Armando Moreno
El año 2005 ha tenido un comienzo muy agitado. Está por un lado, la obligatoriedad de que en los centros de educación se imparta la urbanidad de Carreño. Este asunto será tema de otro artículo. La otra noticia, y que no es nada nueva, es la revocatoria del mandato al alcalde.
Para empezar es necesario recordar que a los mariquiteños le encanta ir a las urnas. En el referendo sobre el agua se obtuvo una votación nada despreciable de 5444 votos. Y en el referendo de Uribe, cuando ningún candidato al concejo y a la alcaldía le hacía propaganda, la gente calladita fue y depositó su voto. Estos dos referendos son los ejemplos más claros que en Mariquita, cuando se trata de ir a las urnas no hay poder divino que la distraiga.
Si miramos las estadísticas de las elecciones del 26 de octubre de 2003 de una votación total de 12.571 votos, 11.999 fueron válidos de los cuales el actual alcalde obtuvo 4.760, o sea el 39.67% votos y los demás la bicoca 7.239, algo así como el 60.33%. La pregunta que se tiene que hacer es si ese 60.33% está conforme con el alcalde y qué tanto de ese 39.67% que acompañó al alcalde están con él.
Viendo las cifras así, escuetamente, cualquiera pensaría que el referendo contra la cabeza del alcalde es pan comido. Sin embargo, a medida que avance el referendo nos vamos a dar cuenta que revocar un mandato no es nada fácil.
Los mariquiteños saben que Hernán Cuartas heredó una serie de anomalías administrativas que él, de alguna manera, ha tratado de subsanar y que revocarle el mandato teniendo como punto central el problema del agua suena como a revanchismo.
Ya Crespo estando Hernán Cuartas posesionándose como alcalde dijo para ese entonces, sin pelos en la lengua, que al año, o sea este enero de 2005, le estaría armando la revocatoria del mandato. Y lo está cumpliendo. La pregunta es si lo que está haciendo es serio, porque cualquier ciudadano puede preguntarse cómo es posible que sin Hernán Cuartas haber empezado su gestión como alcalde lo haya descalificado desde el primer día de su posesión.
Fastidia que los promotores de la revocatoria del mandato sean los mismos que impulsaron el referendo del agua. Inicialmente decían que el referendo por el agua era eminentemente cívico, que la única preocupación era Mariquita. Sin embargo, sin excepción, quienes conformaban el equipo, cada uno por su lado, optaron por la política. De la noche a la mañana se convirtieron en candidatos a la alcaldía, al concejo, a la asamblea y hubo uno que promovió el voto en blanco. Hoy en día el grupo está hecho polvo. La pregunta ahora es para dónde van.
Lo único que quedó claro es que quienes salimos a votar por el referendo del agua fuimos asaltados en la buena fe.
Cierto es que desbaratar un contrato de derecho privado como el que tiene el municipio con la empresa que administra el agua no es nada fácil. Sin embargo, la gente no se explica cómo es que un movimiento, con 5.444 votos que obtuvieron en el referendo, no se haya constituido en una fuerza política capaz de disputar la alcaldía y que desde allí hicieran lo que le están pidiendo a Hernán Cuartas que haga. ¿Ausencia de liderazgo, de ideas, miedo?
Incapaces de haber sacado un candidato a la alcaldía, ahora le dicen al alcalde cómo hacer las cosas.
En fin, lo que si está claro es que para algunos exigir y criticar cuando no se tiene el poder es fácil, más cuando no se tiene nada que perder. Es el facilismo puro.
Sin embargo, no hay que subestimar a quienes están promoviendo la revocatoria. Todo ciudadano está en su derecho a demostrar su inconformismo. Lo peligroso de este referendo es que el alcalde no se de cuenta que muchos van a pescar en río revuelto y le cobren el año de desgaste que ha tenido la administración.
El alcalde está solo y no tiene equipo. Lo comenta el respetable público. Se demostró cuando unos funcionarios salieron por la radio a fustigar a los promotores de la revocatoria. No es con adjetivos de mal gusto que se va a ganar. Se necesita pensar con cabeza fría. Pienso que llegó la hora de que los funcionarios pongan sobre el escritorio del alcalde la carta de renuncia para que él, a su libre albedrío, sin presión de ninguna índole, conforme un nuevo gabinete.
Un funcionario debe saber que la democracia y la política son así, es necesario dar un paso al lado para que otros lleguen. Si creen que no es así, por favor dedíquese a otro oficio y busquen otro puesto.
Es cierto, a Mariquita le gustan las urnas, sospecho que esta vez a una nueva aventura no le van a jalar.
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miércoles, enero 19, 2005
miércoles, enero 12, 2005
¿Existen Mariquiteños raizales?
Armando Moreno
Una investigación que estoy efectuando desde la Universidad del Tolima sobre la vida del bandolero “Palomo” Aguirre, me ha llevado a indagar los procesos judiciales de este singular personaje y, de paso a interpretar, sin habérmelo propuesto inicialmente, el proceso de migración del norte del Tolima.
Los pueblos del norte del Tolima, lo dicen quienes investigamos, ha sido el resultado de un proceso de conquista y colonización. El más estudiado ha sido el municipio cafetero de El Líbano, el menos ha sido Mariquita.
Ya lo dijo el poeta Rafael Pombo: Mariquita a finales del siglo XIX no era más que una “miserable aldea”. Juan Esteban Caicedo en su novela Julia lo que hace es describir lo que diría años más tarde Rafael Pombo.
Si Mariquita era una aldea rural en el siglo XIX ¿cómo explicamos su cambio en el siglo XX? La respuesta es sencilla: la migración. Esta respuesta aparentemente sencilla, pues tuve que leerme más de diez mil folios, va a acompañada de otra conclusión: en Mariquita no hay raizales.
Quien lea este escrito puede hacer un ejercicio simple, pregúntese de dónde son sus antepasados (abuelos, bisabuelos) y descubrirán que su raíces ni siquiera son tolimenses. Mariquita es una tierra en constante inmigración.
Este proceso de inmigración tiene una característica importante, que quienes hacen fortuna son, por lo general, la primera generación. La segunda, que son los hijos, la tratan de medio conservar o la desperdician y la tercera generación, que son los nietos, acaba con todo. Por eso es que en las sociedades se da la paradoja de que los ricos de ayer son los pobres de hoy y esa es la explicación del por qué, los pobres de hoy (los que llegan) son los ricos del mañana.
Si nos preguntamos quiénes eran los ricos de ayer en Mariquita, aquellos inmigrantes que hicieron grandes fortunas, veremos que sus descendientes de segunda y tercera generación están, o van a ser, pobres. Algunos están o van rumbo a la miseria.
Esta dinámica de constante inmigración es lo que hace a Mariquita interesante, un laboratorio social. Sin embargo, hay algo que choca en los descendientes de la segunda y tercera generación que se creen raizales, con raíces vernáculas, con identidad. Se creen que son los “mariquiteños puros”. Estos supuestos “mariquiteños puros” odian a una Mariquita moderna, sueñan todavía con el burro atravesando la plaza. Les fastidia que lleguen inmigrantes, o como algunos suelen decir, que lleguen “aparecidos”, que hagan dinero y que se vuelvan ricos.
No entienden que estos nuevos ricos, les va a pasar lo mismo que a los ricos de antaño, sus descendientes posiblemente van a ser pobres. Que no van a tener las fortunas de sus antepasados. Esto que estoy diciendo no es nada nuevo, la antropología ya lo había analizado, estoy corroborando la teoría.
El perfil del inmigrante es un individuo que llega pobre y que, sin nada que perder, se lanza a explorar el mundo de las oportunidades. Los que logran hacer fortuna, a la segunda generación la educan. Algunos se hacen profesionales y no vuelven. Vienen de paseo que no es lo mismo que regresar. Se olvidan del oficio y del entorno donde amasó la fortuna su antepasado. Otros fracasan en el intento de querer imitar a sus antepasados y algunos medianamente triunfan. Y los que se quedan son unos inútiles, por lo general pobres y con un titulo universitario que hoy en día todo mundo tiene y sin la fortuna de sus antepasados. Algunos de estos inútiles le ladran a la luna, soñando que la sociedad le reconozcan lo que ellos creen que son. En este esfuerzo de reconocimiento se olvidan que Mariquita es una tierra de constante inmigración. De la tercera generación, o sea los nietos, no hay nada que hablar. Sobreviven.
Otra característica de estos primeros inmigrantes fue que alternaron su poder económico con la política. Por lo general fue la primera generación que se interesó, sus hijos y nietos no se interesaron en ella. Prefirieron, o prefieren, saborear las mieles que deja o dejó el poder: puestos burocráticos, fortuna y la fama de sus antepasados pero con la desgracia que van en camino a ser pobres.
De estos inmigrantes hay un apellido interesante: el Halima. El primer inmigrante fue un comerciante palestino, no incursionó en política, pero, su segunda generación, uno de sus hijos sí lo hizo. Destronó a una generación de inmigrantes que además de haber hecho fortuna hicieron uso del poder político. El error de ellos fue que se creyeron imprescindibles.
En términos políticos, lo que a Mariquita le está pasando tiene que ver con los descendientes de las primeras generaciones. Hasta 1991 la política fue dominada por unos de sus descendientes, pero a partir de ese año hasta nuestros días se ha dado un fenómeno interesante, el poder se ha venido rotando por descendientes de las primeras generaciones que han venido llegando.
Una conclusión que se puede sacar de los alcaldes de estos últimos años, la que va de William Rubio a Hernán Cuartas, fue que no heredaron inmensas fortunas. Y es lo que explica también que estos alcaldes, a excepción de Hernán Cuartas, que queriendo emular a sus coterráneos de grandes fortunas hicieron del prepuesto municipal una especie de chequera personal. Despilfarraron el presupuesto al igual que los descendientes de las grandes fortunas. He ahí el por qué Mariquita viene arrastrando una deuda aproximada de quince mil millones de pesos y que hoy en día no termina de pagar.
Pensando en el futuro, y con la conclusión que en Mariquita no hay raizales, lo más sano es que no se siga pensando en los descendientes de las primeras generaciones de inmigrantes para alcalde. Debemos pensar en un inmigrante pobre que quiera hacer fortuna social. No una fortuna para su propio bolsillo, sino la que Mariquita necesita: que sea un polo de desarrollo.
Una investigación que estoy efectuando desde la Universidad del Tolima sobre la vida del bandolero “Palomo” Aguirre, me ha llevado a indagar los procesos judiciales de este singular personaje y, de paso a interpretar, sin habérmelo propuesto inicialmente, el proceso de migración del norte del Tolima.
Los pueblos del norte del Tolima, lo dicen quienes investigamos, ha sido el resultado de un proceso de conquista y colonización. El más estudiado ha sido el municipio cafetero de El Líbano, el menos ha sido Mariquita.
Ya lo dijo el poeta Rafael Pombo: Mariquita a finales del siglo XIX no era más que una “miserable aldea”. Juan Esteban Caicedo en su novela Julia lo que hace es describir lo que diría años más tarde Rafael Pombo.
Si Mariquita era una aldea rural en el siglo XIX ¿cómo explicamos su cambio en el siglo XX? La respuesta es sencilla: la migración. Esta respuesta aparentemente sencilla, pues tuve que leerme más de diez mil folios, va a acompañada de otra conclusión: en Mariquita no hay raizales.
Quien lea este escrito puede hacer un ejercicio simple, pregúntese de dónde son sus antepasados (abuelos, bisabuelos) y descubrirán que su raíces ni siquiera son tolimenses. Mariquita es una tierra en constante inmigración.
Este proceso de inmigración tiene una característica importante, que quienes hacen fortuna son, por lo general, la primera generación. La segunda, que son los hijos, la tratan de medio conservar o la desperdician y la tercera generación, que son los nietos, acaba con todo. Por eso es que en las sociedades se da la paradoja de que los ricos de ayer son los pobres de hoy y esa es la explicación del por qué, los pobres de hoy (los que llegan) son los ricos del mañana.
Si nos preguntamos quiénes eran los ricos de ayer en Mariquita, aquellos inmigrantes que hicieron grandes fortunas, veremos que sus descendientes de segunda y tercera generación están, o van a ser, pobres. Algunos están o van rumbo a la miseria.
Esta dinámica de constante inmigración es lo que hace a Mariquita interesante, un laboratorio social. Sin embargo, hay algo que choca en los descendientes de la segunda y tercera generación que se creen raizales, con raíces vernáculas, con identidad. Se creen que son los “mariquiteños puros”. Estos supuestos “mariquiteños puros” odian a una Mariquita moderna, sueñan todavía con el burro atravesando la plaza. Les fastidia que lleguen inmigrantes, o como algunos suelen decir, que lleguen “aparecidos”, que hagan dinero y que se vuelvan ricos.
No entienden que estos nuevos ricos, les va a pasar lo mismo que a los ricos de antaño, sus descendientes posiblemente van a ser pobres. Que no van a tener las fortunas de sus antepasados. Esto que estoy diciendo no es nada nuevo, la antropología ya lo había analizado, estoy corroborando la teoría.
El perfil del inmigrante es un individuo que llega pobre y que, sin nada que perder, se lanza a explorar el mundo de las oportunidades. Los que logran hacer fortuna, a la segunda generación la educan. Algunos se hacen profesionales y no vuelven. Vienen de paseo que no es lo mismo que regresar. Se olvidan del oficio y del entorno donde amasó la fortuna su antepasado. Otros fracasan en el intento de querer imitar a sus antepasados y algunos medianamente triunfan. Y los que se quedan son unos inútiles, por lo general pobres y con un titulo universitario que hoy en día todo mundo tiene y sin la fortuna de sus antepasados. Algunos de estos inútiles le ladran a la luna, soñando que la sociedad le reconozcan lo que ellos creen que son. En este esfuerzo de reconocimiento se olvidan que Mariquita es una tierra de constante inmigración. De la tercera generación, o sea los nietos, no hay nada que hablar. Sobreviven.
Otra característica de estos primeros inmigrantes fue que alternaron su poder económico con la política. Por lo general fue la primera generación que se interesó, sus hijos y nietos no se interesaron en ella. Prefirieron, o prefieren, saborear las mieles que deja o dejó el poder: puestos burocráticos, fortuna y la fama de sus antepasados pero con la desgracia que van en camino a ser pobres.
De estos inmigrantes hay un apellido interesante: el Halima. El primer inmigrante fue un comerciante palestino, no incursionó en política, pero, su segunda generación, uno de sus hijos sí lo hizo. Destronó a una generación de inmigrantes que además de haber hecho fortuna hicieron uso del poder político. El error de ellos fue que se creyeron imprescindibles.
En términos políticos, lo que a Mariquita le está pasando tiene que ver con los descendientes de las primeras generaciones. Hasta 1991 la política fue dominada por unos de sus descendientes, pero a partir de ese año hasta nuestros días se ha dado un fenómeno interesante, el poder se ha venido rotando por descendientes de las primeras generaciones que han venido llegando.
Una conclusión que se puede sacar de los alcaldes de estos últimos años, la que va de William Rubio a Hernán Cuartas, fue que no heredaron inmensas fortunas. Y es lo que explica también que estos alcaldes, a excepción de Hernán Cuartas, que queriendo emular a sus coterráneos de grandes fortunas hicieron del prepuesto municipal una especie de chequera personal. Despilfarraron el presupuesto al igual que los descendientes de las grandes fortunas. He ahí el por qué Mariquita viene arrastrando una deuda aproximada de quince mil millones de pesos y que hoy en día no termina de pagar.
Pensando en el futuro, y con la conclusión que en Mariquita no hay raizales, lo más sano es que no se siga pensando en los descendientes de las primeras generaciones de inmigrantes para alcalde. Debemos pensar en un inmigrante pobre que quiera hacer fortuna social. No una fortuna para su propio bolsillo, sino la que Mariquita necesita: que sea un polo de desarrollo.