra.
Si alguien preguntara —así algunos mordiéndose de envidia digan que fue un vulgar ladrón, cuatrero o delincuente— cuál sería el personaje más importante que dio la Mariquita del siglo XX, no cabe duda que fue el “Palomo” Aguirre. A ningún raizal mariquiteño le han dedicado tantos kilómetros de palabras para relatarle sus leyendas y hazañas. Si el sentimiento popular borra de su memoria a quién no quiere recordar —pensemos en los alcaldes y dirigentes políticos que ha tenido Mariquita— es porque poco o nada hicieron por comprender las necesidades del pueblo.
La noche del 24 de febrero de 1940 |
escrito es seguramente el referente más fehaciente de lo que significó este personaje en la memoria de las generaciones coterráneas y contemporáneas a él. Solo le falta una estatua, un parque y una película para honrar su memoria tal como han hecho con otros bandoleros de otras latitudes: Joan Salas alias Serrallonga en la Cataluña del siglo XVII, Juliano en el sur de Italia, Maté Cosido en los años treinta en el Chaco Argentino, Jesse James, Butch Cassidy y Sundance Kid en Estados Unidos, Lampiao en el Brasil y, por supuesto, el tradicional Robin Hood inglés medieval.
Gústenos o no, lo cierto es que la mentalidad popular le ha puesto al “Palomo” Aguirre la aureola de que goza el mito.
El historiador inglés Eric Hobsbawm, el investigador más importante sobre bandidos, considera que este tipo de personajes y de actuaciones encajan en una categoría llamada bandido social. Es decir, que estando por fuera de la ley hace el bien. En todo caso, el “Palomo” Aguirre es un personaje que se pasea todavía por los rincones del Tolima y de Colombia: un mito que se niega a desaparecer de la faz de la tierra.