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sábado, octubre 21, 2017

Gaseosas Glacial. Semblanza de uno de los socios y fundadores

Joaquín Arturo Paz MacCausland. Centenario de su nacimiento
Inteligente y autodidacta

Armando Moreno Sandoval

Arturo Paz Cuenca, luego de instalar molinos industriales a lo largo del río Mississippi en Estados Unidos,  regresa a Barranquilla, Colombia, con su señora esposa a bordo de un buque a vapor. Al tocar tierra, la esposa siente los dolores del parto y el pataleo de su futuro hijo en las entrañas de su vientre. Sin pensarlo dos veces a volandas llegan al hospital más próximo. Las enfermeras corren y los médicos se preparan para el parto de la futura madre. Horas más tarde nacería  un niño quien recibió el nombre de Joaquín. Era el 1 de diciembre de 1917. De chiripas no nació en altamar.

Su infancia y adolescencia transcurriría entre Sogamoso,  Duitama y las botellas de la fábrica de gaseosas de su abuelo paterno. La comodidad de un abuelo empresario y de un papá ingeniero empírico, y por demás socio del Molino Santa Clara, con toda seguridad le permitió a la familia Paz MacCausland llevar una vida hogareña, holgada y cómoda.    No obstante, con la muerte del padre el joven Joaquín entendió que el futuro tendría que reinventarse.

Joaquín Paz recibiendo el titulo de Bachiller
Tras la muerte del padre, el joven Joaquín asumiría el deber de llevar el pan a la mesa de la familia. Para llevar el pan se le ve por ese entonces trabajando como fogonero del Ferrocarril de Occidente.

Entretanto, atraídos seguramente por el ferrocarril y el cable aéreo que regentaban los ingleses, el linaje materno de los MacCausland ha echado raíces en Mariquita.

Una tarde obscura de esas que siempre suelen darse en la sabana de Bogotá como si fuera a llover, madre y abuela intuyen que el joven Joaquín lleva una vida desdichada y sin futuro. En busca de un nuevo futuro, le dice en el inglés de sus ancestros: “Let´s go to Mariquita”. Es hora de marchar a Mariquita.

Lo que nunca pensó el joven Joaquín era que algún día, por cosas del destino, seguiría los pasos de su abuelo y no de su padre, quien como ingeniero empírico, poco le importó el mundo de las gaseosas. Tan así que cuando murió el abuelo, seguramente que con el visto bueno de la familia, su padre, optó por desarmar la fábrica y llevarla a lomo de mula a Mariquita.

Ya instalados en Mariquita el  fruto que seguramente esperaba recoger la familia del joven Joaquín sería en vano. A Joaquín se le ve trabajando, tal vez en 1939 o 1940,  en la empresa de ferrocarriles Doradafer. Aunque el sueldo como trabajador del ferrocarril no tuvo que haber sido sustancioso, para mejorar la mesa de la familia se le ve alternando el trabajo en el ferrocarril con la enseñanza del inglés entre Honda y Mariquita.

El esfuerzo de viajar entre Honda y Mariquita  traería su recompensa: terminaría enamorado de Elisa Valencia Pardo,  una de sus alumnas. Con el paso de los días la haría su esposa. Mientras las vagonetas del cable aéreo seguían surcando las estribaciones de la cordillera central y los vagones del ferrocarril traían las gaseosas que se tomaban los habitantes del norte del Tolima, la fábrica de gaseosas del abuelo seguía intacta y arrumada pero no abandonada.

La vorágine de la vida por la que estaba pasando el ya adulto Joaquín y con la fábrica del abuelo que solo le traía recuerdos de su niñez, el día menos pensado le alumbró la idea del por qué no echarla a andar.

De nada servía tener un proyecto de empresa si el dinero en el bolsillo escaseaba. De tanto insistir el adulto Joaquín por aquí y por allá, llegó el día que algunos de quienes lo escuchaban lo acompañarían a hacer realidad sus sueños. La incertidumbre dio paso al optimismo.

Lucas Bernal, benefactor financiero de Glacial
Jaime Bernal, aseguró en vida que su padre Lucas Bernal fue el directo benefactor financiero de la empresa en ciernes.

Quienes dan cuenta de la vida cotidiana del ayer, afirman, que, sin los amores del auditor general del ferrocarril Lucas Bernal con Empera Rubio de Duque, seguramente, el apellido Duque nunca podría haber entrado en los anales de la historia de la futura empresa. La condición de Lucas como hombre separado había ayudado para que doña  Empera, en su papel de amante, hubiese amasado  una aceptable  fortuna; pues gracias a ese romance y alentado por su madre Empera  es que el ya crecido Humberto Duque Rubio, su  hijo,  aparece como el socio con pesos  para ayudar a echar andar la empresa.

Entre los  ires y venires para formalizar la empresa por fin llegaría el día del lanzamiento. Mientras en Bogotá el ministro de obras deliraba con construir un ferrocarril a lo largo del río Magdalena, en Mariquita, un municipio al norte del departamento del Tolima, un 17 de julio de 1947, se inauguraba una empresa de gaseosas que, con el pasar del tiempo, los colombianos y tolimenses conocerían como Glacial.

Don Francisco “Pacho” Gutiérrez, con sus 87 años, es uno de los pocos que pueden decir en Mariquita “yo fui testigo”. Recuerda él que a una cuadra de la llamada Plaza Armero, en la carrera 8 entre calles 9 y 10, una fábrica de pedal de fabricación alemana empezaría a botar a la calle las primeras gaseosas. Un carromato jalonado por un caballo llamado “Palomo” y operado por Francisco Flórez Gómez “Pachito” haría las primeras correrías por el caserío de Mariquita.

Una época de infernal lluvias le daría un golpe bajo a las ventas callejeras. El pesimismo de que los
Antigua instalaciones de Glacial
pesos invertidos podrían esfumarse de la noche a la mañana sacaría corriendo a Elio Rubio, otro de los socios. Un señor apodado “Perruncho” y de nombre Enrique Ávila compraría las acciones del pesimista Rubio, convirtiéndose en nuevo socio y superando así el primer tropiezo de decepción y desconfianza.

Mientras liberales y conservadores seguían matándose por un trapo de color azul o rojo, la empresa de gaseosas seguía avante. El consumo y aceptación del producto les permitió pensar en una nueva sede para la fábrica. Entre 1958 y 1960 la empresa hace su traslado a las afueras de Mariquita a un lado del tendido del ferrocarril y de la carretera que va hacia Honda. En mayo de 1964 llega Coca-Cola y consigo la época de esplendor y felicidad de la empresa.

Entre tanto el visionario Joaquín veía como el recuerdo de su niñez echaba raíces cada día más y más.

Los tropiezos que había tenido que enfrentar y superar de joven con la muerte de su padre serían cosa del pasado. Con la empresa dando frutos por doquier, le permitió en sus ratos libres alternar la escritura de la poesía con la política. Como militante del Partido Liberal se le ve, en 1957, haciendo campaña por el plebiscito para ponerle punto final al reguero de muertos que había dejado la violencia liberal conservadora tras la muerte del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948.

Como si sus ocupaciones como empresario no le bastaran, en un gesto altruista para con el pueblo que lo había acogido, se le ve también como concejal y personero. No contento con los compromisos que tenía pensó de un momento a otro en hacerse bachiller. Sus aulas no fueron de ladrillo, tablero y tiza. Ya adulto, cruzando ya los cincuenta años de edad, se le ve recibiendo el grado de bachiller que le otorgaría Radio Sutatenza de las manos del entonces presidente Misael Pastrana Borrero y de su ministro de educación Luis Carlos Sarmiento Ángulo.

Un acto que seguramente le llenó de orgullo fue el que se llevó a cabo el 16 de diciembre de 1975. La calle, los bares, la plaza, los parques y los prostíbulos dejarían de ser los receptores y difusores de las noticias locales y nacionales. La modernidad entra a los hogares: se inaugura Radio Lumbí. De nuevo uno de sus gestores es el adulto Joaquín.

Joaquín Paz inaugurando Radio Lumbí
Con el paso del tiempo aprendió que con su autodidactismo e inteligencia sus sueños podrían hacerse realidad. Viendo que con el paso del tiempo las líneas de sabores de bebidas iban en aumento y cómo de las gaseosas uva y manzana iniciales se pasaba a la naranja, a la lima-limón, al tamarindo, a la limonada, a la soda y al caramelo, pensó que con su universo de soñador podría crear su propio sabor. Aprendiendo los vericuetos de los sabores de la mano del químico empírico Saturnino Rubio se aventuró a crear uno de los sabores insignes que haría distintiva a gaseosas Glacial: la conocidísima y rica cremasoda Glacial. Nunca pensó en patentarla.

Aunque hay quienes creen que los títulos académicos colgados de las paredes de las oficinas o de los consultorios no hacen el oficio, el adulto Joaquín atribulado porque la ciencia había desahuciado a su hija de caminar emprendería él mismo en su soledad el estudio de la química del cerebro. Aunque no dejó apuntes qué fue lo que investigó lo cierto fue que, gracias al conocimiento que había construido, logró lo que los médicos no pudieron: desarrolla un tratamiento para que su hija recupere el caminar. La dicha de ver su hija caminando duraría poco. Una meningitis la postraría por el resto de sus días. Moriría a los 24 años.

Las décadas de los años ochenta y noventa del siglo XX, son décadas de sangre, narcotráfico, violencia, bombas, guerrillas y paramilitares. La ética y la moral de los individuos que se dicen llamarse a sí mismos dizque, “gente de bien”, se postran ante el dinero fácil. Colombia, dicen los entendidos, es un Estado fallido. Pareciera que la empresa fuera inmune a la zozobra y al estercolero en que se encontraba el país. Pero el día menos pensado la empresa fue tocada por una sombra maligna que empezaría a empujarla poco a poco hacia un abismo sin fondo.

Como si la maldición hubiera llegado tocando las puertas de la empresa, esta aparece en 1984 cargando a las espaldas a un sujeto apodado “El Cenizo”. Llega como hijo y de la mano de uno de los socios. En 1991 algunos socios sucumben al poder del dinero vendiendo sus acciones. En 1993 la empresa está bajo el manto de un solo dueño. “El Cenizo es “amo” y “señor”.  Los años de gloria, de reconocimientos y de éxitos empezarían a ser cosa del pasado. La empresa se convierte en una caricatura irreconocible.

El golpe que deja grogui a la empresa lo da Coca-Cola en 1996. A Glacial le quitan la potestad de seguir embotellando la “Chispa de la Vida”. Durante los años siguientes un pleito entre el único socio apodado “El Cenizo”, Coca-Cola y los trabajadores terminaría a favor de Coca-Cola y los trabajadores. Al no obligar a Coca-Cola a reconocer el pasivo pensional y con una empresa ilíquida y en quiebra, y sin cómo responderles a los trabajadores estos terminarían como sus únicos dueños.

La profecía del comunismo, de que los medios de producción (léase empresas, tierras, etc.) son de quienes se emplean por un salario se haría realidad. Cierto es, que en Mariquita, ese experimento sería un desastre de proporciones diluvianas. La empresa en vez de salir adelante de las manos de los obreros terminó moribunda, en cuidados intensivos. Por muchos años la empresa Glacial estuvo agonizando. Así como el ave fénix que renace de las cenizas, otros dueños   la echaron a volar que, como paloma mensajera, llevaba la noticia de que una nueva empresa había nacido.

Don Joaquín no alcanzó a ver la caída en picada de Glacial. Pero sí estando ya setentón el destino le había dicho que no tenía por qué ser testigo de la catástrofe de la empresa. Sin embargo, sí alcanzó a intuir lo que se avecinaba. Cuatro años después de haber hecho aparición  “El Cenizo”, es decir, en 1988, una Junta de socios reunida en la ciudad de Pasto (Nariño)  para dar cuenta de los malos manejos que se estaban presentando en la sucursal de Glacial en esa ciudad le generó preocupación y disgusto. Seguramente lo que estaba aconteciendo iba en contra de su ética y de su moral.

Atrapado por la preocupación de lo que estaba pasando allá en Pasto llegó a Bogotá el viernes 21 de agosto en las horas de la noche. El aíre que arrojaba las hélices del avión hacía la noche más fría.  A su morada en Fusagasugá llegó atribulado. A la madrugada del sábado 22 de agosto de 1987 un infarto fulminante le segó la vida.

Juancho Halima, compadre de Joaquín, uno de sus hijos, y quien conoció en su juventud a Joaquín Arturo Paz MacCausland, dijo de él: “hombre inteligente y autodidacta por excelencia. Por eso hizo lo que hizo”.