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jueves, diciembre 11, 2008

Armero, 23 años después

Armando Moreno Sandoval

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 115, noviembre-diciembre de 2008, p. 3

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convertiría en la primera potencia del mundo. En 1949, Harry Truman, en aquel entonces presidente de los Estados Unidos, en una conferencia en las Naciones Unidades invitaba al mundo a seguir la senda del desarrollo y el progreso.

Un año después a Colombia llegaría el profesor norteamericano Lauchin Currie. Traía consigo la idea de que el país debía industrializarse. Para ese entonces, el profesor Currie había pensado que para no despoblar totalmente el campo era necesario crear enclaves agroindustriales encaminados a generar un equilibrio entre los polos industriales y las pequeñas regiones. En el Tolima sólo Espinal y Armero fueron las llamadas a cumplir dicha labor.

Aunque Armero desde comienzos del siglo XX había tenido un desarrollo agroindustrial incipiente, es a partir de la segunda mitad del siglo XX que se convierte en la fuerza centrífuga que jalonaría la región del norte del Tolima. Tan así que el mismísimo James Carter, expresidente de Estados Unidos, en un periplo por las tierras de Armero le vaticinaba un futuro agroindustrial sin precedentes. Y no se equivocó.

La importancia de Armero es tal que, al igual que la Inglaterra del siglo XIX, logró crear clases sociales bien diferenciadas. Así como había clase obrera también desarrolló una elite económica y política que enfilaba todos los esfuerzos para que la región fuera cada día más próspera.

Con la tragedia del 13 de noviembre de 1985 y al desaparecer Armero, la fuerza centrífuga desaparecería sumiendo la región en el caos. Hoy 23 años después el norte del Tolima no encuentra la brújula. La razón consiste en que la elite social y económica que tenían los ideales del progreso y el cambio ha desaparecido. Si la región no ha podido forjar una nueva elite económica y social es porque quienes están llamados a trazar las directrices del cambio y del progreso —como es la clase política— han sido inferiores a los retos de la región.

Es por ello que casi un cuarto de siglo después, lo que se ha acentuado en la región es una dirigencia política con vocación al subdesarrollo, a la miseria y al atraso. Si no es así cómo explicar que las exenciones tributarias y arancelarias que había dispuesto el Estado para reactivar económicamente la zona afectada por la erupción del volcán del Ruiz no hayan sido aprovechadas. Una dirigencia política que fue incapaz de aprovechar el paternalismo del Estado para sacar adelante la región.

Triste señalar que de esa dirigencia política que tuvo Armero, la que existe hoy en día en el norte del Tolima es una fría caricatura carente de ideas y de propuestas. El ex político Ramiro Halima Peña, quien por más de treinta y cinco años le sirvió a la región y a su gente, argumentaba que más que ser concejal, alcalde, diputado o senador se necesitaba el don de la vocación.

No obstante, existe cierta unanimidad en señalar que de todos los municipios que conforman el norte del Tolima, Mariquita es el que ha tenido mayores cambios sociales y económicos. Quien mejor sintetiza este cambio es un amigo mío culto y adinerado que llegó a Mariquita hace más de cincuenta años. Decía él que si Mariquita ha visto prosperar a su gente económicamente la misma suerte no la ha tenido como municipio. Pues los negocios prósperos, los y las amantes, las casas lujosas, los buenos carros, el buen whisky y el derroche de dinero por doquier contrastan con los cinturones de miseria, la falta de un buen acueducto y alcantarillado, la ausencia de campos deportivos, de parques recreativos y, ante todo, la falta de una política agenciada desde la alcaldía para generar más empleo y desarrollo.

Este contraste entre una administración adormilada y un sector privado que avanza a zancadas, explica que lo que se está necesitando es una dirigencia política que esté a la altura de lo que es Mariquita hoy en día. Si en el norte del Tolima hay un municipio que en el futuro quiera convertirse en la fuerza centrifuga de lo que fue Armero hace 23 años, la gente debe pensar en relevar a quienes han hecho uso de los dineros públicos en los últimos quince años.

El bicentenario de Mutis y la industria cultural

Armando Moreno Sandoval

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 114, octubre de 2008. p. 4

En 1983, hace veinticinco años, con ocasión del lanzamiento de la Segunda Expedición Botánica se dio un evento muy parecido a lo que aconteció el pasado 11 de septiembre con el bicentenario de la muerte de Mutis. ¿Qué quedó de ese acontecimiento ya bastante lejano y que la memoria de los habitantes del norte del Tolima empieza a olvidar? ¿Se benefició en algo el norte del Tolima? Creo que la respuesta es unánime: nada.

A excepción de Honda, los demás municipios del norte del Tolima poca idea tienen de lo que significa un legado histórico. En Falán han sido incapaces de explotar el legado de la minería de la plata; Ambalema ya nadie recuerda el legado tabacalero que la hizo famosa en Inglaterra y Alemania; Mariquita ni se diga, no saben qué tienen; esta es la explicación del por qué en la efemérides de Mutis la administración municipal fue una convidada de piedra.

En el diario de Mutís, y lo que se ha dicho sobre Mutis que es mucho, se puede deducir que las actividades botánicas no sólo fueron en los alrededores de Mariquita, sino en una comarca bastante extensa que iba hasta San Luis. El caserío de Mariquita solo era el centro de operaciones. Y es explicable que ello fuera así. Para finales del siglo XVIII, Honda era un centro comercial de primer orden igual que Mompox y Cartagena, y lo que buscó el botánico fue un
sitio estratégico y equidistante para emprender sus caminatas científicas.

Valga recordar que en Mariquita, pensando en el bicentenario, algunos propusieron crear un comité para hacer un evento a la altura de la efemérides. Quien más impulsó esa idea fue Hernando López, golpeó las puertas de las diversas administraciones sin ser escuchado. La idea de López era sencilla pero eficaz: desarrollar un proyecto científico, académico y de industria cultural.

Años más recientes con Hernán Cuartas en la alcaldía, aprovechando una reunión de burócratas que llegaron a Mariquita para hablar de Mutis, Armando Salcedo le entregó a él y al presidente de la Fundación Mariano Ospina Pérez unos lineamientos generales de lo que se podía hacer y mostrar con ocasión del bicentenario de Mutis. Se recibió respuesta de Mariano Ospina Hernández presidente de la Fundación acogiendo las ideas, pero del señor Cuartas solo fue el silencio y la displicencia.

Esta es la explicación del por qué con ocasión de la efemérides, la actual administración no le pudo mostrar a quienes vinieron un Mutis mariquiteño. Ese Mutis hay que hacerlo. Y no existe por la sencilla de razón de que esta alcaldía, y las anteriores, fueron incapaces de estructurar un equipo de académicos e investigadores para que dieran cuenta del legado histórico de Mutis.
Aún hay tiempo para que Mariquita le muestre al ciudadano común y corriente que la visita un Mutis mariquiteño. Lo mismo deberá hacer Honda, Ambalema y Falán, y todos aquellos sitios donde estuvo Mutis.

No sé qué pensarán los alcaldes del norte del Tolima. ¿Será que se van a contentar solamente con el evento mediático del pasado 11 de septiembre? Bien que el presidente Uribe haya ofrecido dinero para reubicar a los habitantes del bosque. Ese es un problema social que toca darle solución, pero ese no es el legado de Mutis.

El presidente Uribe pensando en la Ruta Mutis, en su discurso dio a entender que el norte del Tolima poseía un legado histórico que estaba siendo desaprovechado. Era menester que los alcaldes fueran pensando en cómo desarrollar la industrial cultural. ¿Qué tanto saben los alcaldes y los concejales de la industria cultural? Quizás un ejemplo, los ponga a tono. Todos saben que Simón Bolívar meses antes de morir estuvo en Honda en una de sus casonas coloniales y lo que hace la industria cultural es cómo convertir ese hecho histórico en una industria que genere empleo, desarrollo y progreso. Así de fácil.

Ojalá no volvamos a repetir la historia de hace veinticinco años.

Mariquita, en las garras de la oclocracia

Armando Moreno Sandoval

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 113, agosto-septiembre de 2008, p. 4

Es posible que algunos actores de la política no tengan idea de lo que significó para el desarrollo de la democracia el filósofo italiano Norberto Bobbio. Esta anotación valga señalarla porque un estudio reciente que indagaba cómo era la formación intelectual de los políticos concluía que algunos no sabían para qué habían sido elegidos. Este vacío intelectual de quienes ejercen la política ha llevado en los últimos años a las instituciones del Estado a estar en manos de los menos idóneos. Esta situación ocurre porque los ciudadanos tampoco entienden para qué sirve la democracia, situación ésta que permite elegir al que más prebendas y demagogia ofrece.
Lastimosamente donde más se observa esta situación es en los municipios donde la abstención es visible. A pesar de que la mayoría no participa electoralmente, esta misma ciudadanía está cansada que los encargados de manejar los dineros de los contribuyentes (léase alcaldes, concejales y funcionarios) no sean los más indicados y sean individuos que llegan a los puestos a pelechar del erario público y no a servirle a la comunidad.
En sociedades donde la democracia ha alcanzado una mayoría de edad, como en Europa o en Estados Unidos, existe un empleado que es visto con malos ojos y ese es el funcionario público. La bronca tiene una explicación: pues los ciudadanos consideran que es un “vago” que vive a la expensa del trabajo de los otros, es decir, del dinero de quienes pagan impuestos.
Esta bronca que aun no ha llegado a estas sociedades que llaman subdesarrolladas o del Tercer Mundo tiene una explicación: los ciudadanos creen que los funcionarios se ganan el sueldo con los dineros que les gira el Estado. Lo que no saben los ciudadanos es que los sueldos y los viáticos que se ganan los funcionarios es el resultado de los diversos impuestos que se deben pagar con el sudor del trabajo.
Esta ineficiencia de algunos funcionarios públicos es la responsable que un alcalde con buenas intenciones de servirle a la comunidad termine gastando su popularidad en menos de que cante un gallo. Tan así que a unos cuantos meses del ejercicio del poder la popularidad que tuvieron para ganarse la alcaldía comienza a quedar en entredicho.
Si hay un funcionario en el norte del Tolima que sus amiguetes le están desgastando su popularidad, sin lugar a dudas, es al alcalde Juan Carlos Acero del municipio de Mariquita. Sintomático que no sean sus detractores políticos quienes lo estén desgastando, sino quienes estuvieron en la misma tolda de campaña.
Aunque no tengo pena en confesarlo, vote por Juan Carlos Acero y aun no estoy arrepentido. Vote por él porque me pareció interesante la visión que tenía sobre la administración pública: cual era de hacerla eficiente, desburocratizada y ajena de todo clientelismo. Entre las críticas que le hacen a la administración es la excesiva burocracia, amén de un equipo de trabajo que según los entendidos está dando mucho de que hablar por ser bastante nulo en el manejo de lo público.
El oráculo de la democracia como lo fue Norberto Bobbio, concebía la política como una ola. Señalaba Bobbio que el deber de un líder era permanecer en lo posible en la cresta de la ola y que cuando iba en picada lo mejor era cambiar de colaboradores para enfrentar nuevos retos.
Cuando le preguntaron al matemático inglés Isaac Newton cómo había concebido la ley de la gravedad, solo atinó a sugerir con humildad que se había parado sobre los hombros de los hombres de mentes más gigantes que la de él. Este consejo de Newton deberían de seguirlo los alcaldes. En vez de rodearse de individuos carentes de ideas, deberían de rodarse de individuos con mentes más gigantes que la de ellos mismos. No obstante, el miedo de un alcalde o de un político de enfrentarse a sus colaboradores cuando su propia popularidad va en picada es la razón por la cual termina, para desgracia de los pueblos, entregando la administración pública a las garras de la oclocracia.

Honda milenario

Armando Moreno Sandoval 

Publicado en El Puente, Honda, año 10. No 112, julio de 2008, p. 4 

La idea de que solo tenemos Historia a partir de la llegada de los españoles es, además de equivocada, un sentimiento de querer seguir siendo conquistados y dominados. Es aceptar que quienes llegaron antes de los españoles no hicieron Historia. Es creer que nuestros primeros antepasados carecen de registros históricos. 


Esta equivocación histórica es lo que ha llevado a muchos pueblos, entre ellos a Honda y a Mariquita, a creer que su Historia comienza con los españoles. Es por eso que en Mariquita se ufanan en creer, y con fechas aun no comprobadas en registros históricos de la época, de que la historia de Mariquita tiene menos de 500 años. 

Algo parecido le pasa también a Honda. En este pueblo de pescadores la élite de historiadores locales aún no se ha puesto de acuerdo sobre la fecha española de su fundación. La pregunta que surge es para qué desgastarnos con fechas qué poco o nada dicen, cuando, en verdad, la Historia de estos pueblos es mucho más antigua. 

El antropólogo y arqueólogo Arturo Cifuentes por fechas de radiocarbono 14 demostró que hace cerca de 2.100 años ya había gente viviendo en los ardedores del Salto de Onda (la escribo sin H porque así se escribía hace cerca de 450 años). Cuentan sus investigaciones que además de pescadores eran agricultores y cazadores. 

Pero, la investigación que más sorprende es la del antropólogo y arqueozoólogo Germán Peña, profesor e investigador del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia. Lo interesante de sus investigaciones es que partiendo de la arqueoictiología, —la ciencia que investiga cuáles eran las especies de agua más vulnerables para el consumo humano— nos indica que el poblamiento alrededor del Salto de Onda no data de hace 2.100 años, sino que comienza entre 2.400 y 2.450 años, es decir, 850 y 900 años antes de que llegaran los españoles. 

Lo que más sorprende de sus investigaciones es que hace más de 2.400 años —como lo hacen hoy en día muchas familias en sus casas— los habitantes del Salto de Onda acompañaban los viudos de bocachico, nicuro, capaz o bagre con aguacates y mazorcas de maíz que cultivaban en los alrededores de sus casas, y con papa traída del altiplano cundiboyacense. Sus investigaciones también dicen que cuando no había subienda su dieta alimenticia estaba acompañada —dependiendo de la época— por carne de guatín, venado, anfibios, reptiles y aves. 

Lo que quiero insinuar con estas investigaciones es que no tiene sentido que celebremos con alboroto el poblamiento de estas tierras a partir de la conquista española, sino que debemos comenzar a preguntarnos cuándo fue que llegaron los primeros pobladores. 

Para abandonar este exabrupto histórico es bueno recordar que la conquista española fue despiadada, brutal y sanguinaria, amén de quienes llegaron. Algunos documentos del Archivo General de la Nación en Bogotá señalan que Francisco Núñez Pedroso fue un personaje que además de haber intentando matar con otros compinches a Francisco Pizarro, huía del Perú por asesino y ladrón. También señalan los documentos que cuando la Real Audiencia a mediados del siglo XVI le concedió la capitulación para que viniera a recorrer las tierras de lo que hoy en día se conoce como Mariquita y Honda, llegó con otros malhechores matando niños, degollando y cortando cabezas, abriéndoles los vientres a las mujeres embarazadas y empalando a cuanto aborigen le viniera en gana. 

Los Hondanos ya no tienen por qué preocuparse por la fundación de Honda a partir de la conquista española. Pues, su verdadera fundación comienza con los primeros asentamientos y hasta que no se demuestre lo contrario con nuevas investigaciones esta fue hace más de 2.450 años. No sé de qué se ufanan aquellos que quieren seguir pensando la Historia de estos pueblos a partir de la conquista española, que de por sí además de reciente tuvo gran dosis de violencia. 

Valdría la pena que los alcaldes, concejales y profesores de colegios la repensaran.