TRANSLATE

viernes, julio 27, 2018

Henry Patiño Pulido: fundador y militante del Movimiento Revolucionario Liberal en el Tolima. ideas y sueños tropicales.

Armando Moreno Sandoval
De Henry Patiño Púlido no puede decirse cualquier cosa. Patiño estuvo al frente del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) dominando con sus ideas el escenario político del Tolima hasta que apareció Alberto Santofimio Botero. Su rebeldía política fue heredada seguramente de su abuelo, aquel viejo radical liberal de la Guerra de los Mil Días, muerto por un pelotón de fusilamiento en la plaza principal de Mariquita.
Es a Mariquita, el pueblo de sus ancestros, por el año de 1946, que su padre llega huyendo de la violencia de Pensilvania para salvar la vida de su familia y la suya. Fue una huida a lomo de burro. El reloj marcaba las tres de una madrugada fría y lluviosa. Una huida para nunca más volver.
Hugo Viana, amigo y compañero de muchas batallas y luchas ideológicas, lo recuerda como modesto, pobre y autodidacta. Con los Hermanos Cristianos de Pensilvania aprendió a garabatear las primeras letras, de los ingleses el manejo de la pipa, la picadura, los buenos modales y consejos pero que nunca puso en práctica.
Ingrato sería pensar que solo fueron los Hermanos Cristianos y los ingleses quienes influirán en su formación. En el colegio que había fundado en Mariquita un expárroco de la iglesia católica, Isaías Díaz Quevedo, aprendió la contabilidad que le valió para hacer parte del cuerpo administrativo de los talleres del ferrocarril que regentaban los ingleses.
De su padre, carpintero de profesión y por añadidura borracho consuetudinario, heredó el gusto por fumar pipa y el apetito voraz de la lectura. Esta herencia le permitió en su juventud beber en las fuentes del liberalismo radical. Tan así que como un gesto de lealtad a sus ideas liberales, no tuvo ningún empacho en marchar a la fría Bogotá para asistir al sepelio del más grande estadista que dio el siglo XX: el hondano Alfonso López Pumarejo.
Mariquita a mediados del siglo XX
El refugio en las ideas liberales que había buscado su padre daría sus frutos en Henry Patiño, pocos años después de haberse establecido en su nueva morada. Era la Mariquita de la primera mitad del siglo XX, de calles destapadas, inmensos potreros y exuberantes rastrojos; de frondosos mangos, palmas, aguacates, mameyes y almendros por doquier. Era la Mariquita de los apellidos Treffy, Hotter, Díaz, Andrade, Galvis, de la Roche. Época aquella en que un cable unía a Mariquita con Manizales y, para mejor señas, el pueblo de un hombre que las generaciones posteriores lo recordarían como el “Robín Hood” mariquiteño: Reinaldo Aguirre Palomo. Era un ambiente de ideas prácticas y sueños tropicales.
Su inicio en la política no fue fugaz: 25 años, más o menos, fue el tiempo que duró en ella, coinciden sus amigos. Todo comenzó con la lealtad que le confieren los viejos a los jóvenes cuando se trata de que le sigan las huellas. De la mano de Cristóbal de la Roche y Ricardo Galvis, liberales de traca mandaca, lo hacen nombrar secretario del concejo municipal. Corría el año de 1957. Entre 1958 y 1959, en un congreso de Juventudes Liberales del Tolima, lo eligen directivo. Lo que nunca imaginaron los patriarcas del liberalismo es que el mozalbete, luego de un fugaz paso como directivo de las juventudes, terminaría liderando la disidencia liberal del Frente Nacional. Era el inicio de una meteórica carrera política que lo llevó a permanecer por diez años en la Asamblea Departamental del Tolima y dos periodos consecutivos  a la Cámara como representante del Movimiento Revolucionario Liberal de Alfonso López Michelsen.
Su coqueteo con las ideas liberales revolucionarias viene desde cuando López Michelsen, en su exilio en México, dirigía y editada Postdata a la Alternancia. Una crítica mordaz al endoso de la presidencia entre liberales y conservadores y que se conocería como el Frente Nacional. Significaba que cada  cuatro años se turnaban los partidos tradicionales para gobernar, haciendo de las elecciones una pantomima para justificar la democracia. Las ideas rebeldes de López Michelsen lo llevaron a ser admirador de su movimiento  Renovación Liberal que fundara este en 1958.
Henry Patiño (de bigote ralo) al lado de Fidel Castro
El triunfo de la revolución cubana dirigida por Camilo Cienfuegos, El “Ché” Guevara y Fidel Castro, y aprovechando la oleada de entusiasmo desatada en el mundo y que se desataría como un volcán en erupción por toda América Latina, le dan a López Michelsen el ánimo e impulso necesario para fundar el histórico —MRL—: Movimiento Revolucionario Liberal. Era el inicio por parte de Patiño de su militancia en el movimiento.
Coincidiendo en las ideas, Hugo Viana, Henry Patiño, Hernando Yepez Santos, Artemio Cabiedez —líder de los zapateros—, Germán Gutiérrez Arroyo, todos ellos pertenecientes a las juventudes liberales y entusiasmados por las ideas de López Michelsen, fundan y difunden la plataforma ideológica del Movimiento Revolucionario Liberal en el norte del Tolima. Viana y Patiño plasmarían sus ideas fundado y dirigiendo el periodico Revolución, editado, impreso y distribuido desde el norte del Tolima (Honda, Armero).
Era el primer año de la revolución cubana, el MRL también estaba en auge. A mediados de 1960, un homenaje y apoyo a la revolución cubana los entusiastas Patiño, Viana y Gutiérrez Arroyo en representación de las juventudes liberales estarían junto a los invitados Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Villar Borda, Luis Viera y Alfonso López Michel en la Plaza de Bolívar. La fuerza de la oratoria de Viana y Patiño entusiasmaría al representante de Cuba, al señor Clergé. En medio de abrazos y apretones de manos en las escalinatas del Capitolio Nacional, y como un gesto de admiración al comandante Fidel, le enviaban de regalo las ediciones del periódico Revolución. Henry Patiño, de su mano y pluma, le enviaba una dedicatoria al comandante en jefe y a la revolución. Meses después, merodeando en la plaza principal de Mariquita, por los lados del obelisco construido con las ruinas de la casa donde vivió Gonzalo Jiménez de Quesada, un marconi les llegaba a las manos de Viana y Patiño. El comandante Fidel invitaba al cuerpo directivo del periódico Revolución a la isla donde había triunfado la revolución: Cuba.
Después de una semana de contacto con la revolución, deleitándose con un buen habano, suspirando de amor con los boleros de Benny More, catando el sabrosongo coctel daiquirí, el encanto de sus playas y del mar, regresan al norte del Tolima. Hugo Viana, quien no había podido viajar a La Habana, el día que llegaban Patiño y Gutiérrez preparaba en Honda un nuevo número del periódico Revolución. Patiño y Gutiérrez traían en las maletas la Primera Declaración de La Habana, algo así como un manifiesto comunista para América Latina, el sumo ideológico que luego daría origen a todos los movimientos revolucionarios armados del Tercer Mundo. En un cerrar y abrir de ojos ordenan parar las máquinas, recomponen de nuevo la edición y el periódico Revolución se constituye en el primer medio escrito en América Latina en haber impreso la  Primera Declaración de la Habana.

Mientras tanto, en Mariquita, el MRL no triunfaría en unas elecciones al concejo. El Partido Liberal llevaba a cabo los principios que promulgaban el MRL y la revolución cubana. En plena violencia, cuando los liberales huían de la carnicería  propiciada por los conservadores, el directorio Liberal, protegía, albergaba y daba de comer a sus copartidarios.
—Doy una arroba de arroz de  mi molino para los copartidarios— así hablaba Cristóbal de la Roche dirigiéndose a los demás miembros del Directorio Liberal.
—Doy una res semanal— respondió el ganadero más acaudalado de Mariquita. Y así sucesivamente todos los miembros se comprometían aportar a la causa.
—Esta y no otra, la razón principal del por qué nunca el MRL ganó las elecciones en Mariquita— palabras exactas de Patiño en una tarde Sampedrina en el café Florida del año 2003.

El periplo que tuvo por la cámara comenzaría a tener fin en el año de la unión entre el MRL y el oficialismo Liberal. Saúl Pineda, jefe del MRL en el Tolima, logra meter a Patiño a la Cámara de Representantes y Rafael Caicedo Espinosa a Alberto Santofimio Botero. Con esta unión, rememoró con nostalgia Hugo Viana, el oficialismo liberal trituraría la disidencia en cabeza del MRL y los militantes que por convicción habían estado años en el MRL no volverían a tener chance en la política.
Corría el año de 1974, la ANAPO queriéndose reivindicar del fraude de las elecciones presidenciales frente al conservador Misael Pastrana Borrero, se lanza con algunos viejos militantes del MRL a la búsqueda de escaños. La falta de olfato político con la ANAPO llevaría a Patiño a cavar su propia tumba política. En una reunión para escoger candidatos al Congreso de la República, desdeñando el primer renglón para el senado, opta por ser suplente del primer renglón para cámara que encabezaría el lenguisuelto de Arturo Villegas. En su lugar el renglón al senado lo tomaría el hondano “Paco” Castro. Villegas no dejaría ir Patiño a la cámara poniéndole de este modo un adiós a la vida política.
—Todo fue una mala táctica política— comentaría Hugo Viana. Cuando López fue presidente, Patiño era simplemente  un recuerdo de un viejo amigo.
Lo que no estuvo de estatura, lo tuvo en su oratoria. Quienes lo conocieron y lo siguieron por sus ideas, lo recuerdan como una de las voces que se hizo sentir en el congreso por un lapso de casi un cuarto de siglo.
Abatido por la política, y con un guille barre que casi le pone punto final a su vida, su amigo López Michelsen no lo olvidaría. De gira el entonces presidente López por el Tolima, no tuvo reparo en visitar a su viejo amigo en la alcaldía de Ambalema. Fue un encuentro de viejos amigos que alguna vez profesaron las mismas ideas.

Una tarde ibaguereña, de aquellas que oscurecen al compás de las brisas que bajan por el cañón del río Combeima, en la esquina del Banco de la República, recordaba, como diciéndole al paso del tiempo cómo es la vida, lo desentendido que había sido con aquel consejo sabio  y práctico, y para más señas inglés, que de lo que se ganaba era necesario guardar algo para la vejez y los tiempos difíciles. Era, nada más ni nada menos, que el sentido del ahorro.
Hoy todo es recuerdo. La gente lo ve y pasa desapercibida. Es otra generación. Solo lo acompaña su bastón, la pipa y el aroma de la picadura Captain Black.