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viernes, enero 18, 2008

Reinaldo Aguirre Palomo: el bandido social

Armando Moreno Sandoval

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 108, febrero de 2008, p. 7


El hombre que asaltaba la compañía inglesa del cable aéreo cumple 100 años en el 2009 de haber nacido. Investigación reciente basada en fuentes judiciales, orales y escritas da nuevas pistas sobre la figura del bandolero legendario 


En 1929 la bolsa de New York colapsaba y el mundo durante los próximos 10 años entraría en un desconcierto social y económico: hambre, miseria y desempleo. Sin haber sido comunista —pues para luchar por los necesitados no se requiere serlo como algunos creen— en ese mismo año en el mes de junio, el joven veintiañero mariquiteño Reinaldo Aguirre Palomo, según fuentes judiciales, se encontraría participando en la primera revuelta de corte socialista que presenciaría América Latina como la que aconteció en el municipio cafetero del Líbano, Tolima.

El "Palomo" Aguirre
Derrotado el movimiento de “Los Bolcheviques”, como se le llamó al alzamiento popular que tuvo lugar en el Líbano, dirigentes e integrantes se dispersarían a lo largo y ancho del territorio colombiano. El “Palomo” Aguirre, como se le conoció a Reinaldo Aguirre Palomo, se quedaría merodeando los pliegues de la cordillera central entre la estaciones del cable aéreo de Mariquita y San Diego.

Algunos al “Palomo” Aguirre lo acusaban de ser un delincuente común que robaba y asaltaba la caja de los caudales del cable aéreo, y que boleteaba a los ganaderos más prestantes de la región. No obstante, —y en contra de unas pocas voces que se alzan con el cuchillo entre los dientes para denigrarlo— las fuentes judiciales, orales, escritas y la mentalidad popular construyeron una imagen muy diferente a la de sus detractores: la de ser un bandolero bueno.

Si alguien quiere dudar de su carácter social que mejor que los libros y los poemas que le han escrito relatando sus acciones a favor de quienes el “Palomo” Aguirre defendía, protegía y ayudaba como fueron los campesinos, pobres, ciegos y mendigos.

Ese halo que ha envuelto su figura, ese mito que se ha negado a desaparecer, lo encontramos en los versos “Romance de Reynaldo Aguirre Palomo” del poeta y abogado Ernesto Polanco Urueña, descendiente de una de las familias hondanas de la primera mitad del siglo XX.

Si alguien quiere sorprenderse de lo que significó este poema para las generaciones de mediados del siglo XX, solo basta ojear el libro “7 Poemas”. El lector, para su sorpresa, hallará que los versos de este poema singular fueron ambientados por unos de los pinceles más brillantes que haya dado la plástica tolimense: el pintor Jorge Elías Triana.

Pero, no bastó que el pintor Triana le hubiera dedicado parte de su tiempo para el ilustrar el poema sobre el “Palomo” Aguirre sino que, años después, un connotado político como lo fue Alberto Santofimio Botero en una antología poética tolimense lo seleccionara para honrar la memoria del legendario bandolero.

Otra pluma que quiso honrar y homenajear el nombre del “Palomo” Aguirre para la posteridad fue la escritora, intelectual y ex-diplomática Flor Romero de Nohra. Aunque con otros nombres, ella recrearía en su novela “Triquitraques del Trópico”, además de las hazañas y aventuras del “Palomo”, la zaga familiar de los Aguirre: sus progenitores María de la Cruz Palomo y Jacobo Aguirre, al igual que sus hermanos y hermanas: Manuel, Julio, Jacobo, Josefina y Eloisa, como también el de Ricardo Palomo hermano medio por madre.

Otro escritor, José Juan Salgado, editaría en una de las imprentas del desaparecido Armero una crónica novelada titulada “Reinaldo Aguirre, el famoso bandido tolimense”. Crónica que da rienda suelta a un protagonista que se mueve en una serie de aventuras donde algunas veces hace énfasis en la vivacidad y el engaño para burlar las autoridades y, en otras, donde enseña la mano generosa y dadivosa al anciano, al enfermo o al mendigo noctámbulo.

El historiador e intelectual Eduardo Santa quien nació en el Líbano y dice haber conocido al “Palomo” Aguirre a la edad de diez o doce años, evoca a través de su “Crónica de un bandido legendario” la vida de un bandido generoso que hizo justicia por su propia mano. Según él, un hombre que no secuestró, ni cometió crimenes pero que, también, fue temido, admirado y, con el correr de los años, recordado por la sociedad.

Alguien podría preguntarse cómo es que un individuo que había participado en una revuelta popular como la llamada “Revolución de los Bolcheviques” en el Líbano, que escuchó y presenció paros de obreros como los del ferrocarril y la navegación a vapor en Honda y La Dorada terminara convertido en un bandido. La respuesta a este interrogante solo es entendible si aceptamos que fue un bandido que en vez de carecer de ideologías o de haber desconocido las luchas sindicales y sociales —como le sucede a los delincuentes comunes— se nutría de ellas para ejercer su propia justicia social pensando en el necesitado.

Aunque es poco probable que el “Palomo” Aguirre en sus actuaciones se presentara como alguien que había participado en la revuelta del Líbano, lo cierto es que con un prontuario delincuencial de por lo menos 10 años y, sea lo que haya sido, cuatrero, ladrón, asaltador de vagonetas del cable aéreo, o, bandolero como suele llamarlo la tradición oral del norte del Tolima, lo cierto es que el recuerdo que más se impone es el de un individuo que robaba para repartir el botín entre los pobres.

Cierto es que desde la noche del sábado 24 de febrero de 1940, que decidió suicidarse dándose un disparo dentro de la boca en la casa del ganadero Gregorio Fajardo, las versiones sobre su vida, bien sean escritas u orales, no han parado de césar.

Si bien, en este 2017 se cumple 77 años del suicidio, por fortuna, hasta hace unos días, quedaban unos pocos que podían decir “yo lo vi”. Uno de ellos fue Ismael Osorio, quien murió nonagenario. Nació en Falán en 1911, dos años después del “Palomo” Aguirre. Testigo de la aureola que ya tenía, lo saludaba en sus encuentros esporádicos entre Falán y Mariquita.

En la memoria de don Ismael se conservaron varios versos que le compusieron el mismo día del suicidio. Aunque no existe una versión escrita de la época que de fe quién las hizo, su autoría aun genera celos y rivalidades. Un domingo en la tarde, un noviembre del año 2003, don Ismael con su voz desgastada por el tiempo evocó unos versos que eran tarareados y recitados en los tertuliadores y cafetines de la época:

“Reinaldo Aguirre murió
y el mundo está conmovido
a los ricos les volvió
la calma que habían perdido


Este hombre era aventurero
como todos en la vida
y por eso el mundo entero
hoy le da la despedida

Dicen que cartas mandaba
a los ricos por dinero
pero el hambre le quitaba
a ciegos y lismoneros

Pues dicen que era caudillo
y que obra sin conciencia
pero la plata al bolsillo
iba por correspondencia”

Si alguien preguntara —así algunos mordiéndose de envidia digan que fue un vulgar ladrón, cuatrero o delincuente— cuál sería el personaje más importante que dio la Mariquita del siglo XX, no cabe duda que fue el “Palomo” Aguirre. A ningún raizal mariquiteño le han dedicado tantos kilómetros de palabras para relatarle sus leyendas y hazañas. Si el sentimiento popular borra de su memoria a quién no quiere recordar —pensemos en los alcaldes y dirigentes políticos que ha tenido Mariquita— es porque poco o nada hicieron por comprender las necesidades del pueblo.

La noche del 24 de febrero de 1940
No obstante, quedan unos pocos individuos que en vez de reconocerle su carácter social, prefieren blasfemar en torno al “Palomo” Aguirre. Ahí están sus libros y poemas para que los lean. Este legado
escrito es seguramente el referente más fehaciente de lo que significó este personaje en la memoria de las generaciones coterráneas y contemporáneas a él. Solo le falta una estatua, un parque y una película para honrar su memoria tal como han hecho con otros bandoleros de otras latitudes: Joan Salas alias Serrallonga en la Cataluña del siglo XVII, Juliano en el sur de Italia, Maté Cosido en los años treinta en el Chaco Argentino, Jesse James, Butch Cassidy y Sundance Kid en Estados Unidos, Lampiao en el Brasil y, por supuesto, el tradicional Robin Hood inglés medieval.

Gústenos o no, lo cierto es que la mentalidad popular le ha puesto al “Palomo” Aguirre la aureola de que goza el mito.

El historiador inglés Eric Hobsbawm, el investigador más importante sobre bandidos, considera que este tipo de personajes y de actuaciones encajan en una categoría llamada bandido social. Es decir, que estando por fuera de la ley hace el bien. En todo caso, el “Palomo” Aguirre es un personaje que se pasea todavía por los rincones del Tolima y de Colombia: un mito que se niega a desaparecer de la faz de la tierra.