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miércoles, marzo 15, 2017

SOS por la naturaleza en Mariquita

Armando Moreno Sandoval

Parecería que a las generaciones actuales les fastidie el futuro del planeta tierra. Los científicos del mundo entero han llegado a la conclusión que, si no se toman medidas para mitigar el efecto de invernadero cuyo único responsable es el ser humano, el futuro de la tierra es incierto.

Es cierto que la naturaleza humana es tanática, es decir, una especie que sobrevive aniquilando no solo al otro, sino su propia nicho donde vive. Ninguna especie sobre la tierra ha sido más dañina que la especie humana. Los estudiosos de la especie humana han llegado a la conclusión que desde que la rama homo sapiens se instaló como la especie dominante sobre la tierra no ha dejado de destruir su hábitat.

Antropólogos culturales como Clifford Geertz que se han dedicado a estudiar la cultura han llegado a la conclusión que para que el ser humano haya cometido la salvajada de aniquilar el otro y destruir la naturaleza, obedece al hecho de que el ser humano dejó de ser naturaleza para convertirse en creador de cultura (entiéndase ciencia y tecnología). Macrohistoriadores como el judío Yuval Noah Harari va mucho más allá. El considera que el ser humano moderno no solo ha matado a Dios, sino que él mismo se ha convertido en Dios. Pues siendo Dios, invoca a Dios como una estratagema para aniquilar todo lo que se le atraviesa por delante.

La insensatez ha llevado a ciertos bárbaros a limpiarse el trasero con los estudios científicos sobre el cambio climático. O si no que le pregunten a Donald Trump y a su equipo de locos en Estados Unidos.

Por fortuna ya el mundo no depende de un país como sucedía hace años, ahora el poder se ha repartido por el mundo. Por tanto, el Mr. Trump no podrá imponer su agenda a su antojo. Los países del mundo, incluyendo Colombia, han afirmado que lo se firmó en París sobre el cambio climático no tiene vuelta atrás. El consenso mayoritario es que hay que salvar al planeta Tierra.

Si el grueso de las potencias industriales han de luchar por salvaguardar lo que hay de naturaleza sobre la tierra, debemos comenzar a mirar qué está pasando en nuestros entornos micros (los pueblos, las veredas, los ríos, las calles, los bosques, etc.)

Quien lea la obra de Medardo Rivas —“Los trabajadores de tierra caliente”— escrita a mediados del siglo XIX, podrán comprender que es poco lo queda del hermoso Bosque Tropical Seco a lo largo del Valle del Magdalena porque ha sido paulatinamente aniquilado a punta de machete y hacha. Destrucción del Bosque que arrancó desde el siglo XIX y que se acentuó en el siglo XX y que sigue en el XXI con el buldócer y la motosierra.  Para comprender lo dicho solo basta mirar las fotografías aéreas para cerciorarnos cómo lo verde poco a poco ha ido desapareciendo por culpa de los habitantes de los pueblos que arrasan con lo poco que queda de naturaleza.

Mariquita en los años 70 del siglo XX
 A diferencia de Honda, La Dorada, Armero-Guayabal o Lérida que sí cuidan sus árboles, hay un pueblo en el norte del Tolima donde sus habitantes se han ensañado con la flora y fauna de sus calles y solares de las casas, ese es Mariquita. Las fotografías aéreas que fueron tomadas hacen más de cuarenta años dan prueba de que Mariquita era un bosque. De la inmensidad de árboles que estaban en los solares de las casas y en sus calles no queda ni el recuerdo.

Mariquita en el siglo XXI
Otra fuente son los escritos que dejaron los viajeros sobre Mariquita. En esos relatos se lee que lo único que se veía era la torre de la iglesia. Los demás eran las copas de los árboles. Ese pasado paradisiaco se perdió. Lo que existe es una comunidad ignorante y salvaje que arrasa a punta de machete y hacha los pocos árboles que quedan. A cambio de ello los reemplazan por plastas de cemento o caedizos para afear los frentes de las casas.

Mariquita hoy en día es un infierno. El calor es sofocante tanto así que quema la piel, lo que explica que la gente cada vez tenga más cáncer. La gente se queja del calor infernal pero se niega a convivir con un árbol que da belleza, sombra, frescura, mitiga el dióxido de carbono y nos proporciona oxígeno. Pero lo más aberrante y chocante es que las autoridades municipales (alcalde, concejales, los encargados del medio ambiente) se hacen los de la vista gorda ante el atroz ecocidio.

Igualmente está pasando en las veredas y en los alrededores del pueblo. En las veredas hay quienes cuentan que las cañadas y cuencas hidrográficas se están muriendo. El campesino arrasa sin importarle que mañana va a necesitar del agua. Ni hablar de los bosques que también los están arrasando.

El campesino como el habitante urbano son destructores de la naturaleza. Un ejemplo, de los muchos
Árbol macheteado y espacio urbano visual contaminado
que se dan todos los días, pasó hace poco en Mariquita. Un árbol frondoso a mitad de la calle 8 entre carreras 4 y 5 fue macheteado sin consentimiento y sin que la autoridad ambiental dijera mu. El motivo es sencillo de explicar. El árbol tuvo que pagar por el robo de una casa vecina. Pero lo que molesta fue que en vez de derribar el caedizo y el alero de cemento que afea el espacio urbano prefirieron ensañarse con el árbol.

Quien ordenó destruir el árbol está convencido que con esa acción se van a acabar los robos. Es como el cuento aquel del marido cornudo, que habiendo sorprendido a su mujer con el amante en la sala para acabar con la infidelidad decide vender el sofá. 

En Mariquita quienes velaban por lo ambiental ya no tienen fuerzas para gritar basta! Así los jóvenes y los adolescentes tengan una conciencia ambiental, no obstante, preocupa que la generación vieja, la que tiene más de 30 años, se niegue a convivir con la naturaleza. Es posible que tengan una actitud egoísta  por la vida, tal vez han comprendido que la existencia humana  al ser corta, 75 años de promedio de vida, si la comparamos con una tortuga marina que puede vivir más de 250 años, hayan optado por destruir naturaleza sin importarles qué le pueden dejar a las generaciones venideras.

Ojala que el encargado del medio ambiente haga algo por esa Mariquita que le agradaba a quien la visitaba: sus calles anchas y arborizadas por doquier.