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miércoles, mayo 11, 2016

La Plaza Mayor de Mariquita

Armando Moreno Sandoval

En Mariquita coinciden en afirmar que fue en la administración de Juan Carlos Acero (2008-2011) que se consiguieron los recursos para remodelar la Plaza Mayor, hoy Plaza de Armas José Celestino Mutis y que nadie sabe cuáles fueron las razones para cambiarle de nombre.

No obstante, fue necesario que funcionarios del Ministerio de Cultura vinieran a Mariquita, hicieran reuniones con la comunidad y les preguntaran cómo querían que  quedara su Plaza Mayor.

Plaza Mayor de Mariquita. Iglesia San Sebastián
Y así fue, que, después de varias reuniones y con los apuntes que hicieron en sus libretas, y después de varios meses de trabajo en Bogotá, llegarían con una maqueta cuyo diseño gustó a unos y disgustó a otros. La maqueta fue socializada y con el correr del tiempo y sin ninguna objeción el diseño fue aceptado.

Con más de 1.000 millones de pesos guardados en alguna cuenta oficial solo faltaba que llegaran los obreros, las volquetas, los taladros, las palas, las picas y cuanta herramienta se necesitara para que arrancara la obra.

Los rumores sobre el inicio de la obra iban y venían. La población estaba contenta y dichosa, pues por fin le iban a dar una nueva cara a la entonces Plaza Mayor, y que años atrás había sido un muladar hediendo adornada por la caca de mariquiteños, forasteros y transeúntes.

El exalcalde Bohórquez

Como en Colombia la gestión de lo público es lento y engorroso, tocó esperar hasta el último año de la alcaldía de Álvaro Bohórquez para ver las primeras volquetas atravesar la Plaza Mayor.

El ruido de volquetas, cargadores y motoniveladoras presagiaba que la obra estaría terminada en un dos por tres, como dicen los colombianos cuando tienen afán y quieren que una obra se termine así sea a las patadas.

El hoy exalcalde Bohórquez con su caminar campechano se frotaba las manos y con una sonrisa de oreja a oreja mandó a colgar un pendón en el mismísimo ventanal del despacho de la alcaldía. Quería demostrarle a sus contradictores, principalmente al periodista Iván Vega, que con él las cosas no era echando paja, sino haciendo. Quería callarles la boca a sus críticos, a quienes decían que su gestión había sido de una ineptitud e incapacidad descomunal.

Plaza Mayor, un día domingo
Lo escrito en el pendón tendría un efecto bumerán. En las calles se comentaba que ese no era el lenguaje que debía utilizar un alcalde. Si la oposición, o sus enemigos como él los llamaba, se habían equivocado en las críticas, esa no era la manera de responderles.  

Pasaron los días y el ruido de las volquetas y excavadoras seguían con su ritmo veloz y desaforado. Cuanto antes había que terminar la obra, o, si por cosas del destino no se podía entregar, por lo menos que estuviese bien avanzada pues había un motivo mayor: se avecinaba las elecciones del 25 de octubre. Había que ganarlas fuera como fuera, necesitaba tener un fortín político, pues, el exalcalde Bohórquez se distanciaba políticamente del representante a la cámara Jaime Yepes.

Hecho el divorcio con el representante Yepes, y al quedarse solo ladrándole a la luna se ve en la obligación de apoyar a Juan Carlos Castaño, y que en círculos cerrados y en palabras de él lo llama el “candidato prestado”.

No confiando en el triunfo del “candidato prestado” lo único que le quedaba para mostrar en el futuro era la nueva cara de la Plaza Mayor.

Arqueología preventiva

Mientras tanto el rumor se apodera de las calles dando cuenta de las mil versiones que se tiene sobre la obra. El ruido del parque automotor y los gritos de los trabajadores se escuchan sin cesar. No obstante los  mariquiteños desconocían la existencia de una ley que ordena que cuando se hacen obras civiles, el Estado, y si ello lo amerita, debe hacerse arqueología preventiva y que por principio debe hacerse antes de emprender la obra.

Preocupados los ingenieros corren a la Universidad del Tolima y preguntan quién puede ayudarles. Se les olvida que en Colombia quienes hacen arqueología son los antropólogos, y que en Mariquita uno está muerto y el otro vivo, y terminan contratando a Daniel Ramírez, un Magister en Conflicto, Territorio y Cultura.

Contratado por los ingenieros de la obra y pagado con dineros del proyecto, y tras unos días de espera, el señor Ramírez llega a la Plaza de Mariquita. Entre el 20 y 28 de septiembre de 2015 los transeúntes ven trabajadores ajenos a la obra. Los ven con el rabo levantado sacando tierra de unos huecos que llaman pozos de sondeos. Los ven recogiendo pedazos  de vidrios, de botellas, y de tejas, etc, etc, y que en el lenguaje de la gente llaman chucherías pero que, para el  arqueólogo, seguramente son muy importantes.

Pero lo que los mariquiteños y los ingenieros encargados de la obra  no saben es que el encargado de llevar a cabo la arqueología preventiva, mientras recoge los vestigios materiales, puede paralizar la obra. Y así sucedió.

Plaza con toldos
Las volquetas, las retros y excavadoras se silencian. Los obreros no vuelven a la obra. La Plaza Mayor se torna en un cementerio, las campanas de la iglesia San Sebastián dejan de tañer, y la voz del párroco de vez en cuando se escucha. Solo los funcionarios de la alcaldía de cuando en cuando salen y miran. Atónitos se preguntan qué ha pasado.

Cuando la gente se pregunta qué pasa, la respuesta de los medios entendidos en el asunto es simple: están esperando la respuesta del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, conocido como el Icanh.

Aunque vieron al señor Ramírez hablando con transeúntes de la Plaza, nadie sabe qué escribió en el informe que envió al Icanh. Algunos afirman que ese informe que tenía que haberse socializado con la comunidad es pasado de agache; y que solo el Icanh y los ingenieros saben qué fue lo que  encontró y qué fue lo que escribió. En todo caso, la socialización con la comunidad no se dio.

Los meses pasan y la gente entretanto comienza hacerle rotos al enmallado verde que bordea los cuatro costados de la Plaza. Miran hacia adentro y ven que está hecha un revoltijo, la han patasarribiado. Lo único que ven es la frondosa ceiba y el obelisco hecho con las piedras de la casa donde murió Gonzalo Jiménez de Quesada.

La sabiduría popular comienza a murmurar que la obra se paralizó porque los responsables de la obra, comenzado por el exalcalde, posiblemente se guardaron las morrocotas de oro halladas en una excavación.

Lo que no sabían los mariquiteños y los ingenieros encargados de la obra era que el arqueólogo podía alargar el “chico” de las excavaciones. Pues tiene la potestad de sugerir al ente que valora el informe —en este caso la sección de arqueología del Icanh—, una excavación más exhaustiva que llaman de salvamento.

Informes aislados y parcializados

Algunos insisten que la escritura de esos informes debería  haber salido de un consenso con la comunidad, tal como hoy en día sugiere algunas corrientes de las Ciencias Sociales como la Antropología Dialógica, que pone en entredicho el escrito y la voz de quien se aboga el derecho de representar la comunidad.

Lo más grave de los informes consiste de que se escribieron sin tener en cuenta el conocimiento que sobre la Plaza tiene la tradición oral y la “sabiduría” popular; es decir pasó de agache las observaciones de la comunidad.

Tras más de seis meses de parálisis de la obra —desde septiembre de 2015 a abril de 2016— y con la “malicia indígena” que caracteriza a nuestro pueblo, varias preocupaciones han comenzado a surgir. Que si el retraso de la obra implica replantear el presupuesto inicial, y si ello es así, quién lo va a pagar: el Ministerio de Cultura, el municipio de Mariquita, la Gobernación del Tolima, el gobierno del presidente Santos, o quién.

Otra preocupación es sobre el diseño original. Pues una excavación como la gente cree que van a hacer implicaría cambiar el diseño original. Lo que le choca a la gente es que sería una decisión unilateral pues el diseño con que arrancó la obra fue de consenso con la comunidad, por tanto, sería un exabrupto desconocerla.

La obra está paralizada y, hasta el día de hoy, ni el exalcalde Bohórquez, ni el encargado de la obra, ni el que hizo los pozos de sondeo han tenido la entereza de informarle a la comunidad qué fue lo que pasó con la Plaza Mayor. Mucho menos el interventor.

Los concejales que son los representantes de la comunidad no han dicho ni pío. El concejal Carlos Julio Díaz ha dicho con cara de bravo que él si va a actuar. Amparado en la Constitución dice que enviará un derecho de petición a las personas y entidades que, hasta al momento, han hecho mutis de lo que está sucediendo con la Plaza Mayor. Esperemos que pasen los días y que demuestre de  lo que es capaz.

Los mariquiteños creen que a la Plaza Mayor le podrá pasar lo mismo que al Panóptico de Ibagué, pues desde que el entonces presidente Andrés Pastrana  avaló y dio los recursos aun las obras no se han podido terminar. Eso fue en el siglo XX.

En Mariquita, preocupados de que se convierta en un segundo Panóptico, hay quienes señalan como el responsable del atraso de las obras al señor Daniel Ramírez; pues creen que la demora está asociada a los informes que presentó ante el Icanh; pero lo que más les preocupa es que no saben qué hizo, qué encontró y qué escribió.


Ahora la gente tiene guardadas las esperanzas en su nuevo alcalde: el señor Alejandro Galindo. Esperemos…