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jueves, noviembre 15, 2018

Colombia, las ilusiones, los sueños y la culebra que se traga así misma

Armando Moreno Sandoval
Virginia Wolf la escritora inglesa, dijo: “Cada uno tenía su pasado encerrado dentro de sí mismo, como las hojas de un libro aprendido por ellos de memoria; y sus amigos podían sólo leer el título”, fueron las frases que me saltaron a la mente al terminar de leer el libro del hondano Jaime Cedano Roldan: Paz en Colombia. Crónicas de ilusiones, desencantos y viceversas.
A medida que fui pasando las yemas de los dedos por la pantalla de mi tablet me fui construyendo una versión de un pasado muy parecido al de los individuos en estado de coma. Eran filminas que mi cerebro fue desempolvando, pues a medida que avanzaba en zigzag, era la misma historia pero narrada a través de otra voz.
En efecto comprendí que el pasado es poliédrico  y que los hechos como tales están amarrados a las interpretaciones; y que dar cuenta del pasado desde el presente nos puede llevar por otros caminos así se haya vivido, sentido y conocido los hechos de ese pasado. Fue exactamente lo que aprendí al leer los textos de Cedano.
Lo que quiero afirmar es que los hechos están en el recuerdo, la memoria, la imagen, el texto. Lo que se discute es su interpretación que, en últimas están mediados por la ideología, los sentimientos y por qué no esa mirada que se hace desde el presente. Porque si ello no es así, entonces qué sentido tendría escribir sobre el pasado, pues lo estaríamos pensando como un axioma ya que las preguntas sobre ese pasado sobrarían.
Pienso que la generación que nació a mediados del siglo XX fue una generación atrapada por los fanatismos de los metarrelatos de la primera mitad del siglo XX (fascismo, nazismo, falangismo, estalinismo, maoísmo, sovietismo). Metarrelatos que luego hicieron tránsito a la segunda mitad del siglo XX para asaltar las mentes de una generación que más que brindarle rebeldías oníricas, les ofreció fueron pócimas de odio y muerte.
La generación que creció en la segunda mitad del siglo XX, y que empezó a envejecer con el siglo XXI, además de ser la del estado de sitio, es la misma que escuchó hablar de los cortes “franelas” de  liberales y conservadores en la años de la violencia bipartidista, la que luego años más tarde cabalgaría junto al humo de los cañones de los comunistas, paracos, narcos y ohhhhhh que vergüenza la misma de  la de los corruptos. Es la generación que solo vivió el amor en los versos de los poemas, pero que si hizo mucho para odiar. Es la generación que niega al otro, porque ese otro solo es posible si piensa y es igual a mí.
Si la generación que nació a mediados del siglo XX le hubiese hecho el quite a los metarrelatos del fanatismo ideológico (llámese nazismo, fascismo o comunismo en todas sus vertientes) quizás hubiésemos construido otros caminos con menos cruces, con menos filos de machetes, con menos casquillos regados por doquier, con menos fosas, con menos muecas, con menos gritos de dolor al enfrentar las diversas máscaras que tiene la muerte.
Pero no. Esos otros caminos fueron imposibles. En los metarrelatos —esas grandes construcciones teóricas que le trazaron y aún le trazan el camino a la humanidad (desde el cristianismo hasta el marxismo, pasando por los grandes sistemas filosóficos herméticos y cerrados) — no hay espacio para los débiles. Solo así podemos entender los horrores de Auschwitz o los Gulag de las estepas rusas.
El filósofo de la ciencia, Karl Popper, en su libro La sociedad abierta y sus enemigos, publicada en 1945 poco después de culminada la Segunda Guerra Mundial, escribió, que era ignominioso que ideología alguna a nombre de ella justificara la muerte. Sin embargo, no se entiende cómo una buena proporción de intelectuales, académicos, escritores y poetas condenaran las atrocidades ignominiosas de los totalitarismos de derecha e hicieran caso omiso de las atrocidades de los totalitarismos del “socialismo real”. Hechos indefendibles que solo ahora aún siguen siendo alimentadas desde la izquierda o de la derecha desde las posturas de la post verdad.
La obra de Popper, ninguneada tanto por la derecha como por la izquierda, pasó desapercibida. Aunque solo es leída en seminarios universitarios especializados, el legado de este filósofo para reinventar la democracia liberal ha sido arrojado al cuarto de San Alejo. Es una obra inconmensurable para comprender la democracia liberal. Solo los demócratas se atreven a leerla y a consultarla. No es sino recordar la respuesta a aquella entrevista cuando le preguntaron al viejo Popper qué era la democracia. Como todo un sabio respondió. La democracia no tiene definición, pues ella en sí misma es una construcción permanente. Será la misma sociedad quien la proteja cuando lleguen los totalitarismos de cualquier cuño ideológico  a torcerle el cuello para ponerla a su servicio bien sea por la vía de las leyes o de los cañones.
Ahhhh…! que frases tan sabias y qué desgracia la de Latinoamérica cuando las ideologías que venden ilusiones y sueños amañados llegan para perpetuarse en el poder. Esa es la desgracia de Latinoamérica desde la frontera de Méjico con Estados Unidos hasta la frontera de la Patagonia con la Antártida.
Ayer fueron las dictaduras militares de derecha, ahora en este siglo XXI son las dictaduras constitucionales de izquierda. En esta borrachera de ideas que solo saben hacerle loa a los cadáveres, está Colombia. Pero quien lo creyera! Aún hay generaciones, algunas jóvenes otras ya muriéndose, que todavía creen que la democracia hay que construirla a la manera de los versos del poeta Vladimir Maiakovski: “¡Enderecen la marcha! Para palabrerías no hay sitio. ¡Silencio, oradores! Es suya la palabra, camarada máuser. Basta de vivir con leyes dadas por Adán y Eva”.
La tragedia de Latinoamérica no es la metáfora del coronel Aureliano Buendía de García Márquez. Ni tampoco es el lloriqueo que retrata Eduardo Galeano en su obra Las venas abiertas de América Latina, ni tampoco es el volar del cóndor en los labios de la canta autora Mercedes Sosa. Es más simple: es una culebra que permanentemente se traga así misma por la cola. La culebra son esas ideologías tanáticas y fanáticas que deciden por otros en medio de la indiferencia, es la culebra que hace oídos sordos a los llantos de los niños y de las niñas huérfanos de padre y madre.
Los símiles para describir a Colombia son variadísimos, podría uno pensar que nuestro país es un palimpsesto de odio y muerte que repite el mismo guion con diferentes actores dependiendo la época que les tocó vivir. Así ha sido desde Bolívar y Santander. Y este siglo XXI cuando creíamos que las ideologías de la muerte habían dado paso al respeto por la diferencia nos vemos de nuevo atrapados por el odio que emana de las fauces de los señores de la muerte.
De lo que tal vez no nos podemos quejar es que Colombia es una construcción hecha con metáforas, ya sea  por aquellos que dicen pensar el país —al estilo de William Ospina con su Franja Amarilla—, o por quienes tomándose el ultimo cuncho de la cerveza en una cantina de mala muerte, al ver flotar cadáveres río abajo se jactan y alardean —como cualesquier político— de tener la fórmula de salvación de este país.
En este siglo XXI cuando se pensaba que la democracia liberal y sus diversas formas de gobierno estaban libres de los fanatismos ideológicos, es cuando menos lo está. El surgimiento de los nacionalismos y los populismos tanto de derecha como de izquierda están lanzando dardos envenenados contra la democracia liberal y el legado heredado a partir de la Ilustración. Pues mientras la culebra de los fanatismos ideológicos se siga engullendo así misma, la democracia liberal correrá el peligro de estar herida de muerte.
Mientras estaba finiquitando el libro de Jaime Cedano llegó a mi mente los recuerdos de mis viejos amigos, quienes convencidos por una causa no pudieron terminar el ciclo de sus vidas como corresponde: morir de viejos. Pienso en Honorio Moreno y en mi viejo amigo de pupitre y de colegio Fabio Pescador. El recuerdo de ellos volvieron a vivir en mí.
A Honorio Moreno, sindicalista y militante del Partido Comunista, el Estatuto de Seguridad le arrebató de la manera más vil su vida. Torturado hasta decir no más! fue hallado a la vera del camino entre Mariquita y el río Guarinó. En Mariquita un barrio lleva su nombre en memoria del aguerrido luchador sindicalista. En vano he buscado su tumba, nadie da razón de él.
Fabio Pescador después de estar preso varios años en la base de Palanqueros en Puerto Salgar terminó orate y deambulando por las calles de Mariquita. Como si su hogar fuera uno de los círculos del infierno de la Divina Comedia de Dante, solía hablar y comentar los encuentros en el purgatorio con sus viejos camaradas de lucha. En medio de sus delirios solía relatar que con el camarada Honorio Moreno hablaban mucho de esto y de aquello, y que a la tertulia llegaban esos otros que también había sido desaparecidos. Poco hablaban de la revolución, hablaban de lo bonito que era la vida. Y así murió.
Hoy están en el olvido.
Me alegro sí por el viejo Cedano que en entre sevillanas y los olés siga sonriéndole a la vida por muchos años más.


lunes, agosto 06, 2018

Mariquita: las mismas viejas nuevas noticias


Armando Moreno Sandoval
Aunque la doble moral hace chirriar los dientes de quienes así mismo se hacen llamar “gente de bien”, valga preguntarnos qué pasa cuando una sociedad hace de los niños/as, de la mujer, del sexo y del prójimo un objeto de uso y abuso.
Que Colombia está mal es decir cualesquier babosada para salir del paso. Pero lo que sí se puede afirmar es que no todos los municipios de Colombia, son como Mariquita.
A comienzos del año 2009 una noticia le dio la vuelta al mundo. Arcedio Alvarez Quintero, y que los medios lo apodaron con el alias del “Monstruo de Mariquita”, era denunciado por una de sus dos nietas-hijas que había tenido con Alba Nidia, su propia hija. Lo que causó conmoción era que también abusaba sexualmente de sus dos nietas-hijas.
La aberrante situación salió a la luz pública cuando Alba Nidia advirtió que ninguno de sus hijos estaba registrado ni bautizado y acudió a un comisario de familia, por cuyo conducto fue que trascendió el caso, sino el caso, seguramente hubiese pasado desapercibido.
Hay quienes compararon el caso de Alba Nidia con el de Josef Fritzl, el llamado ‘Monstruo de Austria’, condenado a cadena perpetua porque secuestró a su hija Elisabeth durante 24 años desde 1984, y tuvo con ella 7 hijos. En este caso no hubo secuestro, y como lo dijo la misma hija-esposa, desde los 12 años que su padre-esposo la convirtió como esposa, todo fue visto por el vecindario como un matrimonio común y corriente.
Lo chocante, propio de sociedades mojigatas y camanduleras fue la actitud de un pastor evangélico que conociendo la situación incestuosa a que había sometido Arcedio Álvarez a su hija Alba Nidia, calló como todo un hipócrita .
Ahora, ya no hay un monstruo, sino dos, dicen los medios.
Los últimos  tres días de julio y los tres primeros de agosto de este 2018, cuando todavía los cañones de las pistolas seguían echando humo, al mejor estilo de las balaceras que propinaba Al Capone, o los matones del viejo oeste americano,  Mariquita, de nuevo, era sacudida por las mismas viejas nuevas noticias. 
Walter Matiz Ramírez  un energúmeno que se pavoneaba por las calles de Mariquita con camuflado, además gritón y petulante al mejor estilo de "Ud no sabe quién soy yo", era arrestado el 1 de agosto de 2018 por el CTI colombiano. Entre los diversos cargos que le imputó la fiscal, aunque todos son aberrantes, está el de haber traído desde Santander con engaños a venezolanos y haberlos puesto a trabajar como esclavos en la finca “El Guayabo”, vereda Pueblo Nuevo; como también el de haber retenido a una mujer en una habitación de un hotel, haberla violado y haber hecho con ella, desnuda, sesiones de fotografía, pero, sobre todo, el de haber abusado y violado niñas.
La iglesia católica tampoco escapa a los abusos. El cura Luis Enrique Duque  que había estado de párroco en la iglesia El Carmen en Mariquita, y que luego sería trasladado al Líbano, en un fallo histórico en agosto de 2011 el Tribunal Superior de Ibagué condenaba a la Diócesis Líbano-Honda a pagar 430 millones a dos menores de una familia de desplazados por la violencia, los menores habían sido víctimas de abusos sexuales del cura.
Algo está pasando con los habitantes de un pueblo donde las iglesias, están proliferando por doquier. Pero el afán por salvar el alma ante Dios contrasta con el bajo mundo que todos ven y callan.
Mientras los mayores están rezando y pecando, los/as niños/as y su juventud está sin porvenir y al garete. Todos hacen mutis.


viernes, julio 27, 2018

Henry Patiño Pulido: fundador y militante del Movimiento Revolucionario Liberal en el Tolima. ideas y sueños tropicales.

Armando Moreno Sandoval
De Henry Patiño Púlido no puede decirse cualquier cosa. Patiño estuvo al frente del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) dominando con sus ideas el escenario político del Tolima hasta que apareció Alberto Santofimio Botero. Su rebeldía política fue heredada seguramente de su abuelo, aquel viejo radical liberal de la Guerra de los Mil Días, muerto por un pelotón de fusilamiento en la plaza principal de Mariquita.
Es a Mariquita, el pueblo de sus ancestros, por el año de 1946, que su padre llega huyendo de la violencia de Pensilvania para salvar la vida de su familia y la suya. Fue una huida a lomo de burro. El reloj marcaba las tres de una madrugada fría y lluviosa. Una huida para nunca más volver.
Hugo Viana, amigo y compañero de muchas batallas y luchas ideológicas, lo recuerda como modesto, pobre y autodidacta. Con los Hermanos Cristianos de Pensilvania aprendió a garabatear las primeras letras, de los ingleses el manejo de la pipa, la picadura, los buenos modales y consejos pero que nunca puso en práctica.
Ingrato sería pensar que solo fueron los Hermanos Cristianos y los ingleses quienes influirán en su formación. En el colegio que había fundado en Mariquita un expárroco de la iglesia católica, Isaías Díaz Quevedo, aprendió la contabilidad que le valió para hacer parte del cuerpo administrativo de los talleres del ferrocarril que regentaban los ingleses.
De su padre, carpintero de profesión y por añadidura borracho consuetudinario, heredó el gusto por fumar pipa y el apetito voraz de la lectura. Esta herencia le permitió en su juventud beber en las fuentes del liberalismo radical. Tan así que como un gesto de lealtad a sus ideas liberales, no tuvo ningún empacho en marchar a la fría Bogotá para asistir al sepelio del más grande estadista que dio el siglo XX: el hondano Alfonso López Pumarejo.
Mariquita a mediados del siglo XX
El refugio en las ideas liberales que había buscado su padre daría sus frutos en Henry Patiño, pocos años después de haberse establecido en su nueva morada. Era la Mariquita de la primera mitad del siglo XX, de calles destapadas, inmensos potreros y exuberantes rastrojos; de frondosos mangos, palmas, aguacates, mameyes y almendros por doquier. Era la Mariquita de los apellidos Treffy, Hotter, Díaz, Andrade, Galvis, de la Roche. Época aquella en que un cable unía a Mariquita con Manizales y, para mejor señas, el pueblo de un hombre que las generaciones posteriores lo recordarían como el “Robín Hood” mariquiteño: Reinaldo Aguirre Palomo. Era un ambiente de ideas prácticas y sueños tropicales.
Su inicio en la política no fue fugaz: 25 años, más o menos, fue el tiempo que duró en ella, coinciden sus amigos. Todo comenzó con la lealtad que le confieren los viejos a los jóvenes cuando se trata de que le sigan las huellas. De la mano de Cristóbal de la Roche y Ricardo Galvis, liberales de traca mandaca, lo hacen nombrar secretario del concejo municipal. Corría el año de 1957. Entre 1958 y 1959, en un congreso de Juventudes Liberales del Tolima, lo eligen directivo. Lo que nunca imaginaron los patriarcas del liberalismo es que el mozalbete, luego de un fugaz paso como directivo de las juventudes, terminaría liderando la disidencia liberal del Frente Nacional. Era el inicio de una meteórica carrera política que lo llevó a permanecer por diez años en la Asamblea Departamental del Tolima y dos periodos consecutivos  a la Cámara como representante del Movimiento Revolucionario Liberal de Alfonso López Michelsen.
Su coqueteo con las ideas liberales revolucionarias viene desde cuando López Michelsen, en su exilio en México, dirigía y editada Postdata a la Alternancia. Una crítica mordaz al endoso de la presidencia entre liberales y conservadores y que se conocería como el Frente Nacional. Significaba que cada  cuatro años se turnaban los partidos tradicionales para gobernar, haciendo de las elecciones una pantomima para justificar la democracia. Las ideas rebeldes de López Michelsen lo llevaron a ser admirador de su movimiento  Renovación Liberal que fundara este en 1958.
Henry Patiño (de bigote ralo) al lado de Fidel Castro
El triunfo de la revolución cubana dirigida por Camilo Cienfuegos, El “Ché” Guevara y Fidel Castro, y aprovechando la oleada de entusiasmo desatada en el mundo y que se desataría como un volcán en erupción por toda América Latina, le dan a López Michelsen el ánimo e impulso necesario para fundar el histórico —MRL—: Movimiento Revolucionario Liberal. Era el inicio por parte de Patiño de su militancia en el movimiento.
Coincidiendo en las ideas, Hugo Viana, Henry Patiño, Hernando Yepez Santos, Artemio Cabiedez —líder de los zapateros—, Germán Gutiérrez Arroyo, todos ellos pertenecientes a las juventudes liberales y entusiasmados por las ideas de López Michelsen, fundan y difunden la plataforma ideológica del Movimiento Revolucionario Liberal en el norte del Tolima. Viana y Patiño plasmarían sus ideas fundado y dirigiendo el periodico Revolución, editado, impreso y distribuido desde el norte del Tolima (Honda, Armero).
Era el primer año de la revolución cubana, el MRL también estaba en auge. A mediados de 1960, un homenaje y apoyo a la revolución cubana los entusiastas Patiño, Viana y Gutiérrez Arroyo en representación de las juventudes liberales estarían junto a los invitados Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Villar Borda, Luis Viera y Alfonso López Michel en la Plaza de Bolívar. La fuerza de la oratoria de Viana y Patiño entusiasmaría al representante de Cuba, al señor Clergé. En medio de abrazos y apretones de manos en las escalinatas del Capitolio Nacional, y como un gesto de admiración al comandante Fidel, le enviaban de regalo las ediciones del periódico Revolución. Henry Patiño, de su mano y pluma, le enviaba una dedicatoria al comandante en jefe y a la revolución. Meses después, merodeando en la plaza principal de Mariquita, por los lados del obelisco construido con las ruinas de la casa donde vivió Gonzalo Jiménez de Quesada, un marconi les llegaba a las manos de Viana y Patiño. El comandante Fidel invitaba al cuerpo directivo del periódico Revolución a la isla donde había triunfado la revolución: Cuba.
Después de una semana de contacto con la revolución, deleitándose con un buen habano, suspirando de amor con los boleros de Benny More, catando el sabrosongo coctel daiquirí, el encanto de sus playas y del mar, regresan al norte del Tolima. Hugo Viana, quien no había podido viajar a La Habana, el día que llegaban Patiño y Gutiérrez preparaba en Honda un nuevo número del periódico Revolución. Patiño y Gutiérrez traían en las maletas la Primera Declaración de La Habana, algo así como un manifiesto comunista para América Latina, el sumo ideológico que luego daría origen a todos los movimientos revolucionarios armados del Tercer Mundo. En un cerrar y abrir de ojos ordenan parar las máquinas, recomponen de nuevo la edición y el periódico Revolución se constituye en el primer medio escrito en América Latina en haber impreso la  Primera Declaración de la Habana.

Mientras tanto, en Mariquita, el MRL no triunfaría en unas elecciones al concejo. El Partido Liberal llevaba a cabo los principios que promulgaban el MRL y la revolución cubana. En plena violencia, cuando los liberales huían de la carnicería  propiciada por los conservadores, el directorio Liberal, protegía, albergaba y daba de comer a sus copartidarios.
—Doy una arroba de arroz de  mi molino para los copartidarios— así hablaba Cristóbal de la Roche dirigiéndose a los demás miembros del Directorio Liberal.
—Doy una res semanal— respondió el ganadero más acaudalado de Mariquita. Y así sucesivamente todos los miembros se comprometían aportar a la causa.
—Esta y no otra, la razón principal del por qué nunca el MRL ganó las elecciones en Mariquita— palabras exactas de Patiño en una tarde Sampedrina en el café Florida del año 2003.

El periplo que tuvo por la cámara comenzaría a tener fin en el año de la unión entre el MRL y el oficialismo Liberal. Saúl Pineda, jefe del MRL en el Tolima, logra meter a Patiño a la Cámara de Representantes y Rafael Caicedo Espinosa a Alberto Santofimio Botero. Con esta unión, rememoró con nostalgia Hugo Viana, el oficialismo liberal trituraría la disidencia en cabeza del MRL y los militantes que por convicción habían estado años en el MRL no volverían a tener chance en la política.
Corría el año de 1974, la ANAPO queriéndose reivindicar del fraude de las elecciones presidenciales frente al conservador Misael Pastrana Borrero, se lanza con algunos viejos militantes del MRL a la búsqueda de escaños. La falta de olfato político con la ANAPO llevaría a Patiño a cavar su propia tumba política. En una reunión para escoger candidatos al Congreso de la República, desdeñando el primer renglón para el senado, opta por ser suplente del primer renglón para cámara que encabezaría el lenguisuelto de Arturo Villegas. En su lugar el renglón al senado lo tomaría el hondano “Paco” Castro. Villegas no dejaría ir Patiño a la cámara poniéndole de este modo un adiós a la vida política.
—Todo fue una mala táctica política— comentaría Hugo Viana. Cuando López fue presidente, Patiño era simplemente  un recuerdo de un viejo amigo.
Lo que no estuvo de estatura, lo tuvo en su oratoria. Quienes lo conocieron y lo siguieron por sus ideas, lo recuerdan como una de las voces que se hizo sentir en el congreso por un lapso de casi un cuarto de siglo.
Abatido por la política, y con un guille barre que casi le pone punto final a su vida, su amigo López Michelsen no lo olvidaría. De gira el entonces presidente López por el Tolima, no tuvo reparo en visitar a su viejo amigo en la alcaldía de Ambalema. Fue un encuentro de viejos amigos que alguna vez profesaron las mismas ideas.

Una tarde ibaguereña, de aquellas que oscurecen al compás de las brisas que bajan por el cañón del río Combeima, en la esquina del Banco de la República, recordaba, como diciéndole al paso del tiempo cómo es la vida, lo desentendido que había sido con aquel consejo sabio  y práctico, y para más señas inglés, que de lo que se ganaba era necesario guardar algo para la vejez y los tiempos difíciles. Era, nada más ni nada menos, que el sentido del ahorro.
Hoy todo es recuerdo. La gente lo ve y pasa desapercibida. Es otra generación. Solo lo acompaña su bastón, la pipa y el aroma de la picadura Captain Black.


viernes, enero 26, 2018

La batalla de la "rusia"

Nota aclaratoria: 

Este relato histórico escrito en 1935 por el maestro Alberto Castilla trata de la gesta heroica de la Columna Ibagué comandada por el general Tulio Varón durante la guerra de los Mil Días en el Departamento del Tolima.

La batalla que da cuenta Alberto Castilla fue en los llanos de Doima en los alrededores del actual municipio de Piedras (Tolima).

Texto ha sido tomado de la revista El Bodegón, edición N° 247, serie Conciencia Nacional, diciembre 12 de 1935, pág: 51. La edición fue dedicada al departamento del Tolima.

Alberto Castilla fue el fundador y director del Conservatorio de Música del Tolima. Nació el 9 de abril de 1878 y murió en Ibagué, el 10 de junio de 1937.


Alberto Castilla Buenaventura

Cuando en 1899 se desató la guerra en Santander, el Tolima se puso en pie, buscó a sus jefes y entró en la lucha, lleno de coraje y bravura.

Son incontables los sufrimientos que soportó el soldado tolimense en los tres años de fatigas y batallas y no hubo lugar en el país a donde no concurriera en busca de la gloria o de la muerte.

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Llanos de Doima, monumento a Tulio Varón
El país conoce las hazañas guerreras del Tolima, cuyo relato produce escalofrió unas veces y otras indignación. El heroísmo, la audacia, la abnegación, la hidalguía, la crueldad, todos los atributos de la guerra alcanzaron en el Tolima su expresión más alta.

Una mañana de junio de 1901 hallábase Tulio Varón acampado cerca de Piedras, cuando fue impuesto de que las fuerzas del gobierno habían establecido, en su busca, un cerco de hierro, alrededor de Doima, su campo estratégico, distante cinco leguas de allí, y que los jefes habían anunciado la inmediata captura del famoso guerrero ibaguereño, porque lo tenían cogido en su red de fuego.

Al punto concibió Tulio la más audaz de sus empresas militares. Pasó revista a sus tropas harapientas, contó por todo doscientos ochenta hombres, y al cacer la tarde se pasó en marcha hacia Doima.

El cerco establecido sobre este reducto revolucionario, lo formaban seis mil hombres comandos por los generales Toribio Rivera, Pompilio Gutiérrez y Aguilar. Rivera ocupaba “La Vega de los padres” y cubría todas las veredas que conducen a Doima; Gutiérrez era dueño de la llanura en una extensión de dos leguas; las tropas de Ibagué circundaban el paraje de Doima y sus contornos, y Aguilar, listo para la gran batalla, hallábase en el centro de aquella corraleja, en el campo de “La Rusia”, dividido su ejército en cuatro acuartelamiento, distantes entre sí doscientos y trescientos metros.      

El plan de Tulio consistía en meterse sigilosamente dentro de la terrible corraleja y asaltar la división de Aguilar que dormía tranquila, como que estaba rodeada por un ejército amigo de cuatro mil hombres.

Muy cerca del sitio por donde debía atravesar a furto las líneas enemigas, dispuso Tulio que sus soldados se quitaran la camisa para que la desnudes sirviera de signo de reconocimiento en la oscuridad de la noche. El que hiciera luz o produjera el menor ruido seria decapitado en el acto.

Ya dentro de campamento enemigo, dividió Tulio sus doscientos ochenta hombres en cuatro grupos, y a cada uno le señaló el lugar del asalto, reservándose el más lejano para el grupo que personalmente capitaneaba. No se haría sino un disparo de fusil, que lo haría el general en persona, como señal de ataque. El asalto seria con arma blanca.

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Monumento a Tulio Varón.
Carrera 5 con calle 15
Ibagué (Tolima)
Una hora más tarde, las cuatro de la madrugada, habían llegado los diferentes grupos a su sitio de ataque. En ese momento se oyó el disparo hecho por el general Varón, y estalló la más espantosa tragedia de que haya recuerdo entre nosotros. Todo ser humano que por desgracia llevaba camisa sobre el cuerpo, era partido en dos de un solo tajo por los machetes de los asaltantes.

En aquel campo no se oía sino el chasquido de las armas cortantes y los gritos momentáneos y pavorosos de las víctimas.

La escena duró apenas media hora. A las cinco de la mañana se pobló de luz la llanura con la llegada del día y el sol iluminaba mil doscientos cadáveres sobre el campo de “La Rusia”, entre los cuales se encontraba el del general en jefe (Aguilar).

Tulio había recogido su botín de armas y municiones y se preparó para romper el cerco que lo circundaba, escogiendo el sector cubierto por el batallón “Briceño”, el más numeroso y aguerrido del ejército enemigo.

La acometida fue terrible: aquello fue un huracán que pasa sin que haya poder humano que pueda contenerlo. Una hora después los asaltantes estaban fuera de todo riesgo y peligro.

A dos leguas de “la Rusia” paró el general Varón y ordenó a sus soldados que acampasen con absoluta tranquilidad y como uno de sus oficiales observase que estaban muy cerca del enemigo, que de seguro los perseguía con furia, Tulio le dijo poniéndole la mano en el hombro: “no tengas cuidado; esos no vienen hasta aquí porque los muertos de “La Rusia” los atajan” y así sucedió; las fuerzas del gobierno, diez veces superiores a las de Tulio, abandonaron el campo, después de darle sepultura al cadáver del general Aguilar.