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jueves, febrero 16, 2006

"Se trata de una provocación consciente y planificada de un periódico danés de derechas": Günter Grass

Günter Grass (Gdansk, 1927), que ganó el premio Nobel de Literatura en 1999, conoció muy pronto el poder de la intolerancia, cuando apareció El tambor de hojalata, que pronto cumplirá el medio siglo. Entre sus últimos libros, Un largo cuento y Mi siglo

Juan Cruz El Pais ¿Le sorprendió que la aparición de los dibujos desatara esta polémica? 
Sí y no. Todos sabemos que hay una ley, escrita y no escrita, en virtud de la cual no se puede representar en el mundo islámico ni a Alá ni a su profeta Mahoma. Se trata de una provocación consciente y planificada de un periódico danés de derechas. Convocaron un concurso de caricaturistas; algunos se negaron a participar alegando que la representación gráfica de Mahoma es tabú. Consultaron a un especialista danés en islamismo y éste les puso en guardia. Siguieron porque son radicales de la derecha y xenófobos. 

¿Y le sorprendieron las reacciones violentas? 
Vivimos en una época en la que una reacción violenta sigue a la otra. La primera ha sido una acción de Occidente, que ha invadido Irak. Hoy sabemos que esa invasión violó el derecho internacional; la guerra se alimentó con argumentos fundamentalistas por parte de Bush, que ha dicho que en esta contienda luchaban el Mal y el Bien. De lo que se trata es de una respuesta fundamentalista a una acción fundamentalista. Y no se trata aquí de una controversia entre dos culturas, sino de una controversia entre una no cultura contra una no cultura.

¿Qué hacer? ¿Autocensurarse? 
Occidente lleva esta discusión con autocomplacencia sobre la base de que gozamos de libertad de prensa. Pero él que no se engaña sabe que los periódicos viven de los anuncios, y que para hacerlos se toman en consideración lo que mandan ciertos poderes económicos. La prensa forma parte de enormes grupos que monopolizan la opinión pública. Hemos perdido el derecho de escudarnos en el derecho de libertad de opinión: no ha pasado mucho tiempo desde que hubo el delito de lesa majestad, y no debemos olvidar que hay sitios donde aún no hay separación entre Iglesia y Estado. ¿De dónde saca Occidente esa arrogancia para imponer lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer? Recomiendo a todo el mundo que eche un vistazo a los dibujos: recuerdan los de un famoso periódico alemán de los tiempos nazis, Der Strümer. Publicó caricaturas antisemitas del mismo estilo... No se puede invocar la libertad de expresión sin analizar cómo está ésta en Occidente. 

¿Es esta una expresión del choque de civilizaciones? 
Eso es lo que quieren los fundamentalistas de ambos lados. Deberíamos empezar a matizar. Hemos tenido la suerte de pasar el Renacimiento, el Siglo de las Luces, atravesando un proceso doloroso que nos ha dado una serie de libertades, que siguen estando amenazadas. El mundo islámico no ha pasado ese proceso, se encuentra en una etapa diferente de desarrollo. Y hay que respetarlo. 

¿El futuro será igual de explosivo? 
Me temo que sí. Las heridas son muy profundas ya, y no me refiero sólo a los países árabes, sino a los países pobres en general. Occidente no parece capaz de encontrar un camino para aceptar como socios en igualdad a esos países. Ha sido imposible crear para ellos las mismas condiciones que nos arrogamos para nosotros. En los setenta, Willy Brandt redactó, por encargo de la ONU, un informe sobre los problemas Norte/Sur y pronosticó los problemas que tenemos hoy. Este informe sigue teniendo validez.  
¿Ha vivido alguna experiencia de intolerancia? 
Yo he vivido cierta intolerancia como autor. Cuando publiqué El tambor de hojalata se iniciaron procesos contra el libro, acusado de blasfemia y pornografía, tanto en los países comunistas como en España y Portugal, donde estuvo prohibido. En Yemen, hace dos años, nos juntamos escritores occidentales y árabes para hablar de temas literarios, el erotismo entre ellos. Para los árabes era inusual, pero al fin se consiguió que debatiéramos. Se puede hablar de todo, incluso de temas muy conflictivos, siempre que uno aporte la tolerancia que espera el otro, a pesar de que el otro tenga una noción de la cultura dictada por sus propios tabúes.

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