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viernes, mayo 16, 2008

Honda, cuna de la literatura tolimense

Armando Moreno Sandoval

Si en algo se ha caracterizado el Norte del Tolima es por la palabra escrita. Pensar que tal o cual municipio es la cuna de la intelectualidad es, sin lugar a dudas, cosa de tontos. Todos los municipios a su manera, y de acuerdo a su tiempo social e histórico, han aportado su grano de arena. Recordar, por ejemplo, al poeta Diego Fallón, oriundo de Falán, es algo que nos llena de orgullo. Los críticos literarios coinciden en señalarlo como uno de los grandes poetas que dado la nación colombiana.
Ni que decir de los escritores, historiadores y poetas que dado el municipio cafetero de El Líbano. El escritor Carlos Orlando Pardo, entre chiste y verdad, decía que el municipio que tenía más escritores por metro cuadro era El Líbano. Para tener una idea de lo que ha dado esa tierra en materia de hombres de letras, basta recordar al intelectual, historiador y escritor Eduardo Santa y darnos así una idea de su grandeza.
No obstante, si nos preguntáramos por el inicio de la literatura tolimense no cabe duda que más de un individuo pensaría que podría estar en el mismo Líbano. Desafortunadamente no es así. El Líbano es un municipio demasiado joven. El Tolima tiene otros centros urbanos cuya ocupación española datan casi desde hace medio milenio de años como son Honda y Mariquita.
Esa temporalidad y ese estatus de pueblos mayores que da el peso del tiempo fue lo que permitió que Honda en el siglo XIX fuese un hervidero de ideas. Sorprende, y duele decirlo, que en el siglo XIX en el puerto de Honda circularan y se publicaran más periódicos que hoy en día. Una mirada desprevenida en la sala Anselmo Pineda de la Biblioteca Nacional nos lleva a corroborar que en Honda en el año de 1857 se imprimía y editaba “El Vapor”; que entre 1878-1879 existía el quincenal “La Voz del Tolima”; en 1879 “El Día” y que en 1899 se leían “El Gualí”, “El Salto” y “La Voz del Pueblo”. Tradición que por supuesto no se perdería con la llegada del siglo XX, pues para ese siglo, a comienzos de el, encontramos “El Motor”, un periódico que tenía la particularidad de difundir las huelgas que se llevaban en el Ferrocarril de La Dorada y en los buques a vapor que surcaban el río Magdalena. Pero, lo que más sorprende es que ese periódico lo hacían circular por todos los rincones del norte del Tolima bien sea a través del ferrocarril o el cable aéreo, o, a lomo de mula para los rincones más apartados.
Esta tradición periodística e intelectual fue lo que permitió que en Honda, por cosas del destino, se diera luz a la primera novela que tenga noticia la narrativa tolimense. El profesor, escritor e intelectual Libardo Vargas —experto en historiografía literaria—señala que no bastó que allí se engendrara la novela sino que fuese también un hondano quien la escribiera. Se trata de José Antonio de Plaza, un personaje que además de haber sido escritor pudo intercalar este oficio con la de historiador y político. Pues, en 1829 ejerciendo el cargo de gobernador de Honda lo encontramos dando la orden para levantar de nuevo el puente sobre el río Gualí que había sido derribado por el terremoto de 1805.
Para honrar su memoria sólo nos queda recordar que su novela “El oídor, romance del siglo XVI”, editada en 1850 y siete años antes de su muerte, es, hasta que no se demuestre lo contrario, la primera novela tolimense. Si bien, lo que hace Antonio de Plaza es recrear un triángulo amoroso entre el marido, la mujer y el enamorado, el merito está en que este escritor había hallado en la novela “El Carnero” de Rodríguez Freyle el filón que le sirvió para sacar el tema de su novela y que muchos años después los escritores colombianos tendrían en cuenta para desarrollar su narrativa. O, para decirlo sin tanto rodeos, que con el hondano José Antonio de Plaza se inicia la moderna narrativa colombiana.